Delitos políticos

Hay muchos motivos para que Artur Mas no deba ser reelegido presidente de la Generalitat. La CUP las ha enumerado estos últimos días. Dicho esto, no es democráticamente admisible que no lo sea por su imputación por el 9N. No tanto por Mas, sino por lo que representa esta imputación, al suponer un grave retroceso democrático.

Las persecuciones y juicios por delitos políticos parecían ser ya cosa de un lejano y oscuro pasado, pero de vez en cuando su sombra asoma de forma preocupante. Esta amenaza ya se planeó sobre el lehendakari, Juan José Ibarretxe, cuando, en pleno Gobierno de José María Aznar, impulsó un plan para un nuevo estatuto político de Euskadi. La historia se repite ahora con Mas, de nuevo bajo un Gobierno del PP –el de la ley mordaza – y con el añadido de la imputación.

En democracia, las ideas se combaten con otras ideas, no con una justicia al servicio de la política. ¿Nos hemos dejado acaso por el camino aquel principio de la separación de poderes de Montesquieu? Porque, además, el delito del que se acusa a Mas y a otros dos miembros del Consell Executiu tiene que ver con una votación. ¿Cómo va a ser delito en una democracia sacar las urnas a la calle? Votar, como la separación de poderes, es otra de las esencias de la democracia. Impedirlo es negar la mayor.

Se puede juzgar la oportunidad política de convocar la consulta y tan legítima es la posición de quienes la impulsan, como la de quienes creen que fue un error. ¿No debió ser la propia consulta,  aprobada por el Parlament, que es quien ostenta la soberanía del pueblo, quien hubiera dirimido el conflicto? Y en cuanto a su inconstitucionalidad, también es cuestionable, pues cabría en la actual Carta Magna. Es tan solo una cuestión de voluntad política. También fue contraria a la ley franquista vigente, en su momento, la convocatoria del referéndum de 1977 para la reforma política. En cualquier caso, razones no faltan para cambiar de una vez la actual y obsoleta Constitución.

Si ha servido de algo la imputación, ha sido para dar oxígeno a un Mas cuya válvula está en manos de la CUP, que, por cierto, para ser calificada de antisistema, está demostrando más madurez democráticano a la investidura de Mas y no a la declaración unilateral de independencia, habiendo perdido el plebiscito – que muchos otros a quienes se les supone.