Del vacío a la nada
Que una simpleza como las dichosas declaraciones de Arias Cañete se hayan convertido en el elemento clave de estas elecciones europeas y en el flotador al que se ha encomendado el PSOE para evitar su naufragio demuestra más que mil argumentos la insultante ramplonería en que ha caído el debate político en este país.
No ha habido en toda la campaña, con el balance ya cerrado, una sola idea de mérito sobre Europa. Ni una. No ha existido ninguna aproximación a aquello que en otros sitios sí ha aparecido en la arena política: una o varias velocidades en la construcción europea, núcleo central o no, más Comisión o más Consejo, papel del BCE, inmigración… Y si alguna vez alguno de estos temas lo ha hecho en alguna entrevista o mitin, reconózcanme que ha sido a desgana, de la misma manera que antiguamente se recitaban en este país los reyes godos.
Hace un par de semanas, tras ver el primer debate entre los líderes de los dos principales partidos, publiqué un artículo titulado Un debate estéril en pos de una idea que no existe. Me quejaba entonces de la ausencia de un proyecto, una propuesta, sobre Europa en los discursos que habíamos podido oír hasta ese momento. Tras esta absurda campaña he llegado a la conclusión de que el problema no es esa laguna sobre el diseño de la construcción europea, sino el desierto de ideas, así en general.
Aún asumiendo la mediocridad de los mensajes políticos, rendidos ya a una mercadotecnia incomprensible, ¿alguien puede entender que el candidato socialista, Javi López, se presente a los electores atribuyéndose como principal mérito sus 28 años? ¿O que CiU saque de la chistera en el acto final de campaña una urna de cartón para mostrar su compromiso con la consulta soberanista cuando un reciente informe de la Fundación Compromiso y Transparencia sitúa a esta coalición como la más opaca, junto a Amaiur, de las 18 formaciones políticas que tienen representación en el Congreso de los Diputados? A la vista de estos dos casos, que podríamos extender al resto de partidos, resulta obvio preguntarse qué incentivos tenemos los ciudadanos para ir a votar en cada convocatoria.
Lamentablemente, y aunque hay un dicho que asegura que perro no come carne de perro, esa farsa cuenta con la inestimable complicidad de los medios de comunicación, que en general nos hemos resignado a aceptar y a participar en debates en los que los contrincantes, es un decir, deciden temas, preguntas y tiempos y a dedicar buena parte de nuestros espacios a reflejar sus actos y discursos pese a que éstos no tengan nada mínimamente relacionado con cualquier definición de noticia.
En fin, pasemos pronto página a esta mala anécdota electoral, y empecemos a pensar y trabajar, cada uno desde su humilde posición, en cómo construir un futuro en el que lo sustancial prevalezca sobre lo superfluo, lo general sobre lo particular y las ideas sobre los vacíos eslóganes.