Debate de superficie

El problema es que un debate-contenedor como el del estado de la autonomía acaba convertido en un ejercicio de simplificaciones, agresivos tuits al entrecejo y espolvoreo a dicreción de datos sin contrastar. Se diría que la estructura decimonónica del acto ignora la era de la comunicación, de los medios audiovisuales, de los “pagüerpoin” y de la dialéctica concisa. Formato anticuado y estéril.

Así, al presidente de la Xunta le basta con llevarse un conejito en la chistera para alimentar los titulares y atraer o distraer la atención de sus señorías y de los medios de comunicación. Después, le resulta fácil diluir en el batiburrillo atropellado de datos y eslóganes los asuntos incómodos. No hay debates monográficos y a fondo, sino un gran debate, empaquetado, etiquetado y previsible, a una jornada.

Si, además, el orador principal se presenta en el Parlamento con un formidable aparato de datos y contra-datos para ejecutar esa astuta “oposición de la oposición” de la que habla Jorquera, el resultado será que el titular de la Xunta acaba saliendo más o menos indemne del trance parlamentario anual. Cubre el expediente.

La falta de argumentario –no de argumentos– de la izquierda fue muy notable en la sesión estrella del Parlamento de Galicia. Así, por citar un par de ejemplos, parece increíble que el PSOE sea incapaz de replicar con datos y argumentos cuando Feijoo insiste en comparar la magnífica situación de Galicia con la lamentable situación de la socialista Andalucía. O que el presidente se permita retorcer las estadísticas lo indecible para hacer creer que ha aumentado la inversión en I D i (cosas oiredes, don Sancho) o que la paz lingüística la rompió el mismísimo BNG y no la nueva generación gobernante del Partido Popular.

Es así que el martes la Cámara gallega no trató nada o casi nada con un mínimo de profundidad. Los grandes asuntos quedaron, como mucho, enunciados: el paro, la dinamización económica, la corrupción, Pemex, los recortes en los servicios públicos, Alimentos Lácteos, el estatus político de Galicia en una hipotética reordenación territorial, la politica lingüística, la política industrial, los incendios forestales, el AVE, el retroceso en I D i, el estrangulamiento de las universidades, etcétera.

A cambio, un pírrico titular con una simbólica rebaja en el tramo autonómico del IRPF. Poca transparencia. Poco debate. Poca cosa.