De Vox a Podemos
No existen fuerzas ni en el fondo ganas de sacar a España de los derroteros actuales para ponerla en otros más radicales
Podemos mete ruido mientras Vox se impone sordina. Podemos se cuelga medallas, a Vox casi le basta con estar ahí. Para Vox, el ojo del amo estimula al caballo. Podemos en cambio está obligado a arrearle al burro manchego, que de otra manera no da un paso si no es hacia atrás. Podemos pretendía al principio, tic-tac, tic-tac, desbancar al PSOE. El trabajo de Vox es más sencillo: los del PP son de los suyos, pero los complejos les inducen a calzarse pies de plomo. De ahí la lentitud.
Dos mensajes distintos. Dos estrategias dispares. Dos electorados que encajan con ellas y a ellas responden. Para los votantes de Podemos, los socialistas han abandonado la socialdemocracia, se mantienen en el verbalismo pero no pasarían a los actos de no ser que desde la izquierda les azucen.
Comparemos con otros países a fin de resaltar la singularidad del caso español. En Italia, la voluntad de conjurar el riesgo ultraderechista une a todos los demás, de manera que incluso los que empezaron como alternativa al sistema, los grillini del M5E se han integrado en la orquesta dirigida por Mario Draghi, el banquero que salvó el euro.
En Alemania, la política de la Gran Coalición, liderada por la derecha de Merkel, ha devuelto a los socialistas al poder a pesar de las voces que consideraban suicida el todo contra la extrema derecha. Contra pronóstico y después de unos revolcones de órdago en las urnas, el canciller Scholz preside una coalición de izquierdas.
Francia, paradigma junto a Italia de la ruina de los partidos tradicionalmente hegemónicos, se divide en tres bloques. Marine Le Pen a un lado del centro-derecha de Macron, que reúne a los que empujan la Francia en Marcha y hacen que en efecto el país funcione. El otro, el equivalente de Podemos, si bien más agresivo, con un Jean-Luc Melenchon que dirige la Francia Insumisa, pretende ganar las legislativas y convertirse así en Primer Ministro.
Cordón sanitario a la extrema derecha
Los tres tienen en común, a diferencia de España, el cordón sanitario a la extrema derecha. Una línea roja que marca las estrategias y los pactos de todos los demás. Tal conjura no existe al sur de los Pirineos, donde el miedo a Vox ya resulta poco menos que irrisorio en las urnas. Ni moviliza al electorado de izquierdas ni la ya existente coalición en Castilla La Mancha ni las que vendrán impide a los votantes de centro moderado, incluso de centroizquierda, votar al PP.
Vox no se considera alternativa sino acicate. El programa de máximos que exhiben solamente puede llevarse a cabo, y aún en parte, si el PP se ve obligado asumir su propia naturaleza. En otras palabras, que el PP es el instrumento de Vox del mismo modo que la gallina es el instrumento de un huevo para hacer otro huevo.
El PP es el instrumento de Vox del mismo modo que la gallina es el instrumento de un huevo para hacer otro huevo
En cambio, desde la izquierda del PSOE, y una vez abandonadas las esperanzas del sorpasso y la hegemonía subsiguiente que habría hacho bascular España hacia el republicanismo alternativo, se considera que sin su capacidad de apretarle las tuercas, el PSOE andaría sesteando en los mullidos salones del centrismo con horchata en las venas.
PP y PSOE pues como instrumentos de VOX y Podemos pero con finalidades distintas. Vox para conseguir sus objetivos, Podemos conformado con apuntarse logros parciales, arrancados con fórceps a un PSOE cuyo rumbo y mérito principal consiste en resistirse a las demandas de sus socios.
Cuestión de imagen
La relación del PP con Vox es pues cuestión de imagen más que de fondo, de tempo más que de camino. Mientras que Podemos se considera obligado a tragar y compartir gran parte de las derivas derechistas, incluso armamentistas y atlantistas de los socialistas a cambio de colar algo, lo máximo que se pueda y tan a menudo como se consiga, aunque no sea mucho.
Lo que está claro en síntesis, y tras el encaje de los podemitas en las instituciones de gobierno, es que no existen fuerzas ni en el fondo ganas de sacar a España de los derroteros actuales para ponerla en otros más radicales. Ni a derecha ni a izquierda. Finalmente, parece que la mayoría del electorado, tras el fracaso de los movimientos antisistema, ha caído en la cuenta de que si las luchas por el poder no admiten cuartel las discrepancias entre los paridos son más firmales que de fondo.
Con Vox a un lado y Podemos en el otro, la estabilidad política está hoy mucho mas asegurada que en cualquier momento de las últimas dos décadas. La víctima son las reformas, las grandes reformas, las que parecían imprescindibles y de las que ya nadie se molesta en hablar.