¿De verdad está loco Trump?
Hay que frotarse los ojos para creer que es verdad lo que está haciendo Donald Trump desde que accedió a la Casa Banca. Una actitud sin precedentes en la historia de los presidentes que han ocupado el despacho oval.
Cada día se produce un nuevo sobresalto en la opinión mundial. El último, el anuncio por sorpresa de un incremento en el gasto militar de Estados Unidos nada menos que en 54.000 millones de dólares, un 9,87 por ciento. Ante esta última incidencia, 120 militares retirados, algunos de ellos de enorme prestigio, se han rebelado recordando que muchas crisis no tienen solución militar y que no hay un déficit de medios de defensa.
En diversas declaraciones, entre ellas en la influyente Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC) aseguró que lo hace para que Estados Unidos lleve a cabo una reconstrucción del Ejército para «ganar guerras y que nadie dude de su poder militar». «Creo en la paz a través de la fuerza», declaró, añadiendo «¿cuándo es la última vez que hemos ganado una guerra?»
En las últimas semanas, el presidente ha llevado a cabo una escalada contra los medios de comunicación a los que acusa de mentir y difundir noticias falsas.
El día 24 de este mes, la lista de corresponsales asistentes a la rueda de prensa de Sean Spicer, Secretario de Prensa y Director de Comunicación de la Casa Blanca, apareció mutilada sin la autorización para asistir a los representantes de los prestigiosos medios New York Times, Buzzfeed, Los Angeles Times, Politico. Y CNN. Una censura que no tiene precedentes.
Poco después, el propio Donald Trump anunció que no pensaba asistir a la cena de corresponsales de la Casa Blanca, una celebración que tiene su origen en 1920. El presidente de la Asociación de Corresponsables de la Casa Blanca que organiza la gala, Jeff Mason, respondió diciendo que «toma nota» del anuncio de Trump asegurando, que la reunión se mantendrá porque «ha sido y seguirá siendo una celebración de la Primera Enmienda y del importante papel desempeñado por medios independientes en una república sana».
Las agencias de inteligencia es otro de los frentes de guerra que tiene abiertos el presidente Trump. La última confrontación fue en la mencionada CPAC, cuando aseguró que el FBI no es capaz de hacer callar a los soplones de información. «La comunidad de Inteligencia está dando información ilegalmente a los fracasados The New York Times y The Washington Post», es una de las guindas con las que obsequió a sus fanáticos seguidores. Y no es el primer encontronazo con el corazón de la inteligencia norteamericana.
Hagamos algunas reflexiones: ¿Por qué un presidente recién elegido elige la confrontación contra los medios de comunicación y las agencias de inteligencia? ¿Es una estrategia planificada que busca unos objetivos concretos?
Descartemos algunas razones. Un grupo de treinta y cinco prestigiosos psiquiatras hicieron pública una carta en la que mostraban su preocupación por el hecho de que el presidente Trump reunía los síntomas de una peligrosa enfermedad cuando se disponer de tanto poder. La llamada Desorden de la Personalidad Narcisista (DPN) en sus siglas en inglés. A pesar de que los códigos deontológicos de la psiquiatría prohíben hacer evaluaciones sin haber consultado directamente a un paciente, el escrito disparó las alarmas en muchos sectores de la opinión pública norteamericana, porque que alerta nada menos de que esos trastornos pueden significar un grave peligro para el ejercicio del poder.
Narcisismo profundo, megalomanía, incapacidad para asimilar las frustraciones o intolerancia contra las opiniones contrarias, no son poca cosa en la vida cotidiana de quien ocupa la Casa Blanca.
Pero aun cuando pudiera ser cierto que Trump tiene esa patología, no indica que no planifica sus acciones y tiene definidos sus objetivos, por mucho que dé la impresión de que actúa a golpe de calentón emocional y que se le dispara el dedo en Twitter sin ninguna reflexión. Puede tener trastornos psiquiátricos, pero es difícil dudar de que es extremadamente inteligente. Sabe lo que hace y lo hace a conciencia.
A lo largo de la campaña y, sobre todo, desde su llegada a la Casa Blanca, Trump ha respondido a las críticas a la prensa con una confrontación total. La agencia de seguridad también se ha constituido como enemigo preferente, sobre todo a raíz de conocerse las relaciones con Rusia de importantes miembros de su equipo.
La explicación de esta estrategia no es complicada, aun cuando pueda ser retorcida.
En su discurso inaugural definió su comunión con el pueblo y con su lema de «The America Fist, como el ejercicio de rescate del poder, preso en manos del establishment para devolvérselo al pueblo. En esa lógica, para él es coherente que los miembros de ese establishment se defiendan y le ataquen para no ceder el poder que dice Trump que tienen secuestrado. Y quien son más pilares de la democracia y del poder en Estados Unidos, además del Congreso y el Senado, que los medios de comunicación y los servicios de inteligencia?
Una vez declarada la guerra a dos de los pilares de la vida política norteamericana, lo más inteligente es tratar de deslegitimarlos y considerarlos enemigos, para que todas las críticas de la prensa y las informaciones contrarias provenientes de las agendas de seguridad lleven la etiqueta de que son fruto de una guerra que ellos también tienen contra el presidente. Es normal que los enemigos sin ética utilicen información falsa contra él. Es coherente.
Los políticos que ejercen una tentación totalitaria tratan de acallar las voces críticas y desacreditar las informaciones de inteligencia que le puedan perjudicar. Es una constante.
Estados Unidos cuenta con unas sólidas estructuras y tradición democráticas. Imposible clausurar medios de comunicación como se produce en los países que tienen regímenes autoritarios. Si no se puede censurar directamente, lo mejor es establecer que son medios ilegítimos y que publican noticias intencionadamente falsas.
El populismo de Trump necesita alimentar a sus fanáticos seguidores con la descalificación que señale a los enemigos interiores que solo buscan perjudicar su proyecto. En esa lógica, Donald Trump lo está haciendo consecuentemente y es seguro que profundizará en esa dirección contra los enemigos señalados.
Solo falta sabe los límites que las instituciones norteamericanas no le permitirán traspasar.