De Toscano a Montero
¿De qué hablamos? ¿De una ley imperfecta? ¿De la mujer en la política? ¿Del machismo político? Si lo mezclamos todo saldrá una sangría de baja calidad que ni un turista se la podrá beber
La política actual utiliza una crisis nueva para borrar otra crisis reciente. En esta normalidad de noticias que pasan de forma supersónica por nuestra realidad, las crisis no duran más de tres días. Ninguna cerrada, todas abiertas y supurando en algún caso la bilis provocada cuando estaba en la primera línea informativa.
Los errores en la construcción de la conocida como la ley del Sí es sí quedaron ocultos tras la intervención de la diputada de Vox, Tania Toscano, que acusaba a la ministra Irene Montero de ser la verdadera culpable de que se hubieran excarcelado a violadores y pederastas.
Los errores en la construcción de la conocida como la ley del Sí es sí quedaron ocultos tras la intervención de la diputada de Vox
La estrategia logró sus objetivos. Por un lado, la señora Solano se convirtió en una diva de la bancada de Vox, que falta les hacía desde la crisis con Macarena Olona. Un partido como Vox precisa de una mujer dura, empoderada, contundente, sin miedos para decirle a la ministra unas cuantas cosas. Por otro lado, Montero logró desviar la atención hacia los errores evidentes y no reconocidos del desastre de la ley.
La pimienta de la polémica radicó al acusar la diputada Toscano a la ministra Montero de que su carrera política estuvo patrocinada por Pablo Iglesias, su pareja. Y ya estuvo liada con ese tipo de debates parlamentarios que parecen peleas de patio de colegio. Y no porque los temas no sean cruciales, sino porque son expuestos como párvulos.
Es cierto que hasta la portavoz del Grupo Popular en el Congreso de los Diputados, Cuca Gamarra, declaró a favor de la ministra y con críticas a la falta de respeto de la diputada de Vox, detalle por el que no mostró demasiado interés Irene Montero. Pero el lío sí lo aprovechó para llamar fascista a una parte indefinida de la bancada y se quedó tan a gusto.
Una cosa es poner en duda a una ministra o diputada por las supuestas ayudas recibidas en su carrera política y la otra criticar con dureza la torpeza y fragilidad de una ley
Queda claro que una cosa es poner en duda a una ministra o diputada por las supuestas ayudas recibidas en su carrera política y la otra criticar con dureza la torpeza y fragilidad de una ley que se quiso tener con tiempo de cara a cualquier contienda electoral. Y otra más hacer un comentario machista para criticar la ley, que era la base de la discusión. Todo mezclado en un “totum revolutum” que distorsiona cualquier debate que pueda existir sobre los dos temas.
Al final, ¿de qué hablamos?; ¿de qué debatimos? ¿De una ley que se ha demostrado imperfecta? ¿De la mujer en la política? ¿De las exageraciones de Vox para denunciar una acción parlamentaria? ¿Del machismo político utilizado por una diputada? Si lo mezclamos todo saldrá una sangría de baja calidad que ni un turista se la podrá beber.