De Sísifo a Clausewitz pasando por Shmitt
Si Torra no cambia mucho o se va, el próximo 21 de diciembre asistiremos a una demostración de fuerza que en realidad será de debilidad
Para comprender la realidad, tanto la histórica como la presente, disponemos de dos ingredientes, la intuición y el conocimiento analítico. La intuición encierra siempre una fuerte carga ideológica y emocional, el conocimiento intenta librarse de ambas. Lo ideal sería quedarse con el frío análisis, pero lo cierto es que ambos suelen mezclarse, si bien en proporciones distintas según cada cual.
El Procés concluyó un año atrás, con las elecciones del 21-D, pero una parte del independentismo, muy minoritaria pero ruidosa, todavía cree que está abierto y a la vuelta de la esquina el éxito final.
El problema de Torra es que tiene el corazón con los CDR pero preside un gobierno autonómico colaboracionista
La mayoría, compuesta por ERC y el PDECat, comparte el diagnóstico de la derrota, más o menos parcial. Lo admita en voz alta o por lo bajinis, el error fundamental consistió en el abuso de mayoría social y la subsiguiente construcción de una legitimidad forzada a partir del 1-O.
Los activistas les acusan de manera directa o velada de traidores. El problema del president Torra es que tiene el corazón con los CDR y preside lo que más odian los CDR, un govern autonómico colaboracionista.
Fijémonos en Carl Shmitt y su Teoría del partisano. Schmitt se fijó en el convencimiento como motor de la historia. Cuando Napoleón invadió tierras germanas trajo la modernidad. Cuando se apoderó de España, también.
Torra es un partisano con camisa de fuerza institucional
La diferencia está en que Beethoven dedicó la sinfonía “Heroica” al emperador y los españoles se levantaron contra el invasor y, a falta de ejército regular, inventaron la guerrilla.
Sucede en el caso catalán que a los convencidos de que el Procés no ha concluido sino que puede y debe culminarse en un inmediato futuro, se añaden los que simulan tal convencimiento, aún sin estarlo en absoluto, con la doble finalidad de atraer los votos de la minoría convencida y poner a Esquerra contra las cuerdas.
Torra es un partisano con camisa de fuerza institucional. Por eso incomoda a todos, incluso, tras sus meteduras de pata, a los de JxCat, la Crida y la ANC que simulan ser partisanos con finalidad electoral.
Los episodios de tensión de estos últimos días son el resultado de tal contradicción. No se puede ser el jefe de los Mossos, encargados de velar por el orden, y al mismo tiempo ayunar en Montserrat y mandar a los Mossos que no despejen la autopista ocupada por quienes él anima a presionar.
Tampoco es de recibo invocar la vía eslovena y mentar los Balcanes después de que Europa quedara vacunada por las atrocidades que en aquellas guerras se vivieron. Si en Eslovenia el horror fue menor, no inexistente, es porque no tiene frontera con Serbia. Además de la vía escocesa, hablar de la vía checa, y mucho antes la escandinava, resultaría apropiado pero no sería propio de Torra.
Si Torra no cambia mucho o se va, el próximo 21 de diciembre asistiremos a una demostración de fuerza que en realidad será de debilidad. Puede haber disturbios, enfrentamientos de los manifestantes con los Mossos y los refuerzos mandados por el ministerio del Interior, contusionados, esperemos que no heridos y detenciones. Pero ni hablar de insurrección, levantamiento, o algo parecido.
La metáfora de Sísifo
Después, o incluso antes, vuelta a la realidad. La realidad que se puede describir con la gran metáfora de Sísifo, puesta al día por Albert Camus, y de manera complementaria, con una imagen muy potente de Karl von Clausewitz.
Sísifo empuja la roca monte arriba, pero antes de llegar a la cima le resbala hasta el pie y vuelta a empezar. Históricamente, el catalanismo ha hecho lo propio. Esta vez la roca no ha resbalado hasta el pie del monte –estamos en democracia aunque sea imperfecta— pero está demasiado lejos de la cumbre para que baste un último empujón. Este esfuerzo es inútil, el histórico no.
Clausewitz afirma que es mejor dar un salto corto que uno largo, pero que, ante un foso amplio que se pretende atravesar, a nadie se le ocurre empezar dando un salto hasta el centro.
Pues eso, ahí, en mitad del foso, están los convencidos de Shmitt, cuatro gatos menguantes, que no saldrían a la calle de no recibir el aplauso de quien preside a los que, sensatamente, volvieron atrás, a refugiarse en la Generalitat.