De puntillas con Barrionuevo
La Moncloa ha extendido un tupido manto de silencio sobre la siniestra etapa de la ‘guerra sucia’ de los GAL
Son tantos los frentes que se le van abriendo al presidente Pedro Sánchez (el penúltimo, el del ministro de Interior (Marlaska, sé fuerte) que el misil que disparó, hace unos días, José Barrionuevo, parece haberse diluído como una gota de agua en el océano. La procesión ha ido por dentro pero asomó un poco la cabeza en el Pais Vasco en donde todavía se respira por las heridas del terrorismo de ETA y todas sus consecuencias.
Que el ex ministro de Felipe Gónzalez haya justificado la existencia de la guerra sucia de los aparatos del Estado, reconociendo su implicación en, al menos, dos casos, ha indignado a las víctimas del terrorismo, al gobierno vasco y a los propios socialistas que han calificado sus confesiones de “profundamente ofensivas” por justificar el terrorismo de Estado en tiempos gobernanza socialista.
Pero la Moncloa ha extendido un tupido manto de silencio sobre una de las manchas que arrastra el viejo socialismo de Felipe González, ahora que se ha conmemorado el 40 aniversario de su victoria en las elecciones de 1982. En tiempo de turbulencias electorales y con las encuestas registrando los vientos desfavorables para la izquierda, Pedro Sánchez necesitaba reconciliarse con el líder del ‘Antiguo Testamento’ para poder contener la fuga de votos de seguidores socialistas desencantados que no se identifican con el sanchismo.
La democracia sólo se debe defender con el respeto más escrupuloso a la ley
Por eso le invitó a participar en los fastos conmemorativos del primer gobierno de izquierdas de la democracia. Y un Felipe incómodo pero resignado aceptó echar una mano a Sánchez. Fue un acto de performance idílica. Por encima de tantas diferencias. Pero la magia la reventó la bomba de neutrones que lanzó Barrionuevo.
El que fuera ministro de interior y hombre de confianza de Felipe González, salió de su retiro mediático para reivindicar la guerra sucia de los Gal. Unas declaraciones ofensivas y sorprendentes. Sin un ápice de arrepentimiento. Reivindicando que los servidores del Estado alentaran y promovieran los asesinatos cometidos por los Gal ¿El fin justificaba los medios? Una perversión en plena democracia reconocida ahora que los delitos de aquella época han prescrito. Es cierto que la cúpula de Interior fue condenada por aquella guerra sucia que provocó un saldo de 27 personas asesinadas (unos vinculados a ETA, otros, no) financiada con dinero público.
José Barrionuevo, titular de interior, y Rafael Vera, secretario de Estado, condenados a 10 años, se vieron beneficiados por un indulto parcial concedido por el gobierno del PP, bajo el mandato de José María Aznar. Nacionalistas e Izquierda Unida criticaron con dureza aquellas medidas de gracia. El PSOE, sin embargo, no agradeció el gesto al PP. Indultos firmados por la ministra Margarita Mariscal de Gante. Una juez que, años después, el PP de Casado tuvo que sacrificar apartándola de la presidencia del Tribunal de Cuentas, por exigencias de Pedro Sánchez, presionado por los secesionistas catalanes.
¿Quid prodest?
Ha vuelto, ahora, la sombra alargada de la historia de los Gal, de la mano de sus promotores. Se ha producido una cadena de coincidencias ¿buscadas? cuyos protagonistas parecen querer torpedear la fagocitación del socialismo y del Felipismo por parte de Sánchez. Este presidente que, subido a la grupa del PSOE, ha ubicado a los herederos políticos de ETA en el trono de sus socios preferentes.
Coincidencias que sólo perjudican al PSOE. Empezó el ex sub comisario José Amedo, con unas declaraciones incendiarias diciendo que “el individuo que desgobierna España es cómplice del encubrimiento de los crímenes de ETA que aún no se han esclarecido”, manifestando su oposición a la política de acercamiento de los presos de la banda a las cárceles del País Vasco para proceder a su posterior excarcelación. Y, de paso, denunciar que ellos cumplían “ las órdenes de un gobierno socialista”.
Continuó José Barrionuevo justificando aquellos crímenes de Estado poniéndose a la misma altura del barro de ETA. El Estado tenía el derecho y el deber de defender a los ciudadanos del zarpazo del terrorismo, desde luego. Pero no con las mismas armas. Una praxis vergonzosa que, al final, sólo contribuyó a dar más bazas a la banda terrorista. La democracia sólo se debe defender con el respeto más escrupuloso a la ley.
La única certeza es que en el País Vasco se dará un paso de gigante hacia la normalización democrática cuando los herederos políticos de ETA admitan que el terrorismo de la banda, como el del Gal, nunca debió existir. No ocurrirá con este gobierno porque ya los ha blanqueado. ¿Qué decir del Gal? Sánchez, que se cree que la ley del divorcio la trajo el PSOE, no estuvo ese día en clase.