De pueblos, Mossos y urnas
Es frecuente oír por parte de los partidarios de la secesión interrogaciones retóricas del estilo “¿cómo va a impedir el Gobierno que votemos? ¿Van a mandar a los Guardias Civiles a retirar las urnas?” Cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado retirando urnas, un auténtico atentado a la democracia, la demostración palmaria de que en España no se respeta la voluntad del pueblo. La fotografía que, estoy segura, muchos desean.
Efectivamente, no sabemos qué piensan hacer para impedir la consulta prevista para el 9 de noviembre, pero sí que hemos podido ver a los Mossos d’Esquadra retirando urnas el pasado 25 de mayo. Se trataba de un multireferéndum para preguntar sobre diversas cuestiones, desde los transgénicos hasta el proyecto de Barcelona World. La Junta Electoral Central había prohibido que se realizara esta consulta el día de las elecciones para el Parlamento europeo y, aun así, pusieron las urnas en la calle.
Tuve la oportunidad de hablar con los integrantes de una de las mesas y los argumentos eran los mismo que los de los que abogan por la consulta separatista: que solo se trata de dar voz al pueblo; que no hay nada más democrático que votar y que, por el contrario, impedir votar es antidemocrático. Por la mañana, los Mossos les pidieron que retiraran las urnas y, como no lo hicieron, levantaron actas. Finalmente, por la tarde, los Mossos se encargaron de llevarse las urnas de cartón. Esas fotos sí que existen.
¿Por qué sería un escándalo que los Guardias Civiles o la Policía Nacional se llevara unas urnas de cartón y no lo es que los Mossos se llevaran estas otras? Varios representantes de ICV-EUiA y CUP, entre ellos algunos de sus diputados, defendieron públicamente esta convocatoria y colgaron en las redes fotos suyas votando.
En el caso de David Fernández, lo pudimos ver incluso como voluntario en una de las mesas. Estos partidos son dos de los cuatro que defienden la consulta sobre la secesión y, más allá de algún tuit y de alguna pregunta en sede parlamentaria, no parece que sus quejas hayan sido demasiado contundentes. ¿Qué harán si son otras Fuerzas las que retiran otras urnas? ¿Una consulta es más legítima que la otra? ¿Unos cuerpos policiales peores que los otros?
En el caso de ERC, los que más vivamente defienden que votar es democracia y que la voluntad de un pueblo pasa por encima de las leyes –esa falsa diferenciación entre legalidad y legitimidad pues en un Estado de Derecho ambas están intrínsecamente unidas– y los que más lanzan al aire esas interrogaciones retóricas que señalaba al principio, en lugar de poner el grito en el cielo por esas Fuerzas de Seguridad retirando urnas, es decir, atentando contra el sagrado acto de votar según se deduce de su propio discurso, se han puesto totalmente de perfil y no han dicho esta boca es mía.
Tampoco ha hablado mucho del tema CiU, tan solo Artur Mas ha dicho que “las cosas, además de hacerlas, hay que hacerlas bien”. Sí, claro, creo que en eso estamos todos de acuerdo.
Pero, ¿quién decide lo que está bien y lo que está mal? Porque se puede decir que en el caso de la consulta sobre la secesión hay una mayoría del Parlamento catalán –más en escaños porque en votos quedaría la cosa bastante más igualada– pero cabe recordar que esa “mayoría” no llega ni para reformar el Estatuto autonómico. Además, la mayoría de diputados catalanes en el Congreso de los Diputados votó en contra de la cesión de la competencia para convocar la consulta y que el resultado final fue de 299 en contra y 46 a favor.
Capítulo aparte merece el hecho de que representantes de los catalanes y a los que todos los españoles, comulguemos o no con sus ideas, les pagamos el sueldo decidan que las leyes que nos son justas no hay que cumplirlas –otro de los mantras– y que pueden hacer un acto de desobediencia civil.
Las leyes, por definición, se imponen y seguramente la mayoría de ellas no nos gustan a la mayoría de personas y si precisamente los representantes del poder deciden que algunas no las van a cumplir, cuesta mucho pensar con qué autoridad le van a pedir a ese pueblo que representan que cumplan las que no le parezcan justas.
Cuando una ve a los Millet, a los banqueros bien jubilados y a los de las sedes embargadas tan tranquilos y a los políticos instando a desobedecer leyes y sentencias de todo tipo –ahí tenemos a Irene Rigau, esa insumisa–, acaba teniendo la sensación de que todo el peso acaba cayendo siempre sobre los mismos y que esto es campo abonado para la desafección por la democracia y el triunfo de los populismos.
Con el actual conflicto por el desalojo de una casa okupa en Barcelona, una de las pintadas más vista ha sido “Can Vies a terra, poble en peu de guerra” (Can Vies al suelo, pueblo en pie de guerra). Da escalofríos ver como unos y otros se arrogan la representación del pueblo mientras que la democracia representantiva acaba pareciendo, cada vez más, papel mojado. Malos tiempos para los que creemos en ella.