De las pataletas de Podemos al ingenuo Sánchez

Las modas son, sobre todo, persistentes. Muy difícil sustraerse a su influencia. Puedes apostar por la diferencia, correr los riesgos de ponerte en contra de las corrientes establecidas y defender tu criterio. También puedes esperar sentado para ver pasar su cadáver, a que se extingan por sí mismas. Si se llevan las corbatas estrechas, poca gente se atreve a ponerse una ancha. Así, en casi todos los órdenes de la vida.

Podemos está de moda, en estado de gracia. Se le perdonan las contradicciones, su reciente pasado aplaudiendo y colaborando con dictaduras; se le toleran los caprichos y se le aplauden las impertinencias. Sus fanáticos seguidores les aplauden en las situaciones más imposibles. Quienes no les soportan disimulan por miedo a quedarse anclados en la condición de viejunos. 

Se pueden dar el lujo, por ahora, hasta que se pase la moda, de hacer lo que les viene en gana. Están tan instalados en la arrogancia –sentimiento que tiene un gran componente autoritario- que no pueden imaginar no tener razón. Tratan a los demás, a quienes no les aplauden, de seres inferiores. Tienen a su favor a gente tan acomplejada como Pedro Sánchez, incapaz de ponerles en su sitio.

Incluso su condición de niños malcriados, instalados en la protesta de todo, se les consiente. A mí me empiezan a agotar.

Si quienes osan criticarles son conservadores están muertos por las hordas en las redes. Si son progresistas, y se atreven a disentir, son miembros de la casta y de la antigua política. Por eso muchos callan y alimentan estos continuos disparates.

Están amparados por su propia osadía: te miran a los ojos y niegan la evidencia con el mismo desparpajo que lo ha hecho Esperanza Aguirre durante muchos años. Ahora, Esperanza Aguirre se ha vuelto irrelevante. Incluso ante sus más conspicuos defensores.

Es cuestión de tiempo que la peña se agote con las ocurrencias de estos niños mal criados disfrazados de progres rompedores. En el fondo, este pensamiento es una nueva forma de elitismo; la aristocracia de quienes se creen elegidos.

Mi diatriba viene a cuento por el pollo que han montado por la ubicación de su grupo parlamentario en lo que ellos llaman  «gallinero». Tiene lógica su protesta; cuanto más arriba, en el hemiciclo, más complicado ocupar el escenario para sus sucesivos shows televisivos. Los niños mal criados siempre piensan que merecen más.

Ahora van a someter a referéndum los posibles pactos. Le criticaban a Sánchez por no mandar en su partido y depender del Comité Federal: ahora ellos dependen de unas votaciones que en los últimos tiempos han sido un páramo de falta de participación. Las franquicias de Podemos piden negociar cada una con el PSOE. Y no ocurre nada. El pensamiento establecido, atemorizado o acomplejado, calla y espera.

Pedro Sánchez deja pasar todos los balones de gol.  Ahora mismo le bastaría con decirle a Pablo Iglesias, «cuando os aclaréis y queráis hablar en serio, llamad por favor. Cuando aprendáis que la política no es un juego, hablamos». Está Sánchez tan agobiado por su propia supervivencia que no se atreve a levantar la voz; ante cada desplante, se arruga.

Soy optimista por naturaleza, incluso cuando me llega el agua al cuello. Tengo una vieja querencia infantil por la diferencia, por apartarme de lo establecido. No he ido a ver la nueva saga de La Guerra de las Galaxias. Tardo mucho en leer un best seller. Y me fastidia no encontrar la ropa que quiero, por estar pasada de moda. Podemos, ahora, es la moda establecida y yo empiezo a disfrutar en la contracorriente.

Como decía, mi optimismo me lleva a creer en el sentido común, amparado por mi convicción ya explicada de que las modas, por su propia naturaleza, son efímeras.

El sábado se reúne el Comité Federal del PSOE. Lo tiene fácil con los datos que tenemos en la mano. Bastaría con que decretaran el desequilibrio psicológico que sufre Podemos para establecer la imposibilidad de un pacto serio con ellos.

A este PSOE le falla mucho la autoestima. No se creen capaces de convencer a sus electores de sus convicciones más íntimas. El miedo paraliza. Si tienes miedo o no sabes controlarlo, es imposible ganar. A este PSOE se le nota el miedo. Y los depredadores de Podemos entran en éxtasis cuando lo perciben.

Lamento comunicar, tanto a mis seguidores como a mis detractores, que estoy exento de la tentación de agradar. Y por eso me estoy dando el sencillo y placentero lujo de decir sencillamente lo que pienso.