De la salvaje agresión a Rajoy a la fatiga de los materiales de Rivera
He tenido que salir corriendo a hacer mi personal encuesta de la campaña electoral. He paseado por mi barrio, Chueca, naturalmente. La mayor parte de mis interlocutores de este miércoles estaban tan horrorizados como yo con la agresión al presidente de Gobierno. Un amigo del barrio que jamás votará al PP, bajo ningún concepto, me decía entre la ironía y la realidad: «Estoy tan indignado que tengo miedo de que acabe teniendo simpatía por Rajoy».
Era el tema del día; después de la indignación, la pregunta: «el puñetazo, después de la indignación, favorece o perjudica al candidato Rajoy«. División de opiniones como en los toros.
El tendido del siete apostaba porque el video indignaba y generaba una solidaridad con el «pobre hombre aguerrido».
Los más rojos de mis amigos del barrio veían luz en la otra dirección: «Después de unos días negros, por si faltaba algo le pegan un brutal puñetazo a Rajoy. El primer impulso es la condena y la irritación. Pero lamentablemente, el vídeo, sumado al debate y a las últimas entrevistas de Rajoy presentan a un señor que está deseando retirarse».
No he podido aclarar mis dudas. La solución, como en todo, el domingo.
Sigo por el barrio. La plaza de Chueca está muy animada. Sale un sol que nos corresponde en diciembre. Las terrazas están llenas de guiris escarbando su cara al sol. Pensé, se van a achicharrar.
El sol es una de las fuentes imprescindibles de la vida. También es un factor de belleza. El sol le otorga a la piel el bronceado que nos hace más atractivos y deseables. Pero la clave está en la dosis. Demasiado sol quema.
Ocurre igual con la televisión. A pesar de vivir en la época de las redes, esta campaña está confirmando el predominio de la influencia de la televisión. Las redes se han calentado siempre que ha habido un debate o mucha audiencia en una entrevista electoral.
Sobreexponerse en televisión también quema.
Les ha ocurrido a muchos personajes de éxito en televisión. Muy poca gente se acuerda ya de «el padre Apeles», arrasaba en la época que el Conde Lequio era quien más brillaba. Hay muchos ejemplos.
Ciudadanos lleva dos campañas a sus espaldas este año. Y el único actor de esta película, en todas sus proyecciones, es Albert Rivera. No sé el grado de conocimiento que tendrán los cabezas de lista en sus circunscripciones.
Tres elecciones en un año no es poca cosa. Albert Rivera ha sido candidato en cada una de ellas. El empuje de los medios de comunicación al éxito de Albert Rivera es innegable. Crecía en las encuestas y aparecía más en televisión. Y cada vez ha salido más, sobre todo porque Albert Rivera es novedad, cae bien; hombre simpático sin querer ser gracioso. Joven y bien plantado. Tiene facilidad de palabra.
Creo que a Rivera le ha afectado las leyes físicas de la fatiga de los materiales.
Llegamos al final de la campaña y detecto una sobreexposición en televisión del candidato de Ciudadanos. Hasta el punto que en los últimos días creo que han intentado echar el freno.
No encuentro a casi nadie que tenga mala opinión de Albert Rivera. Como tengo memoria perversa me he acordado de las campañas de Julio Anguita. Todo el mundo estaba de acuerdo con sus análisis, salvajemente elementales, simples e ineludibles. Lo que sorprendentemente ocurría es que casi nadie de los que le amaban llegó a votarle nunca.
Había consenso en Chueca sobre la excesiva presencia de Rivera en televisión. El más sanguinario crítico de la reunión decía: «cuando sale Rivera quito el volumen de la tele y sé perfectamente lo que está diciendo»
Le falta aire a Ciudadanos en este Maratón. A parte de Arrimadas, no se conocen otros líderes de este partido. Tiene un excelente equipo económico con Luis Garicano al frente y gente tan solvente como Toni Roldán, que además es número dos de ciudadanos por Barcelona. No hay más personajes en el escenario. La ecuación inevitable es «cuanto más Rivera, menos equipos».
La polarización de la campaña desde el mano a mano de Rajoy y Sánchez ha respetado a Podemos en el foco. Pablo Iglesias es un viejo nuevo zorro de asamblea de facultad. Mide sus apariciones y siempre tiene una idea nueva, que muchas veces no es más que una ocurrencia. Es una novedad, Podemos y Pablo Iglesias, que no ha dejado de serlo; todavía sorprende, y por eso no agota.
Convenimos al despedirnos, mis amigos de Chueca y yo, en que nunca ha habido una situación en que todo el mundo concuerde que es imprevisible.
Les digo que me han defraudado y que a lo mejor lo que me han dicho no me sirve para un artículo. Tomás me ha contestado: «todos los días no se es extraordinario».