Sobre el tapete del podcast de La plaza, una profunda preocupación: el deterioro de las instituciones democráticas que determinados gestos, actitudes, propuestas políticas conllevan.
Los gobiernos cambian, los partidos crecen o menguan, los líderes aparecen o desaparecen, pero la fortaleza de las instituciones democráticas, el consenso que su actuación genera en la sociedad a la que sirven, eso es un activo de un valor inconmensurable.
Si se juega con ello, si se pervierte por intereses electorales, privados o partidistas, el daño que se causa no se curará, si lo hace, en una o dos legislaturas, y la consecuencia más inmediata será el empobrecimiento general del país. Repásese el clásico Why the nations fall (Por qué caen las naciones).
Dos botones de muestra para ilustrar el momento: la mesa de diálogo entre el gobierno de España y el de la Generalitat y los homenajes organizados al etarra Henri Parot.
En el primer caso, ni Sánchez, ni Aragonés, tienen derecho a ocultarnos el contenido detallado de esa reunión. Los dos han actuado como mandatarios públicos y por tanto están obligados a detallar de pe a pa el contenido de esa reunión.
En el caso de Parot resulta inconcebible la inhibición del Gobierno ante esos actos callejeros. Rendir público homenaje a quién ha matado a decenas de personas no puede, no debe, tener lugar en una sociedad guiada por valores democráticos.
Ambos botones de muestra reflejan la indolencia del Gobierno a su control democrático y parlamentario, algo que no es optativo pero que los actuales gobernantes están orillando como muchos presuntos delincuentes de cuello blanco consiguen maniatar la acción de la justicia sobre ellos gracias a las argucias de sus potentes equipos defensores.
El Gobierno no utiliza el Congreso para analizar con la oposición de una manera sus propuestas y así la mayoría de ellas se anuncian en TVE, en medios amigos o en performances como las realizadas en Casa América o en otros sitios. El Congreso se muestra así, apenas, ante la ciudadanía como un circo donde sólo se representa la vertiente más grotesca de nuestros políticos. Mal asunto.
Pero mejor que lo escuchan y así no perderán ninguno de los matices aportados por Nuria Val, corresponsal política de ED, y Alejandro Ramírez, director de la revista Inversión.