¿De juicio, de mona o de mitin?
Además de Sánchez, hay varios damnificados por la convocatoria anticipada, pero los peor parados son los separatistas
Hemos tenido elecciones en fechas variopintas. Pasqual Maragall convocó unas autonómicas el día de Todos los Santos. Mariano Rajoy convocó unas generales a 72 horas de Nochebuena, y ahora Pedro Sánchez convoca unas elecciones que celebrarán su campaña electoral con la Semana Santa de por medio.
La duda nos invade ¿Qué hacemos? ¿Ir de mitin o de procesión? ¿Seguir un debate electoral o asistir a la misa del sábado de Glória? Y es más, ¿seguir la campaña o el juicio del «procés»?
La fecha de las elecciones es incomprensible. ¿Por qué celebrar unas elecciones tres semanas por delante de una convocatoria múltiple ya prevista para el mes siguiente? Sánchez no tiene la confianza de su propio partido y sus candidatos autonómicos y municipales prefieren mirárselo desde la barrera y por eso le fuerzan a ir por delante.
Es cierto que Artur Mas adelantó unas elecciones pensando que sacaría mayoría absoluta y se despeñó, pero es nuevo convocarlas, como lo ha hecho Sánchez, con la incertidumbre del resultado.
No era su opción, no obstante el día que participó en la presentación de Jaume Collboni como candidato a la Alcaldía de Barcelona pidió paciencia a “las derechas” y afirmo que gobernaría hasta 2020. Semanas después su plan se ha ido al traste.
Además del propio Sánchez hay varios damnificados por la convocatoria anticipada. Los peor parados son los separatistas. Una hora dura 60 minutos y la campaña restará espacio mediático al juicio a los ex consejeros de la Generalitat y ya se sabe que el independentismo necesita atención mediática a toda costa para no caer en el olvido.
Quizás el único independentista feliz con las elecciones sea el mismísimo Puigdemont
Además el independentismo llega mal a las generales. Más allá de que no son sus elecciones el Pdecat y la Crida llegan a la greña y en un momento como el del juicio, donde deberían mostrar fortaleza y unidad, deberán debatir y luchar por un mismo espacio electoral divididos en dos o tres candidaturas.
Un incremento de la brecha electoral entre ERC y los de Carles Puigdemont es un desastre para el prófugo expresidente. Quizás el único independentista feliz con el adelantamiento electoral sea el mismísimo Puigdemont.
Ya se sabe que el ex president, en el momento de la moción de censura, era partidario de sostener a Rajoy porque, desde su particularísimo punto de vista, cuanto peor mejor y por lo tanto la expectativa de un gobierno con Pablo Casado y Albert Rivera o con Sánchez y Rivera es una garantía de poder seguir agitando la sociedad catalana y mantener viva la llama del «procés».
El independentismo, que coronó a Sánchez, lo ha derrocado. Solo cuando Felpe Gonzalez, José María Aznar o Rajoy obtuvieron mayoría absoluta los partidos nacionalistas catalanes en el Congreso no tuvieron capacidad de investir o tumbar gobiernos. Es una extraña potestad para unos partidos que afirman representar a unos votantes de una región oprimida y colonizada.
El futuro gobierno no tendrá el apoyo independentista dado que Sánchez se verá obligado a repetir una y otra vez que no aceptará sus votos en la investidura si no quiere quedarse sin votantes. Así las cosas el que tiene más papeletas para estar en el próximo Gobierno es Rivera. Todo apunta que él será la clave.
El líder de Ciudadanos puede pactar con Sánchez o con Casado y Santiago Abascal. Si hace lo primero en las municipales, autonómicas y europeas de un mes más tarde puede ceder espacio en beneficio del PP y Vox, y si hace lo segundo puede engordar al PSOE.
«Estar en el gobierno quema mucho pero estar en la oposición desgasta aún más»
El líder de Cs tiene una elección difícil, pero ya dijo Giulio Andreotti, ex primer ministro democristiano italiano, que “estar en el gobierno quema mucho pero estar en la oposición desgasta aún más”.