De Jinping a Aragonès
La doctrina de Jinping se fundamenta en la colaboración, mientras que la de Aragonès supone una enmienda total a la revolución del procés
Análisis global, o mero y fallido intento. Según fuentes, por el momento ilocalizables, el modelo de Pere Aragonès para perpetuarse como president de la Generalitat no sería otro que el del gran líder chino Xi Jinping.
Las proporciones son las que son, y a los dos más famosos episodios de los Viajes de Gulliver me remito. Contaban de Pujol que, en viaje oficial a China, comentó sobre los catalanes: “som sis milions”, y que el gerifalte de turno, al oír tamaña noticia, fingiendo creer que de una delegación se trataba, preguntó en qué hotel se hospedaban. Pues eso.
Sin embargo, aunque desde China se observa a Cataluña con lupa, de otro modo no se vería, pueden detectarse ciertos paralelismos. Estabilidad para fortalecerse. Unidad, ya sea por convicción ya mediante la imposición del silencio al adversario y el férreo control de los mensajes que se difunden desde el poder. Dominio interno que se complementa con la amigable colaboración con el adversario, o incluso el enemigo exterior. Autopropaganda sobre el personaje y el partido, primero como única salida aceptable y luego como única vía de prosperidad, progreso, ambición nacional sin límites. Es independencia en un caso y conquista de Taiwán en el otro.
La doctrina Jinping se fundamenta en la colaboración, no en la confrontación y en facilitar el desarrollo del comercio en beneficio de todas las partes. Un imperialismo benigno y pacífico, no meramente extractivo, al contrario del que los Estados Unidos han practicado durante décadas, jalonado de golpes de estado e imposición de feroces dictaduras.
La doctrina Aragonès supone una enmienda total a la revolución del procés. El reconocimiento de que por ahí no se va ninguna parte es insistente y explícito. Lo que cuenta ahora es la mano tendida, la negociación, los apoyos mutuos y los consensos amplios, todo ello con el objetivo de afianzarse en la debilidad de los 33 diputados e ir convirtiendo en fortaleza.
Además, Jinping sirve a Aragonès de contramodelo. Así como el timonel desencadenó una intensa oleada anticorrupción en la que se incluía, tal vez motivándola, una purga de oponentes, el govern monocolor de Esquerra se propone eliminar a Junts como rival a través de adueñarse, hasta el monopolio, de lo que en otros tiempos fue calificado despectivamente como el ‘sector negocis’ de la Convergència pujolista.
Favorecer los negocios y las empresas no es sinónimo de corrupción (en China sigue habiéndola) pero es seguro que aumenta la influencia directa y el poder del partido que cuenta con medios y voluntad para ayudar. Por esa vía, que no va a aparecer en los medios y no pasa por el Parlament, el poder de ERC puede ir creciendo con la fiabilidad y los favores, y más si consigue, como parece llegar al final de la legislatura.
Las diferencias son grandes, pero la mayoría se refieren más a los medios que a los fines. Si Jinping ostenta el monopolio mediático y el férreo control de las redes sociales mediante una feroz represión, progresa de manera implacable la infiltración y sometimiento de los medios catalanes a los dictados de ERC, no solamente los públicos sino también la mayoría de los privados.
La caza de periodistas y opinantes favorables a Junts está a punto de culminarse. La alternativa es el sometimiento a Aragonès. Quedan algunas reservas, pocas, y aún en peligro de extinción. El desahucio de Junts de las esferas del poder deja a todos sus feudatarios a la intemperie, sin perspectivas, sin alpiste, sin la debida protección del señor al vasallo.
La única competencia algo seria en el sistema mediático catalán es la socialista, pero así como Salvador Illa ya promete apoyos sin rechistar, incluso más allá de los que ordenan y mandan en Moncloa y Ferraz, la hegemonía socialista en algunos influyentes medios se va a diluir hasta una destacable, pero para nada incómoda presencia.
El camino del poder nunca es de rosas. Tanto en democracia o en dictadura. Tanto aquí como en Pequín, sus márgenes están sembrados de cadáveres políticos. Tanto acá como acullá, la pirámide del poder se sostiene entre los polos de la intimidación y las perspectivas de un futuro mejor.
El que promete Jinping a China es convertirse en potencia hegemónica mundial. Veremos si llegan a la meta. El camino es largo y ya no avanzan al ritmo de los mejores tiempos. Por ahora, en palabras del gran líder, que acaba de modificar la constitución para seguir en el poder, tendiendo la mano, colaborando y sin meterse en lo que no le incumbe, verbigracia el régimen o la ideología dominante de los países con los que comercia. Eso, de momento, por ahora y mientras no esté China en disposición de pasar a la siguiente fase con garantías de éxito.
La meta de ERC ha sido y sigue siendo la “Catalunya rica i plena” del himno. Ya sea con independencia o con instrumentos suficientes de soberanía. ¿Están en ello? Se supone, pero no puede demostrarse. ¿Avanzan? Depende. Hacia el objetivo, tal vez no, pero sí, de manera clara, hacia el monopolio del poder regional.
A pesar de sus buenas maneras, Occidente considera a Xi como una amenaza, lo mismo que España al independentismo pragmático. A medio plazo, no les va a faltar razón.