De Guindos, lejos del fútbol
Es una situación incómoda para el ministro de Economía en funciones, Luis de Guindos. Lo es porque su libro España amenazada (Península) explica algunas cosas que no pueden gustar al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. Pero la vida tiene estas cosas. De Guindos se comprometió con Ramón Perelló, el editor de Península, a escribir el libro, pensando que ahora ya no sería ministro. Pero sigue en funciones desde las elecciones del 20 de diciembre de 2015. Ahora, De Guindos asegura que no se arrepiente «de nada», ni de lo escrito, ni de su gestión.
Lo cierto es que el ministro se aleja del fútbol, se aleja de ese enfrentamiento tan letal en España entre los de un equipo y el contrario. Porque el ministro admite cuestiones que el PP no quiso tener en cuenta cuando accedió al Gobierno a finales de 2011. De Guindos es independiente, y esas cosas nunca se acaban de aceptar en los partidos políticos.
Lo que apunta, como aseguró este lunes en la presentación de su libro en el Círculo de Economía, es que al Gobierno de Rodríguez Zapatero, entre 2008 y 2009, le aconseja la propia Comisión Europea para que recurra al déficit, porque con ello se pensaba en evitar la recesión. Zapatero impulsó los planes E, que tanto criticó el PP. Con mejor o peor fortuna –más bien esta última— Zapatero se puso en manos de Bruselas, como después hizo el PP, aunque con consejos en la dirección contraria.
De Guindos admite ahora que Bruselas ha cometido un gran error desde el inicio de la crisis, y es que «ha humillado» a muchos países, entre ellos a los rescatados, como Grecia, Portugal e Irlanda. Y que lo que él escuchó y vio en esas reuniones comunitarias no era tolerable. Y eso es una lección que está bien que se tenga en cuenta, lejos del mensaje oficial del Gobierno del PP sobre la necesidad de obedecer las directrices de la Comisión Europea.
El ministro se refiere a esa cuestión, sobre el fútbol, de forma literal en el libro. Asegura que, tras recibir el rescate financiero, en julio de 2012, al borde del precipicio, la lectura por parte de los mercados fue negativa, especulando con el siguiente paso, que se esperaba que fuera un rescate total. De Guindos insiste en que el máximo objetivo era evitar ese rescate y mantener la «autoestima como país».
Sobre esa posición se hizo burla, y un periodista italiano lo escribió: «Los españoles son muy orgullosos, son hidalgos, te miran a la cara con ojos desafiantes y dan taconazos de rabia si se les devuelve la misma mirada». El ministro lo interpretó: «Me pareció un pataleo dentro de un artículo en el que el periodista trataba de explicar al presidente del BCE, Mario Draghi, la derrota de Italia frente a España por 4-0 en la final de la Eurocopa de 2012».
Lo que señala De Guindos es que los círculos de los presidentes no siempre aciertan, y más bien entorpecen a los ministros. Lo mismo ocurrió en el Gobierno de Zapatero. Lo recordó en el Círculo de Economía, y lo detalla en el libro, al señalar que en la reunión del G-20 en Los Cabos, a finales de junio de 2012, «algún miembro de la delegación española empezó a especular con la posibilidad de amenazar con que abandonábamos la moneda única. Lo que se dice tirar la toalla desde un sexto piso y lanzarse detrás de ella».
Lo reitera la criticar que Mariano Rajoy ofreciera un porcentaje de déficit del 5,8%, en lugar del 4,4% fijado. Aunque esa petición era irreal, De Guindos lo pasó muy mal con el ministro de Fiinanzas alemán, el duro Schaüble, por el anuncio de Rajoy, que le había dejado con poca capacidad de negociar.
Y lo más importante. A lo largo del libro, De Guindos constata que no hubo rescate de España por la determinación de Rajoy y de él mismo, pero principalmente porque la zona euro no estaba preparada ni dispuesta para asumir gigantescas cantidades de dinero, que hubieran dejado en migajas el rescate de Grecia, que ya había soliviantado a la opinión pública alemana.
Será difícil ahora que De Guindos vuelva a jugar a fútbol. Aunque todo depende de su entrenador, Mariano Rajoy, y si quiere que sea, de nuevo, titular. Pese a todo, ahí queda el libro.