De Gramsci a la oferta de Rajoy
El independentismo ha querido seguir a Gramsci con su idea de la hegemonía, pero podría abrazar la oferta de Rajoy, con el modelo del PNV en el País Vasco
Si se tiene en cuenta lo que estamos viviendo en Cataluña puede plantearse lo siguiente. Reducir la democracia -se llenan la boca con esta palabra- al ejercicio del voto es una falacia muy simplista. Los independentistas toman la parte por el todo y con la meta de crear un estado de opinión favorable, y no siempre lo consiguen. También toman atajos procedimentales para alcanzar fines partidistas saltándose las garantías constitucionales que todos nos hemos dado.
Y estas premisas se han olvidado por completo en los últimos cinco años en Cataluña. No importa lo que nos hemos dado o lo que conseguimos durante la transición. Lo importante es lo que ellos quieren imponer a la fuerza y sin un poder de decisión mayoritario. Las minorías tienen el poder en Cataluña. Este hecho es trascendental, pero no único. Las dictaduras siempre han gobernado en minoría, tanto de derechas como de izquierdas. Está en su ADN.
Todo esfuerzo para revertir la situación catalana está destinado al fracaso sin disponer de los elementos conceptuales necesarios para llevar a cabo la lenta y progresiva deconstrucción del marco estratégico desde el que ha debutado la eclosión del independentismo catalán.
Para el soberanismo no importa nada lo alcanzado durante la transición
La situación actual no es enteramente coyuntural. Es el residuo de una estrategia intelectualmente robusta basada en la adaptación al catalanismo de modelos de lucha por el poder fácilmente trazables en la historia del Siglo XX. El modelo de expansión del catalanismo excluyente de raíces identitarias ha adaptado a sus fines el esquema iniciado por Gramsci, quien hizo una sustitución de lo económico por lo cultural en la teoría marxista. Dicho de otra manera, el control cultural en lugar del de los medios de producción.
Recordemos que Antonio Gramsci definió las bases de acción para lograr la dominación por medio de la hegemonía cultural, una larga marcha a través de las instituciones públicas. Empezando por las escuelas y siguiendo por las universidades, la cultura, el gobierno, la judicatura y los medios de comunicación. La premisa era que para llegar al comunismo, primero había que crear un hombre nuevo, haciendo tabla rasa del status quo social. Georg Lukacs, padre del Terrorismo Cultural, facilitó la cristalización del trabajo de Gramsci al ser cofundador del Instituto de Investigación Social de Frankfurt, cuya escuela de pensamiento dio como fruto la Teoría Crítica, un sincretismo entre el psicoanálisis freudiano y el análisis marxista.
Intelectuales como Marcuse, Adorno, Reich y Fromm produjeron trabajos seminales sobre este paradigma, cuyo tema central era tanto la crítica de los valores y creencias tradicionales como el cuestionar el orden social prevalente. La Escuela de Frankfurt ideó y propagó herramientas de ingeniería sociológica como el establecimiento de tabúes asociados al victimismo de determinados grupos.
El esquema adoptado por el independentiso es el que diseño Gramsci sobre la hegemonía cultural
Si hacemos una transposición a la situación catalana, habremos de convenir que las elites ideológicas del nacionalismo catalán partieron del esquema concebido y desarrollado por Gramsci y sus sucesores transponiendo sus elementos fundamentales al nacionalismo catalán. La clave de la consolidación del nacionalismo catalán post-franquista fue por lo tanto su gradualismo.
No carente de ciertos elementos mesiánicos, el independentismo catalán evitó la confrontación directa y la ostentación de sus fines en el convencimiento de que la larga marcha antes aludida crearía las condiciones necesarias para, sacando partido de las dinámicas demográficas propiciadas por el pujolismo, recoger los frutos sembrados una vez que alcanzasen su madurez natural. Esta situación se alteró dramáticamente tras la readaptación estratégica ad-hoc desarrollada por Madí para Artur Mas. Lejos de ocultar los fines últimos, el así llamado procés hizo ostentación de los mismos y busco descaradamente la sobrerreacción del Gobierno central buscando su victimización para conseguir la simpatía exterior y por ende lograr apoyos a su causa por terceras partes.
La estrategia de buscar una sobreactuación del Gobierno de Rajoy, por ahora, ha fallado
A día de hoy, esta estrategia ha fallado, y solo ha logrado resaltar las inconsistencias y oportunismos del así llamado procés, cuyas dinámicas golpistas retroalimentan la propensión a procrastinar del Gobierno central. Llegado a este punto nos encontramos en una situación que se caracteriza por un estado de falta de resolución causado por la toma de decisiones superficialmente racionales por parte de los agentes políticos basadas en suposiciones acerca de las intenciones del adversario.
En el caso catalán esto se traduce en que la inercia del Estado se ve reforzada por la pobreza de los análisis que llevan a la baja calidad de los inputs que le llegan desde Cataluña, estimulando de este modo su propensión a no tomar cartas en el asunto y dejar que el paso del tiempo resuelva el problema. Aunque existe una solución planteada en Bilbao por Rajoy. Para la prensa no ha pasado desapercibido, pero quizás por aquellos líderes del procés más obcecados en sus convicciones que en soluciones, si que haya pasado. Rajoy puso sobre la mesa los avances que la administración estatal ha alcanzado con el gobierno vasco en lo que respecta al Concierto Económico y la Ley Quinquenal.
La postura del gobierno catalán, según Rajoy, no resuelve nada. Moderación y diálogo para conseguir lo que uno quiere. Y si esta petición está supeditada a un concierto económico, como dejó entrever Rajoy, quizás haya entendimiento. Si no se responderá con la razonable fuerza de la Ley, la sensatez y la moderación. El futuro está marcado para aquellos que lo quieran entender.