De Gispert da la razón a Cayetana
Sin la campaña de Cayetana Álvarez de Toledo, el ataque de Núria de Gispert hubiera pasado más desapercibido
La conciencia social no hay que confundirla con la idea marxista de la conciencia de clase. La conciencia de clase implica lucha entre dichas clases.
En el caso que nos ocupa Cayetana Álvarez de Toledo acuñó durante la pasada campaña electoral el término, algo odioso, de “empoderamiento” social, para destacar que una parte de la sociedad catalana −la no independentista− debía tomar conciencia de su situación de inferioridad frente a la otra parte de la sociedad −la separatista− que se siente desde siempre superior y con el derecho a ejercer dicha superioridad de forma natural y preestablecida.
Desde un punto de vista de los resultados electorales, que sin duda es el que debe valorarse a corto plazo, la campaña ha sido un fracaso dado que solo se ha obtenido un escaño al Congreso de los Diputados.
Así lo afirmó la candidata que asumió como suyo el fracaso y a esa afirmación solo puedo añadir que parte de ese fracaso me corresponde a mí también como segundo de esa lista aunque ella, generosamente, pretenda asumirlo al 100%. Desde una perspectiva de debate social y mediático la campaña de Cayetana no ha sido un fracaso.
En todo caso, lo será si fruto de los debates políticos internos −y el análisis de que conviene más al PP para no repetir un mal resultado el próximo 26 de mayo− todo lo sembrado durante la campaña electoral a las elecciones generales se abandona fruto de un volantazo como conclusión de que todo lo que el PP ha hecho en Cataluña en el pasado es lo que debe repetir en el futuro próximo. Eso sería certificar la voluntad de autoliquidación.
No tengo ninguna duda que el mal resultado del PP es lo que permite a Núria de Gispert tratar de cerdos a los políticos constitucionalistas y anima a Quim Torra para reafirmarse en la concesión de la Creu de Sant Jordi a pesar de los tuits de tan infame personaje.
El separatismo cada vez más consolida su poder basado en el señalamiento y, como consecuencia, el miedo social
Es más, creo que es la xenofobía de De Gispert lo que lleva al Gobierno catalán a concederle la Creu de Sant Jordi. Solo para disimular se lo dan a otros dos presidentes de Parlament separatistas, pero en realidad lo que quiere el Gobierno catalán es premiar a De Gispert por ser una de sus seguidoras más abiertamente abyecta, y racista.
Lo sucedido con De Gispert confirma lo acertada que es la teoría de Cayetana: esto no va de dar “satisfacción ni acomodo al separatismo sino de ofrecer igualdad, garantías y democracia a la parte de la sociedad catalana no independentista” para evitar que sean tratados como cerdos por la otra parte de la sociedad.
Una parte de la sociedad que, además, cuanto más pasa el tiempo y más se debilitan las opciones constitucionalistas en Cataluña más consolida su poder basado en el señalamiento y, como consecuencia, el miedo social.
El éxito de Cayetana, si bien no ha sido electoral, sí lo es a nivel de incidencia social. Sin su campaña de denuncia del supremacismo separatista el ataque de De Gispert hubiera pasado más desapercibido. El manto de silencio que cubre la sociedad catalana y que apesta ha sido puesto a airear por Cayetana Alvarez de Toledo.
Durante las semanas que he tenido el privilegio de “ser el segundo de Cayetana” lo que más me ha llamado la atención han sido las decenas de personas bien intencionadas, conocidas o no por mí, que me han llamado o parado por la calle y me han dicho: “¿Pero por qué te metes en este lío? ¿No ves que perderás el trabajo? ¿No te das cuenta que tendrás problemas?”.
Es la constatación en primera persona de que la campaña de Cayetana iba en la línea correcta y de que debe mantenerse para que al fin dé sus frutos. En ello nos va la supervivencia social, y quién sabe si física, de los catalanes no separatistas.
La división de los partidos no socialistas en España facilita el gobierno al socialismo
Para los catalanes no separatistas expresar en público la discrepancia, no comulgar con el separatismo, no estar a los pies del de Waterloo o de Oriol Junqueras es un riesgo. Es más, es percibido por casi todo el mundo como un error vital, en especial por los mismísimos catalanes no separatistas.
Celebro también a las docenas de individuos que vía redes sociales, se han alegrado de mi no elección; no deja de generarme una cierta satisfacción que dicha elección, si se hubiera producido, les provocara preocupación.
Dos apuntes finales. El primero es que, como ya es sabido, la división de los partidos no socialistas en España facilita el gobierno al socialismo. Esa división en Cataluña, donde el espacio sociológico es más estrecho, se convierte en dramática.
El segundo es que una nueva crisis económica, tal como apuntan todos los indicadores, dará alas al separatismo como ya sucedió en el período 2010-2014, y el constitucionalismo debe prepararse para hacer frente a esa contingencia.