David Taguas contra todos, y fiel a su presidente
“¿Estabas despierto, no?” Sí, claro, soy de los que se acuestan tarden, dime, dime”. David Taguas irrumpe con su tremenda voz por teléfono. Tiene ganas de comentar la jugada, y debatir, sea la hora que sea. Así que lo prueba y es él quien llama a este periodista, encantado también de debatir y preguntar sobre un periodo que sigue siendo una incógnita y que marcará el futuro de España durante muchos años.
Es la noche de las jornadas de economía de S’Agaró, en Girona. El pasado 30 de noviembre, o, de hecho, el 1 de diciembre ya. Taguas ha explicado en S’agaró cómo podría España salir de la crisis, sin abandonar la zona euro, pero con el compromiso de reducir el gasto público improductivo.
Y lo ha hecho con determinación, cargando con fuerza contra el ministro De Guindos, sin nombrarlo, quien, en su intervención anterior, no se ha ahorrado un comentario muy crítico respecto al gobierno anterior, respecto a los responsables económicos anteriores, que no actuaron a su debido tiempo cuando ya arreciaba el temporal. Y entre esos responsables estaba Taguas. Y quiere comentar con el periodista, que le sigue desde hace meses con mucha atención, algo que le tiene realmente sorprendido: si los datos dicen algo tan claro, ¿cómo es que nadie actúa en la dirección que él cree que es la correcta?
David Taguas ha muerto de forma repentina. Un infarto. Fumaba mucho, sí. Y sus enfados eran históricos. ¡Tenía sangre en las venas, vaya! Pero he visto a pocos economistas explicarse mejor, capaz de dedicar mucho tiempo, el que fuera necesario, para hacerte ver el problema de las pensiones en España, o por qué el verdadero problema de España es la falta de ahorro, el ahorro que debería fomentar la inversión, y, por tanto, la recuperación económica, como explica magistralmente en su reciente libro –se presentó en Madrid el día 11 de febrero de la mano del editor de Deusto, Roger Domingo—Cuatro Bodas y un funeral, un título muy ilustrativo sobre la crisis española, pero de una gran crueldad ahora.
El impacto en este periodista ha sido enorme. Una gran tristeza, por un economista que amaba su profesión. Y eso siempre es algo bueno.
“¿Pero, cómo es que no lo entienden, coño?”, solía repetir en los últimos meses, contrariado porque la idea que se ha instalado en España es que el Gobierno de Mariano Rajoy ha perpetrado unos recortes tremendos, cuando, siguiendo los datos que exponía Taguas, el Estado sigue intacto, y el gasto “improductivo” no se ha tocado. Ese «no lo entienden», claro, iba dirigido al equipo económico del PP, en concreto a Cristóbal Montoro, verdadera diana de Taguas en los últimos meses.
Sin embargo, el problema de Taguas era otro. Las críticas han arreciado en las últimas horas. Fue el director de la oficina económica de la presidencia del Gobierno, con el presidente Rodríguez Zapatero. Había llegado muchos años antes al Ministerio de Hacienda, en el equipo de Josep Borrell, en la secretaría de estado de Hacienda. Y provenía del Instituto Nacional de Estadística. Más tarde estaría en el servicio de estudios del BBVA, que agrupa, seguramente, a los mejores economistas del país.
Estuvo con Miguel Sebastián, que era el director. Los dos iniciaron una estrecha colaboración con Zapatero, cuando éste era jefe de la oposición. Sebastián fue llamado a la Moncloa, con la victoria del PSOE en 2004, y cuando fue elegido candidato a la alcaldía de Madrid, Taguas ocupó su puesto como jefe de la oficina económica de Zapatero.
Pero, tras las elecciones de 2008, Taguas abandonó la Moncloa, para ser el presidente de SEOPAN, el lobby de las constructoras. Era feo. Raro. La oposición buscó si aquel cargo era incompatible con un hombre que el día antes había estado en los fogones del poder. Taguas cayó. En 2012 fue cesado, tras la victoria del PP, y pasó a dirigir el Instituto de Macroeconomía de la Universidad Camilo José Cela en Madrid.
¿Pero, qué pasó exactamente? Es importante saberlo, porque Taguas vio como llegaba la crisis desde el primer momento. En el verano de 2007, y lo explica su amigo, el también economista, César Molinas, compañero en aquel gabinete que dirigiera Antoni Zabalza en el equipo de Josep Borrell, Taguas organiza reuniones cada lunes, que se prolongan hasta su salida de Moncloa, porque ve el enorme problema que se avecina con el escándalo de las hipotecas subprime en Estados Unidos. Y en esas reuniones estaban los responsables de los departamentos de control de riesgos de las principales entidades financieras españolas. Tras las reuniones, se redactaban informes, con medidas para paliar el tsunami. Y se entregaban al presidente del Gobierno. Hasta ahí llegaban las responsabilidades de Taguas.
Pero, ¿qué hacia el ministro de Economía, Pedro Solbes? Taguas nunca vio con buenos ojos la labor de Solbes. Y, tras la publicación del libro de memorias del ex ministro, Taguas cargó contra él, por los supuestos informes que el propio Solbes habría elaborado, alertando él de los desequilibrios de la economía española, ya en 2009.
Sin embargo, ¿por qué se fue Taguas a SEOPAN? Fue fiel a su presidente. Siempre habló bien de Zapatero a este periodista. Desde el lobby de las constructoras, Taguas podía buscar vías para mejorar los problemas de financiación. Él había estado en el BBVA, –aunque no se puede olvidar en todo esto los intentos en su momento de Sacyr de hacerse con el banco, en 2004—y podía hacer un trabajo importante, sin dejar de asesorar al presidente.
Asumió el desgaste, aunque tuvo ofertas profesionales fuera de España. En las largas conversaciones, en Madrid o en Barcelona con este periodista, esas cuestiones surgían con la ayuda de un calzador, porque a Taguas sólo le interesaba en los últimos meses descifrar la economía española y ofrecer una alternativa sólida para salir de la crisis.
Ahora ya no se puede defender si le atacan. Zapatero estuvo en la presentación de su libro. Zapatero tampoco ha hablado demasiado sobre el papel de Solbes en los años de la crisis. Pero esa etapa fue crucial. Entre Zapatero y Taguas se fraguaron grandes lazos de lealtad mutua.
Tampoco le podrán escuchar esa enorme voz, producto de muchos paquetes de tabaco acumulados, un grupo de empresarios y economistas, de Madrid y Barcelona, que compartían periódicamente con él unas cenas llenas de pasión por intentar resolver las cosas, principalmente las económicas, porque de las políticas Taguas no acostumbraba a hablar, entre otras cosas porque el llamado proceso catalán le parecía surrealista. Se quejaba de que la comunidad económica catalana se había desentendido ya de los debates económicos sobre España.
Descanse en paz. Fue una enorme suerte poder analizar y aprender sobre economía con Taguas.