Cuñadismo 4.0.
'Cuñadismo' hacía referencia hasta hace bien poco al nepotismo o favoritismo hacia los cuñados, pero nuestra descollante ocurrencia carece de barreras
Somos un país de inventiva, que no de inventores. Tenemos ese gracejo tan propio que nos hace distinguibles fácilmente, sobre todo si vamos en grupo. Hemos realizado grandes aportaciones al ingenio humano, alguna de ellas absolutamente inolvidable como aquel Chiquilicuatre tan ciber-cañí, ahora que estamos en período eurovisivo.
Una de nuestras últimas conquistas es un término que ya como nominación nos acerca a la genialidad pero que gracias a la mejora en su concepto todavía nos propulsa más hacia cotas inimaginables de perspicacia rayana en lo genialoide: cuñadismo.
En modo coloquial, cuñadismo hacía referencia, al menos hasta hace bien poco, al nepotismo o favoritismo hacia los cuñados (en el “Diccionario del español actual”, obra de Seco, Andrés y Ramos, en su edición del año 1999 nada menos que en 2 volúmenes, se considera el cuñadismo como “el nepotismo que recae sobre un cuñado” acercando el término al más coloquialmente utilizado “amiguismo”). Pero nuestra descollante ocurrencia carece de barreras y hemos conseguido aumentar su campo semántico para convertirlo en aquella tendencia a opinar sobre cualquier asunto, queriendo aparentar ser más listo que los demás.
Cuñadismo: dícese de la actitud de quien aparenta saber de todo, habla sin saber pero imponiendo su opinión
Si somos rigurosos cuales académicos, definiríamos cuñadismo de las siguiente manera: “Dícese de la actitud de quien aparenta saber de todo, habla sin saber pero imponiendo su opinión o se esfuerza por mostrar a los demás lo bien que hace las cosas”. ¡Pobres cuñados! Constato por experiencia personal que no solo es una falacia lo anteriormente atribuido a estos sino que, en algunos casos, que no en todos, seguramente es falso. “O no, vaya usted a saber que yo bien sé…“, que diría un experto cuñadista.
Síntoma claro de una época de exceso de información, que no de conocimiento, San Google nos provee de lo necesario para convertirnos en auténticos especialistas, al menos, nominalmente, acerca de cualquier tema. Observamos que desde hace algún tiempo, el cuñadismo avanza por derroteros similares a las conquistas tecnológicas e informáticas. Por ello, nos permitimos incorporar al elenco de nuevos vocablos de la terminología al uso para acuñar el término “cuñadismo 4.0”.
Referiremos “cuñadismo 4.0” como aquella actitud de atribuirse conocimiento y sapiencia en los dominios de la tecnología y la informática aplicados a novedosos campos donde estos saberes comienzan a enseñorearse. Terminología como Industria 4.0, Digitalización, Big Data, Ciberseguridad,… resultan ser denominaciones que exigen un tratamiento más allá de lo meramente nominal, que no por emitirlos en contextos más o menos adecuados, ganan contenido por su mera enunciación. Hay que dotarlos no solo de conocimientos sino también de experiencias, de logros y de fracasos, de prácticas y de proyectos; de realidad, en definitiva. En un modelo abierto de aprendizaje, eso que hemos dado en llamar ecosistema de conocimiento empresarial, saber de qué se está hablando y dotarlo así mismo de sentido, resulta crucial. Como diría un cuñado, “déjate de historias y ponte a currar en serio”. El último ataque cibernético a través del virus “WannaCry” a numerosas empresas españolas pone una vez más de manifiesto que estamos ante un auténtico “cuñadismo 4.0” realmente preocupante.