Cuestión de calidad

Rajoy está eufórico. Ha conseguido situar por dos años a España en el Consejo de Seguridad de la ONU y cree que con la suspensión de la consulta en Cataluña, tal y como había sido diseñada por el bloque soberanista, ha abortado el proceso de emancipación catalán. Gloria efímera para lo primero y más efímera aún para lo segundo.

Como ya escribí hace dos semanas, Europa parece entrar de nuevo en números rojos y arrastrará, en primer lugar, los vientres débiles mediterráneos. La única reforma que han hecho es la que ha provocado una pérdida masiva de la capacidad de consumo de las capas medias y humildes. Ninguna rectificación en los otros parámetros: innovación, reindustrialización, modelo bancario, educación… Al contrario, marcha atrás en todos ellos.

¿Somos conscientes de que esta falta de eficiencia económica y social está vinculada a la mala calidad de la democracia española? Cualquier análisis comparativo muestra cómo las mejores democracias en el mundo, a la vez son las que tienen una pirámide social más baja, con ascensor social garantizado y que presiden los rankings de riqueza y bienestar.

Pues de calidad democrática se ha hablado, mucho y bien, en una jornada académica organizada por la Fundación Maurits Coppieters adscrita al grupo parlamentario Alianza Libre Europea-Los Verdes y la Fundación Irla. Se ha presentado el estudio elaborado por Jaume López, profesor de ciencia política de la UPF y por Josep Maria Vilajosana, catedrático de filosofía del derecho de la UPF, titulado Calidad democrática para un nuevo estado. Próximamente lo encontrarán colgado en la web.

La tesis de los doctores es que la democracia representativa está deslegitimada en el mundo occidental, especialmente en Estados de raíces autoritarias y plurinacionales no reconocidos, y que el proceso de globalización económica, que consagra el imperio de ésta sobre la política, y que la tendencia al empeoramiento social en los Estados de baja calidad democrática ponen sobre la mesa la necesidad de dar un salto hacia una democracia de calidad.

Éste sólo será posible si se sustenta en tres pivotes: la tradicional democracia representativa (mejorando el proceso de elección de los representantes y de control sobre ellos); la democracia participativa, vehiculando fórmulas ágiles y de participación ciudadana en la elaboración de posiciones de gobierno o de leyes; y finalmente, la democracia directa, que es la referendaria y tiene cuatro vertientes.

Se trata de los referéndums clásicos de reforma constitucional o constituyentes; los referéndums de iniciativa popular, donde se pone a votación la ley elaborada desde la sociedad civil; los referéndums de abolición, donde la población puede ejercer el voto para derogar leyes que ya no son legítimas porque no representan el sentido mayoritario de la población; y los referéndums reprovatoris que tienen algunos Estados americanos, donde se vota a favor del cese de un cargo electo, especialmente en cargos locales o supralocales.

Otra aportación de los profesores de la UPF es la recomendación de que el proceso constituyente catalán siga los modelos más avanzados que se han experimentado en Islandia e Irlanda: primero hay una etapa participativa abierta a los ciudadanos de aportación de contenidos constituyentes; segundo, una etapa de redacción con una comisión mixta parlamentaria-sociedad civil, los representantes de la que se eligen por sorteo, previa segmentación sociológica de la población; y finalmente, referéndum de aprobación, donde se ponen los principales títulos de la nueva constitución en votación separada, mediante el que, a pesar de ganar todos los capítulos, el Parlamento dé cuenta de los puntos de más débil legitimidad social, de cara a futuras reformas .

En el resto de la jornada hemos oído a Ramón Cotarelo, de la UNED, pronunciarse a favor del derecho a la autodeterminación, aplicando la teoría de juegos, y demostrando que el problema es insoluble sin negociación o unilateralidad catalana. Hemos oído a Jason Soren de la Universidad de Yale, experto en procesos de secesión que ha hecho varias afirmaciones interesantes.

En el mundo occidental los nuevos independentismos no son emocionales ni identitarios, se basan en decisiones racionales económicas e ideológicas (eje derecha-izquierda). Por lo tanto, son temporales; pero en la medida que el Estado propietario ejerce implacable su hegemonía para perpetuar las injusticias económicas y el modelo social (más de derechas en el caso de España e Inglaterra, que en Cataluña y Escocia), los independentismos se convierten en crónicos y con grandes posibilidades de victoria final.

Y ha hecho dos recomendaciones. Una a los Estados: si desean evitar la secesión, cabe constitucionalizar el derecho a la secesión. Y un consejo para las naciones en vías de emancipación: si enfrente tienen un Estado inmóvil, atar las manos al volante y no detener el vehículo hacia la independencia. Seguro que se gana. Pues, eso… Macedonia

  1. Felicidades al Nobel de Economía, Jean Tirole, por su contribución al estudio de los efectos nefastos de los oligopolios. Las felicitaciones de Hollande y Valls son patéticas, al ser políticos de un Estado que ha alimentado los oligopolios parapúblicos. Por cierto, desconozco si Tirole ha analizado nunca España. Aquí tendría campo para correr en su especialidad.
  2. Sale en catalán a RBA / La Magrana, El capital en el siglo XXI de Thomas Piketty, otro francés que triunfa en EEUU denunciando el acelerado e insostenible proceso de dualización entre los muchos ricos y los crecientes empobrecidos.
  3. Informe de las Naciones Unidas que ratifica a Piketty: la cifra de millonarios en España crece el doble del año pasado: 80.000 más. En cambio los 800.000 que habían salido de la pobreza en las últimas décadas están en vías de recaer.