Cuba y el malestar comparado
Cualquier futuro mejor para Cuba pasa por el desarrollo y por garantizarles que al final del comunismo no serán una colonia vejada por los Estados Unidos
Milan Kundera ya explicó con todo detalle el plus de degradación de los ciudadanos a cargo de las dictaduras comunistas: la delación sistémica, general y obligatoria en la que se fundamenta el control.
Mientras en la mayoría de regímenes autoritarios, los dictadores permiten un amplio margen de actuación a quienes no cuestionen su orden, lo que les permite centrar su labor policial en reprimir y desactivar a la oposición, en las dictaduras totalitarias la policía lo sabe todo de todos, y eso solo puede suceder mediante la colaboración de casi todos.
¿Cómo se consigue? Pues muy sencillo, cada vez que alguien necesita algo, un documento, un permiso, una autorización, es sometido a un pequeño interrogatorio sobre los hechos y opiniones o tan siquiera comentarios de sus vecinos, familiares etc. A los controladores les basta con comparar delaciones de diversas fuentes a fin de saber si el colaborador es o no es fiable. La degradación consiguiente del ser humano es a penas concebible por insoportable.
Así es Cuba, una de las peores dictaduras del mundo, junto a Corea del Norte, la que menos margen de autonomía permite a las personas. Andar con remilgos, timideces o echar pelotas fuera sobre la cuestión dictatorial es una grave ocultación de la verdad. Grave y encima equivocada. No es ocultando la perversa naturaleza del régimen Cubano que nos vamos a congraciar con la isla y su pueblo.
¿Cómo ha podido sobrevivir a la caída del comunismo, en solitario, doblemente aislada, embargada por las sanciones, un régimen tan ferozmente maligno? ¿Cómo ayudar a los cubanos a quitarse a los dictadores de encima? Cuestión nada sencilla de dilucidar la primera, extraordinariamente peliaguda la segunda.
Recuerdo que, viajando de joven izquierdista a los países del este europeo en tiempos del telón de acero, me sorprendían y me cuestionaban los comentarios de mis conocidos allí: “La democracia está muy bien, nosotros envidiamos, incluso más que la libertad, el bienestar de Occidente, pero lo que queremos, lo que de veras nos interesa es la OTAN”.
Claro, la OTAN como garantía para desprenderse de las garras del oso ruso y no volver a caer en ellas. La OTAN primero, luego todo lo demás, ya que sin la OTAN lo demás es demasiado frágil.
Cuba es una de las peores dictaduras del mundo: junto a Corea del Norte, la que menos margen de autonomía permite a las personas
Pues bien, salvando todas las distancias menos las millas o los quilómetros, el temor de checos o polacos a los rusos era bastante inferior al que experimentan los cubanos ante la potencia y la amenazante prepotencia de los Estados Unidos.
Años después, tras la caída de la Unión Soviética y todavía en tiempos de Fidel Castro, preguntado por mi, un ex presidente del Gobierno español, sobre la extraña pervivencia del dictador, me aleccionó con una brillante i clarificadora interpretación de su lema ‘Comunismo o muerte, patria o muerte, venceremos’: “Lo primero no se lo cree nadie, lo segundo todo el mundo”.
A ello hay que añadir el factor del bienestar comparado. Para un berlinés del Este, pongamos por caso, era evidente que sus conciudadanos sometidos al ‘perverso’ sistema capitalista tras el Muro gozaban de un nivel de vida, de unas comodidades muy superiores a las suyas. Envidiable.
Así se fue a la cloaca de la historia el comunismo de matriz soviética, porque era incapaz de proporcionar un bienestar comparable a Occidente. (Y así se mantiene, modo contrario, el de matriz China.)
Los cubanos son muy conscientes de que sus familiares en Florida viven mucho mejor que ellos, pero están en el exilio. Por otra parte, nadie les garantiza que después de la dictadura, Cuba, en vez de parecerse a la Florida, no se convierta en un infierno peor que la vecina Haití.
Con razón o sin ella, los cubanos ven en los Estados Unidos a un depredador que pretende someterles, explotarles y humillarles. De modo que el omnipresente Partido Comunista es, a la vez que odiado, considerado el único baluarte capaz de defenderles contra un tan temido invasor.
La apuesta razonable de Europa y España consiste pues por un lado en fomentar las inversiones, o sea el desarrollo y su corolario el bienestar. Bueno, seamos claros, más que el bienestar la disminución de la miseria.
Eso es lo contrario de los embargos. Cualquier futuro mejor para Cuba (para empeorar siempre están a tiempo y de hecho todo ha empeorado allí con la pandemia) pasa por el doble rasero de apostar primero por el desarrollo y luego por garantizar, o por lo menos convencerles, de que el final del comunismo no significaría volver de nuevo al estatus de colonia vejada por unos Estados Unidos con muchas ganas de desclavarse la espina de Cuba y desquitarse de una tan lacerante y permanente deshonra.