La obra tragicómica en que deviene la actualidad económico-política cuenta con semanas que merecen especial reseña. La que acaba es una de ellas, y no tiene desperdicio. Permítanme describirla a partir de cuatro nombres del ruedo (y me disculpo, que ahora la tauromaquia está pasado el Ebro) catalán:
Josep Antoni Duran Lleida: El hombre de CiU en Madrid, o no. Muchos han visto en la liason Artur Mas-Mariano Rajoy una especie de milimetrado alejamiento del líder de Unió. Que ambos presidentes pacten el esquema político de la legislatura sin la presencia de Duran Lleida se lee en determinados sectores empresariales como una desautorización. El político de Alcampell ya fue cuestionado por sectores de su partido durante la campaña electoral. En un ámbito de discreción, por supuesto. Había demasiado en juego como para atreverse a elevar a público el malestar que habían generado sus referencias a Andalucía y el tono más soberanista de lo habitual en un político al que el mundo empresarial siempre se la ha asociado a la templanza, la moderación y el pragmatismo.
Si esas cosas de la campaña son siempre pura mise en escène, su enfrentamiento con el periodista Xavier Bosch a propósito de una pregunta durante una entrevista preelectoral ha acabado de mourinhizar a Duran. Le preguntó si trabajada (y cobraba) para (y de) lobbies farmacéuticos (minuto 22), y el jefe de Unió ha decidido llevar el asunto al ámbito legal con unas rocambolescas peticiones de las que sólo se ha hecho eco una parte de la prensa catalana y que ha orillado, indefectiblemente, la que acostumbra a llenar sus portadas con fotos del interfecto.
O hay cierto desbarre, o un poco de desnortamiento o, más sencillo, no atraviesa su mejor momento. Más o menos lo que sucede en la prensa barcelonesa, insolidaria con el periodismo independiente. Una prensa que debería formular la misma pregunta al líder político en sus comparecencias públicas hasta que desistiese de esas coaccionadoras acciones legales.
Emilio Cuatrecasas: El juez ha decidido esta semana imputar al presidente del bufete número dos de España: Cuatrecasas, Gonçalves Pereira. La cuestión ya no es un informe desfavorable de la Agencia Tributaria ni un empecinamiento del fiscal de delitos económicos al formular una querella por 10 presuntos delitos económicos cuantificados en algo menos de cuatro millones de euros. El asunto tiene mayor trascendencia: el magistrado ve indicios delictivos en la documentación anexada a la querella y decide que el prestigioso y rico abogado tiene que vérselas con esa Justicia que él mismo ha practicado, enseñado y convertido en modus vivendi durante años. ¡Ah, el barco! ¡Cuántas cosas se hunden por el mar y no sólo grandes cruceros con capitanes dudosos!
Saben que la rapidez no es un atributo de la Justicia. Conocen, porque los casos han sido muchos y variados, que el derecho procesal es capaz de dilatar la instrucción de un caso ad vitam æternam.
Todavía está por ver cuál será el ritmo del proceso que nos ocupa. Con todo, liebre o tortuga, el efecto de imagen sobre el despacho especializado en derecho fiscal y tributario es ya ineludible. Mientras, y de forma sorprendente en términos de comunicación, esta misma semana Cuatrecasas decía en Expansión: “Tengo plena confianza en la Justicia”. Cosas veredes, Sancho, que farán fablar las piedras. Faltaría más, vive y ha vivido de ella.
Enrique Lacalle: Como alguna vez hemos citado en esta publicación la simpatía y locuacidad del presidente de Barcelona Meeting Point (les recuerdo una ocasión en la que se refería durante una tertulia a los valencianos en términos inadecuados), sirva como descargo esta grabación que les invito a escuchar. Se trata de una conversación telefónica entre Enrique Lacalle y Álvaro Pérez, El Bigotes, presentada esta misma semana durante el juicio del Caso Gurtel. ¡Qué aguante el de don Enrique! ¡Qué capacidad para torear al siniestro personaje incluso en la dialéctica coloquial que se les supone! Tras escucharla, uno no puede más que felicitarle por las manoletinas y el pase de pecho.
La conversación demuestra que es todo un maestro. Aguantar como un jabato los envites, el argot y la oratoria aristocrática de El Bigotes merece reconocimiento. Le otorgamos un punto, se lo merece. Que lo conserve (el punto, que no el amigo) por si algún día quiere presidir Fira de Barcelona, aunque ahora diga que no. Queda reservado por si cambiara o cambiase de opinión.
José Manuel Lara Bosch: Si existe un empresario de verdad, capaz de tener clarividencia en las relaciones Barcelona-Madrid y viceversa, no es otro que quien ha sido heredero e impulsor del principal grupo editorial catalán y uno de los más importantes de España en el ámbito de los medios de comunicación. Recientemente, en Planeta, el imperio que controla, se han encendido las luces de alerta para garantizar una sucesión ordenada del conglomerado. Lara habló en su día, premonitoriamente, de la sucesión. Tiempo ha, se refirió a la necesidad de una jubilación en el momento oportuno, y con garantías, sin aspiraciones a la eternidad.
Hoy no es necesario invocar ese asunto, sino prepararlo. Sin más. Lara merece el reconocimiento que no siempre ha tenido por capitanear una idea de país y de empresa que jamás ha formado parte del statu quo dominante, pero que ha demostrado validez a lo largo de su trayectoria. Como líder de Planeta, del Instituto de la Empresa Familiar o del Círculo de Economía, el editor ha demostrado capacidad y habilidades suficientes. Un activo que no todas las empresas poseen y que no siempre se le ha reconocido suficientemente. De corazón, Lara es un buen tipo y un empresario ejemplar. Larga vida.