¿Cuántas Gowex quedan por descubrir?
Me encanta contar historias, pero esta semana no sé casi por donde empezar. Ya saben, una columna sin historias es como una película sin argumento. Hay muchas, centenares. Muchas las vemos, hasta nos reímos, pero al final no queda nada tras ellas. La verdad, la historia de Gowex, dentro de la desgracia que ha supuesto para todos aquellos accionistas de la empresa, deberíamos considerarla como positiva. Es positiva porque saca a la luz algo muy tradicional en este país relacionado con el mundo de algunos emprendedores: la poca transparencia.
Si repasamos la mayoría de las empresas supuestamente tecnológicas que han recibido inversión en los últimos meses, y hasta años, veremos que un buen número adolecen de transparencia. Algunos de los gúrus del país han recibido miles y millones de euros, pero han sido incapaces de dar una sola cifra de negocio real. Gowex es la cúspide del engaño. Pero debe ser el camino para ver que en nuestros mercados la mentira es una práctica demasiado real para ignorarla.
Creo que no soy el único al que le vienen a la cabeza varios de los conocidos como grandes emprendedores. Dedican el 95% de su tiempo a buscar nuevos inversores antes que a trabajar en su compañía. En muchos casos, están más dedicados a los medios que al trabajo. Están, además, bien colocados en la denominada sociedad civil. Se trata de gente sin más dedicación que vender humo para enriquecer exclusivamente su bolsillo.
Pasaré al grupo de ignorantes, les confieso, porque a diferencia de la mayoría de columnistas del país no había detectado la trama en Gowex. La verdad, Gowex fue cliente nuestro hace un par de años y pagó por anticipado como cualquier otro. A Jenaro García lo tenía, y tengo, en mi LinkedIn y parecía un tipo brillante.
Si alguien con supuestos controles de CNMV y estando en el MAB engaña, imaginen qué harán los peces más pequeños. Si paseara Gotham City Research por aquí imaginen dónde podría estar en breve algún nombre ilustre de la nomenclatura emprendedora del país. Si es fácil engañar al Estado ¿no será más fácil engañar a unos inversores, algún banco o hasta una institución pública? Inspirémonos en la respuesta.
La palabra y el concepto de emprender se ha prostituido tanto durante los últimos años que se hace difícil ver la luz. Muchos han vivido y viven de vender castillos en el aire, potenciados por algunos medios y canales institucionales. Se han mostrado como ejemplo de algo que –perdonen la claridad– no hace mover ni de puta casualidad un país. Si todos los señores que nos levantamos cada mañana nos dedicáramos a vender humo, no habría Gowex o Jenaros en el mundo para vendernos nada.
¿Gowex sólo ha habido una? Bueno, creánselo si quieren. Pero, tristemente, aún hay muchas Gowex por descubrir en este país. Y muchas, o la mayoría, forman parte de lo que algunos alimentan como el sistema de emprendedores. Porque recuerden: emprender no es cazar dinero, ni vender humo, emprender es crear riqueza. Y no se trata de riqueza para uno o para su ego, sino riqueza para todos. Ya saben, es esa riqueza que debe generarse para distribuirse, no para estancarla como algunos desean.
En un país donde las limitaciones para crear y gestionar empresas es tan grande, deberíamos abrir los ojos a aquellos que alardean de sus logros sin más contenido que tres frases sueltas. Y aquí los periodistas también juegan. A ellos no les pido mucho. Simplemente, cuando alguien hable hay que preguntarle cuánto factura. Si se niega, práctica habitual de muchos, no habría que publicar nada. Sería sorprendente la forma en la que se vaciaría de contenidos la sección de emprendedores. ¡Ojalá también desaparecieran esos programas donde supuestos genios del almanaque explican como emprender o donde supuestos inspiradores explican lo buenos que son!
Al final, esos Gowex en pezqueñito no son nada sin los millones de los inversores. Siempre he dicho que, conociendo el mundo de los emprendedores en este país, sigo pensando que tiene más mérito ese humilde tendero paquistaní que está cada día 12 horas en la esquina de su casa que muchos de ellos. ¡Ojalá gracias a Gowex podamos desenmascarar a más de uno!. Espero que el ejemplo de Gowex sirva para recuperar y dar dignidad a la palabra emprendedor y expulsar a los proxenetas de la lengua que hoy la gestionan.