Cuando nada es lo que parece
Si miramos con atención los árboles antes de entrar en el bosque, veremos que ya habían ardido y permitían ver con absoluta nitidez una tierra quemada
La sobreexposición de acontecimientos políticos, sumado a su falta de peso y consistencia, genera la impresión de que la política se gestiona en base a la confusión, los malos entendidos y la distracción. Incluso cuando los duelos políticos, entre Ayuso y Casado se hacen a la luz pública, es una la luz propia de los dispositivos electrónicos y no luz solar natural, que siempre acaba proyectando sombras.
Los duelos que se realizaban por una afrenta contra el honor y culminaban en la victoria de uno de los duelistas y la derrota del contrincante, incluso provocando su muerte, ahora se ejecutan a través de los medios de comunicación. ¿Cómo el PP ha llegado a esta situación?
Si miramos con atención los árboles antes de entrar en el bosque, veremos que ya habían ardido y permitían ver con absoluta nitidez una tierra quemada. A la dirección del PP se le acusa de haber cosechado malos resultados como consecuencia de aplicar estrategias equivocadas en Cataluña, País Vasco y Castilla y León.
Donde no lo han hecho, es decir, Galicia y Madrid, los resultados han sido favorables para el partido. Desde el propio partido, se señala a García Egea como el responsable directo de haber provocado todos los incendios siendo él mismo devorado por las llamas.
El próximo congreso extraordinario del partido precipitará la caída de los moderados del PP, que son anti Vox, o el triunfo de Isabel Díaz Ayuso, como nuestra Valérie Pécresse española, capaz de pactar con Vox y aceptarlos en su gobierno. Si la justicia no altera la secuencia de los acontecimientos, no se producirá en ningún caso la caída de Ayuso y se propiciará el liderazgo de una nueva derecha sin freno ideológico.
Lo que parece aflorar es un control más psicológico que ideológico del partido. Mientras muchos de los altos cargos del PP siguen interesados en elaborar un atractivo programa político para competir en las próximas elecciones generales, los que los votan piden acción política y no programas electorales.
La caída de Pablo Casado arroja al PP en manos de un populismo amable, que hoy gobierna parte de Europa y que, incluso, podría llegar a ganar la presidencia de Francia. Mientras una parte de los ciudadanos miran entusiasmados la rápida caída de Pablo Casado, pensando que de esta forma la derecha puede optar a recuperar opciones electorales, la realidad es muy distinta ya que otra parte de los ciudadanos ven que el PP podrá liberarse del corsé ideológico y del cinturón sanitario a Vox.
Lo sustancial no es la tragedia de Casado sino su significado político. Su caída, perdiendo el liderazgo del partido, no se produce como consecuencia de su intento de acabar con la carrera política de Ayuso, sino por no haber comprendido que desde hacía mucho tiempo había dejado de conducir la estrategia del partido. Ahora solo queda esperar el próximo duelo político entre Isabel Díaz Ayuso y Alberto Núñez Feijóo por el liderazgo de su partido.