Cuando los extremos marcan el tempo político
La voluntad de los extremos se centra en detener el diálogo entre España y Cataluña que promueven Batet y Maragall
Hace tan solo dos semanas que se realizó el importante encuentro bilateral entre la Generalitat y el gobierno español y tenemos la sensación de que ha pasado una eternidad y ya se ha perdido en los confines del tiempo como se pierde un minúsculo objeto en un cuarto trastero.
Ahora que vivimos uno de los meses de agosto más cálidos de los últimos años y que incluso los pensamientos se nos muestran como espejismos, me parece interesante rescatar el primer encuentro de la comisión bilateral siete años después de que se celebrara el último.
El independentismo intransigente fiscaliza cualquier debate con la Moncloa
Ha sido un encuentro clave para entender que el independentismo intransigente empieza a decaer lenta y suavemente como una pluma en la compleja realidad política española, contexto en que debe resolverse el desafío independentista; una pluma que algunas facciones del independentismo pretenden que nunca toque el suelo y viva errante sostenida y empujada por el viento de la confrontación. La cuestión que planteo aquí es ver cómo la pluma ha empezado a caer y advertir hacia dónde se dirige y si lleva a alguna parte.
Las extensas explicaciones que dio Ernest Maragall, conseller de acción exterior, relaciones institucionales y transparencia, tras la reunión bilateral entre la Generalitat y gobierno español, se tornaron poco claras cuando en sus respuestas se vislumbraba la poderosa fiscalización del independentismo intransigente frente a cualquier síntoma de debilidad de la propuesta independentista ante la Moncloa.
Los políticos están cada vez más limitados de movimientos por sus intereses partidistas
La misma incertidumbre, el mismo temor, se apreciaba en las declaraciones de Meritxell Batet, ministra de política territorial, en las que se palpaba el vértigo que han sufrido todos los partidos españoles al intentar mirar fijamente al acantilado del independentismo, intentado adivinar un camino seguro por el que descender.
Las declaraciones públicas de ambas partes han mostrado que los políticos están cada vez más limitados en sus movimientos por miles de finísimas y diminutas cuerdas/intereses, como en la escena en la que los liliputienses atan a Gulliver, sin que pueda llegar a moverse, para que no escape.
La voluntad de los extremos es conseguir réditos electorales descarrilando el diálogo entre Maragall y Batet
Para la CUP, ANC y CDR, las declaraciones de Maragall suenan a rendición pactada, a reeditar el autonomismo y a traición a la república declarada. En la dirección contraria, el PP y Ciudadanos exigen conocer los acuerdos secretos, la nueva agenda política del gobierno de Pedro Sánchez en relación a las demandas independentistas.
La voluntad de los extremos se centra en hacer descarrilar los esfuerzos de Maragall y Batet para, de esta forma, conseguir detener el diálogo entre España y Cataluña y así conseguir réditos electorales.
El esfuerzo de Maragall para que los resultados de la reunión parezcan decepcionantes obedece, no sólo a lo poco que se ha conseguido, sino a obligar a prestar atención al frágil equilibrio de las relaciones entre Junts per Catalunya y ERC.
Asimismo evidencia la vigilancia desde la CUP y ANC a los “sospechosos habituales» de Pdecat y ERC, y la urgencia para conseguir acuerdos con el gobierno español que les permitan afirmar que han conseguido importantes logros en el ámbito social, sin los cuales la legislatura se saldará con un nuevo fracaso.
Objetivos de la legislatura
Hay que recordar que la actual legislatura ha sido definida por tres aspectos: conseguir que los «presos políticos» y «exiliados» queden en libertad y que el juicio que se celebre los exonere de los delitos de los que se les acusa; buscar un nuevo “momentum», un clímax para hacer efectiva la independencia intentándolo desde el punto de vista legal; y conseguir virar, sutilmente, el rumbo del independentismo para pasar de la ruptura a un entendimiento con España sin renunciar a sus propósitos.
El independentismo político que se expresó en la voz de Maragall es un independentismo que ha madurado, que ve que no es útil ni eficaz descarrilar el tren antes de que choque o pretender incluso provocar el choque, ya que el tren independentista no ha sido capaz de alcanzar la velocidad suficiente para poder salir victorioso de la colisión.
Todas las matizaciones, todas las críticas y las valoraciones negativas de Maragall tras la primera reunión bilateral, nos permiten concluir que lo que gobernará la agenda política catalana no será el desacuerdo con España, sino en el independentismo. El desacuerdo pretende evitar que la pluma toque el suelo pero el hecho, ya asumido, es que está empezando a caer.