¿Cuándo hay que preocuparse por las empresas?
En los últimos tiempos hemos visto grandes manifestaciones de trabajadores, políticos, sindicatos, etcétera, intentando reconducir a empresas que plantean reducciones de actividad y consiguientemente de plantilla, o incluso cese de la actividad, con el consiguiente cierre de la empresa y el despido de todos los empleados. Ejemplos hay muchos, pero por resaltar algunos de los más significativos recordaremos Alcoa en A Mariña lucense y Nissan en Barcelona.
Obviamente, toda esta presión social, laboral, sindical y política es necesaria y efectiva, produciendo avances en el mantenimiento de la actividad. Hace que algunos comiencen a preocuparse y ocuparse de encontrar posibles alternativas de solución, como así sucede en los dos ejemplos antes señalados: Nissan admite que no habrá despidos hasta diciembre del 2021, y Alcoa ha encontrado un posible comprador, Liberty House Group, que asegura mantendrá la actividad de la producción de aluminio primario.
¿Nissan no previó, con mucha antelación, cómo y dónde iba a sustituir los coches que fabricaba en Barcelona?
Ojalá me equivoque, pero experiencias pasadas muestran que lo único que se hace es poner parches y espaciar las acciones. El refranero español es sabio: “El que mal anda, mal acaba”. Es evidente que la presión ha resultado efectiva y, por tanto, no es cuestionable la idoneidad de la misma. Sí es cuestionable, en mi opinión , la tardanza en la misma. Si se hubieran planteado estas soluciones anticipadamente, las probabilidades de la efectividad hubieran sido mucho más altas. Analicémoslo.
Alcoa, Nissan y el tiempo desperdiciado
Una primera, casi certeza de inicio, es que las decisiones adoptadas por una empresa para efectuar un planteamiento de este tipo no se adoptan de un día para otro. Han tenido un amplio proceso de maduración. Obviamente, han sido los grandes directivos del grupo o de la propia empresa los que han ido determinando una evolución, han ido buscando alternativas, han ido estableciendo su plan estratégico de sustitución, de evolución, etcétera, es decir, han ido marcando el camino durante un periodo de tiempo, más o menos largo, pero en cualquier caso de algunos años, para llegar a la situación en que se hace pública la decisión.
¿Nissan no previó, con mucha antelación, cómo y dónde iba a sustituir los coches que fabricaba en Barcelona? ¿O Alcoa no determinó, tiempo antes , en dónde y/o cómo va a disponer en el mercado el aluminio que produce en su planta de Xove? ¿Y esta sustitución no ha venido siendo gestada acaso en los últimos años?
Por tanto, los que ahora se encuentran con el problema derivado de la decisión, empleados, políticos, contratas, etcétera, han desperdiciado un tiempo precioso para haber ejercido la presión, ya que con anticipación la solución hubiera sido más fácil y más efectiva.
El ejemplo de un incendio forestal muestra un paralelismo con este planteamiento. Vemos y oímos, más a menudo de lo deseable, que se ha producido un gran incendio que está arrasando un número elevado de hectáreas de monte y donde se están implicando en su extinción un gran número de medios materiales, coches bomba, hidroaviones, etcétera, y humanos, voluntarios, Protección Civil, bomberos… Normalmente las condiciones meteorológicas son adversas, mucho viento, temperatura elevada y, además , una orografía complicada.
La pregunta surge sola: ¿cómo nos enteramos antes de una crisis empresarial?
¿Y qué se debía haber hecho? En primer lugar, evitar su inicio, es decir, prevenir con actuaciones como la limpieza del monte o cortafuegos. ¿Y después? Hay una cuestión relevante, todos los incendios cuando se inician son pequeños, por tanto una rápida localización, una actuación inmediata o una disponibilidad de medios hará que la magnitud del incendio sea mucho menor. La palabra clave es, por tanto, detección rápida. Pues del mismo modo hay que actuar ante el posible “incendio empresarial”.
Ya sé que la pregunta surge sola: ¿cómo nos enteramos antes? Obviamente, los directivos y responsables empresariales no lo van a contar, por tanto tenemos que estar atentos a otros detalles que ponen de manifiesto que la empresa está en retirada.
Veamos algunos de estos detalles. Creo que se pueden establecer tres tipos de aspectos a considerar: cuentas económico-financieras , actualizaciones tecnológicas y ambiente interno.
Cuentas Económico-Financieras.
Cuando una empresa comienza un descenso de sus resultados, principalmente de ingresos y beneficios, y se mantienen más de un ejercicio, es el momento de decretar la alarma. La tendencia, como norma general, es que va a seguir descendiendo. Por tanto, debe ser una alerta para todos los implicados. Si el barco empieza a hacer agua, hay que actuar con rapidez.
Actualizaciones tecnológicas.
Si se observa que una empresa no mantiene sus activos en la medida adecuada, o no se actualiza tecnológicamente, es decir, si ya no efectúa inversiones que parecen necesarias y rentables, es que está pensando en otras alternativas. Recuerdo una frase de un político, en un momento de crisis de una empresa: “ES que en los últimos años no ha invertido”. Ahora posiblemente sea tarde, pero hace unos años hubiera sido el momento de ayudar y colaborar con esta empresa.
Ambiente interno.
La diferencia entre una empresa que va bien y otra que no va tan bien se palpa, se siente. Observemos detalles como nuevas contrataciones, proyectos, demoras de pagos… Todos nos darán una idea de alegría o tristeza. Las empresas con un ambiente alegre siguen funcionando, si el ambiente se entristece, pongámonos en guardia y actuemos para cambiarlo.
¿Y si el Estado está en el consejo de administración?
Por tanto, los empleados, sindicatos, políticos y cualquier otro actor relacionado con la empresa, prestemos cuidado a estos aspectos, no esperemos a la situación prácticamente irreversible. Se trata de actuar cuando el incendio se inicia, o mejor, prevenir para que no comience.
Pero veamos otro ejemplo de un posible “incendio”, espero y deseo que no se produzca. La industria automovilística española depende en un porcentaje del 40% de Francia. Desde hace unos meses, el presidente francés, Macron, ha instado a las empresas automovilísticas francesas a que se relocalicen, es decir, que retornen a suelo francés factorías instaladas en otros países, propiedad de grupos galos.
Esta sugerencia no se queda en palabras. Hay que recordar que el Estado francés es accionista significativo de los dos grandes grupos automovilísticos galos, PSA-Citroën y Renault-Nissan, por lo que su influencia en las decisiones estratégicas que adopten estos grupos es muy elevada. Pero, además, ha comenzado a dotar de medios económicos esta medida, por supuesto dentro de las reglas comunitarias de la competencia, mediante dos actuaciones: ayudas económicas a los cambios de coche, para incrementar la demanda, y ayudas directas a las empresas automovilísticas para actuaciones en digitalización, robotización y transformación industrial.
El Gobierno vasco recomendó a las fundaciones que invirtieran en empresas con actividad en su territorio. Sirva como ejemplo
Creo que esta información debe ser suficiente para que todos los directamente implicados, políticos, gobernantes, sindicatos y trabajadores, estuvieran ya adoptando medidas para contrarrestar esta posible evolución. La espera, sin hacer nada, conduce al abismo.
Hace varios años que llevo planteando que Galicia y/o España, en genérico, debería tener un miembro en el consejo de administración de Citroën, aunque solo fuera para escuchar. Obviamente, pasa por ser accionista. Ya sé que es difícil, pero si nosotros ya nos ponemos los obstáculos, resultará imposible evitar las consecuencias.
Recuerdo que el Gobierno vasco “recomendó” a las fundaciones vascas que invirtieran en empresas que tengan actividad o que estén domiciliadas en su territorio. Sirva como ejemplo.