Cuando Ada Colau vapuleó al feminismo institucionalizado
El feminismo con mando en plaza debería agradecer a Ada Colau y Carmen Corral el vapuleo que por aquel entonces ambas brindaron al feminismo institucionalizado. Aunque, lo hicieran desde la juvenil “capacidad de crítica y provocación irreverente”
En el año 2001, Ada Colau, junto a Carmen Corral, en pleno auge de la Tercera Ola Feminista –Kate Millett y La política sexual, Shulamith Firestone y La dialéctica del sexo y Judith Butler y El género en disputa: el estudio, crítica y cuestionamiento del patriarcado y el género-, se descuelgan del debate feminista de la época y reivindican un “feminismo individual” que rompe los esquemas feministas dominantes. Una ruptura que hoy, en pleno auge de la Cuarta Ola Feminista –el feminismo postgénero y la rebelión contra la violencia patriarcal-, recobra actualidad. Una guía para liberarse y emanciparse del integrismo feminista.
Carencias y miserias del feminismo integrista
Ada Colau y Carmen Corral, en la revista de cultura contemporánea Transversal, publican, en lengua catalana, un artículo titulado Invisibilidad y nomadismo de la tercera generación feminista (número 15, junio de 2001). Un texto, lleno de ideas y matices sobre el tema que nos ocupa, que pone al descubierto las carencias y las miserias del feminismo institucionalizado.
Contra el modelito feminista
Llama la atención que las feministas que por aquel entonces –inicios del siglo XXI- tenían en su haber la lucha por la igualdad y la diferencia, tildaran de “jóvenes” –con un evidente sesgo de superioridad y displicencia- a las nuevas generaciones de feministas que apostaban por el “feminismo nómada y transversal”. ¿Por qué? Porque, las maduras no las consideraban ni “idealistas”, ni partidarias de las “grandes aspiraciones”, ni “revolucionarias”.
La respuesta de las feministas jóvenes: “Con frecuencia el adjetivo feminista es un problema”. Y ello es así “por la incomodidad de ponerse un modelito de la familia, demasiado estrecho o demasiado ancho, en definitiva, prestado”. La alternativa de las jóvenes: “un feminismo individual, cosa que no quiere decir que sea individualista; un feminismo individual porque no nos sentimos portadoras de ninguna Verdad universal compartida con la cual comulgar, y es esta individualidad la que nos permite ser críticas”.
Una dura crítica del feminismo ‘progre‘
El feminismo joven es duro con el feminismo progre maduro: “Absoluta confusión sexual de muchas progres supuestamente liberadoras que apostando por la libertad y la autoafirmación, se vieron abocadas a la promiscuidad…. muchas jóvenes de nuestra generación contamos con un aborto en la adolescencia por haber sido prácticamente impelidas a aprovechar sin demora la supuesta ‘libertad sexual’ que tanto había costado conquistar”.
En definitiva, “hay que deconstruir y reconstruir nuestros cuerpos y sexualidades las veces que sean necesarias para decidir el presente con la mirada dirigida al futuro. Un futuro de cuerpos libres, sí, pero libres y responsables”.
Un feminismo rígido, cargado de prejuicios y victimista
Ada Colau y Carmen Corral continúan criticando, sin tapujos, la “visión rígida del feminismo como confrontación entre géneros [y la] reproducción de prejuicios”. Cosa que les lleva a preguntar “¿por qué no existe el derecho a una reducción laboral que no sea el amamantamiento, la enfermedad de los hijos o el cuidado de los padres?” Una pregunta que les conduce a criticar o cuestionar a las “feministas victimistas que alimentan un confusión continua entre mujer y familia”. Conclusión: “Si no nos emancipásemos de ciertos feminismos sería como lanzar piedras sobre nuestro propio tejado”.
La relativización de la paridad de sexos y las cuotas
De nuevo, sin tapujos, afirman que “tenemos claro que nuestra emancipación no depende en absoluto de la paridad de hombres y mujeres en cargos políticos y otras formas de poder”. Dicho lo cual se preguntan “¿por qué muchas feministas de la primera y segunda generaciones nos consideran reaccionarias cuando criticamos la política de cuotas?” Y claro –continúan- que “tenemos derecho a estar donde están los hombres”, pero “a nosotras nos interesa más pensar dónde queremos estar y cómo, es decir, afrontar nuestros deberes –nuestra responsabilidad- de pensar, crear y actuar”. Conclusión: “quizá nos apetecería más subvertir las actuales formas de poder en lugar de ocuparlas de forma paritaria”.
El feminismo se mira el ombligo
Ada Colau y Carmen Corral advierten que “si estamos demasiado pendientes de las discriminaciones históricas, nos quedaremos al margen de los nuevos hábitos de acción. Y lo peor es que en esta ocasión no podremos buscar culpables, sino que será responsabilidad nuestra: de nuestro desinterés, de nuestra pereza o de nuestro mirarnos el ombligo”.
El feminismo suele excluir a muchas mujeres
Más advertencias: “Las mujeres han de aprender que no son infalibles, que por mucho que se hable de un colectivo oprimido y excluido, la opresión no beatifica, no exime de la posibilidad de equivocarse”.
El colofón: pertenecer a un grupo “oprimido, dominado y/o excluido no garantiza en absoluto que en su seno no se reproduzcan la opresión, la dominación y/o la exclusión… eso pasa con la pretensión de unidad y universalidad de algunos discursos feministas que, al no situarse ni limitarse” acaban excluyendo a muchas mujeres ajenas a un “discurso supuestamente unitario” en que no “se reconocen”. En definitiva, “ninguna de nosotras puede hablar en nombre de todas”.
Manolo, la cena te la haces tú solo
Ya entonces –año 2001- el feminismo individual de las mujeres “invisibles” y “nómadas”, a la manera de Ada Colau y Carmen Corral, se quejaba de las manifestaciones feministas que coreaban -grupos feministas y sindicatos- consignas del tipo “Manolo, la cena te la haces tú su solo”. Por su parte, las “invisibles” y “nómadas” improvisaban frases –¿qué dirían hoy las ministras Irene Montero y Yolanda Díaz así como la alcaldesa Ada Colau?- como “queremos ser respetadas, no queremos ser diputadas”.
Contra el complejo de superioridad, la mala praxis y el ridículo
El feminismo con mando en plaza debería agradecer a Ada Colau y Carmen Corral el vapuleo –la desaprobación, la reprensión, la crítica y los reproches- que por aquel entonces ambas brindaron al feminismo institucionalizado. Aunque, lo hicieran desde la juvenil “capacidad de crítica y provocación irreverente”.
Un artículo y un vapuleo, el de Ada Colau y Carmen Corral que, 22 años después de su publicación, todavía sigue vigente. El feminismo con mando en plaza haría bien en leerlo para autolimitar el complejo de superioridad que le aqueja, rectificar su mala praxis y no incurrir en el ridículo.