¿Cuál será la próxima astucia de Artur Mas?
Para alguien investido como presidente de la Generalitat la idea de un referéndum alternativo convocado por quién sabe quién, cómo y dónde, y por supuesto ilegalmente, habría de ser motivo de inquietud institucional.
Está ocurriendo al contrario: es Mas quien, en la antepenúltima de sus estratagemas fallidas, sugiere la posibilidad de esa consulta, en los ayuntamientos donde se pueda y con el aval de la ANC y Ómnium, que son entidades poco especializadas en tutelar y garantizar una convocatoria de cualquier tipo en las urnas. En fin, es notorio que Artur Mas no sabe adónde ir.
Cada vez hay más analistas que critican abiertamente la vía formal y política de una consulta que no tendrá lugar. Son críticas de carácter procedimental, pero también de concepto y sustancia. La dimensión abusiva de los errores constantes de Artur Mas ha llevado al reconocimiento del rey desnudo, incluso en Convergència.
Da una idea del giro que se está generando que comienza a calar la suposición de que los modos de Mariano Rajoy están siendo, para bien o para mal, más efectivos. Eso era difícilmente previsible en términos de opinión publicada, pero era una certidumbre generalmente aceptada en el mundo político, económico e incluso mediático. En todo este proceso, escribir o decir una cosa mientras se piensa otra ha llegado a extremos enfermizos.
Si hace unas semanas se especulaba sobre lo que haría Mas al fallarle la consulta, ahora las miradas se han desviado hacia Rajoy. ¿Qué hará cuando Mas no tenga más remedio que tirar la toalla? Hasta ahora se le pedían gestos para aliviar el agravio que había llevado al suflé independentista. Ahora se espera que saque las instituciones catalanas del callejón sin salida en el que se ha metido por sí solas. Esas cosas hasta ahora se decían poco en voz alta y ahora son el tema.
Las declaraciones del profesor Joaquim Brugué, dimisionario como miembro de la seudo-junta electoral, son significativas y no sólo porque se oponen a la presión del entorno ambiental independentista. Al apartarse de lo que considera una iniciativa sin garantías democráticas, se suma a las voces preocupadas por lo que está pasando.
Son voces que hasta ahora eran descalificadas como españolistas, botiflers, unionistas o enemigos de Cataluña, cuando no a sueldo del CNI. Ahora están constituyendo un espacio sin articular, espontáneo, de reacción jurídica e intelectual a los sucesivos desperfectos atribuibles a Artur Mas. No sabíamos cuándo eso iba a ocurrir, pero tenía que ocurrir en una sociedad plural como la catalana.
La racionalidad recupera terreno frente al ilusionismo o la demagogia. Por supuesto, al final habrá miles, cientos de miles de ciudadanos que no sólo se sentirán defraudados, sino engañados. Ciertamente, frustrados. Esa honda insatisfacción se expresará en las próximas elecciones, sean las municipales o unas autonómicas anticipadas. El resultado puede ser otra consecuencia tan imprevisible como caótica de tantas astucias políticas de Mas