Crónica de una semana perfectamente inútil (o que así pudiera parecerlo)

 

El martes 22, el consell de govern de la Generalitat de Catalunya dedicó su reunión semanal a aprobar los siguientes puntos: el decreto de convocatoria de elecciones al Consejo General de Arán, las bases para la elección de los miembros de los consejos comarcales, la autorización para contratar personal durante la campaña forestal y la declaración de interés nacional de cinco fiestas catalanas.

¿Y ya está?, se preguntarán. Pues no, también estuvo preparando la cumbre económica anticrisis celebrada este viernes. Un encuentro que como ya sabrán ustedes acabó como el rosario de la aurora, entre otras cosas porque adoleció de errores de concepto, de desarrollo, de preparación y de contenidos. Ahí es nada, y nunca mejor dicho, el balance que el ejecutivo autonómico de Artur Mas podría presentar esta semana. Una semana, por cierto, en la que afortunadamente no hemos tenido más sustos de los que tuvimos en las precedentes: Alstom, Derbi, Yamaha, Impresia, Cacaolat… aunque sí que nos han dado el habitual tirón de orejas de Moody’s a dos de las de tres grandes cajas catalanas autónomas: Catalunya Caixa y Unnim.

Tal vez si esa dichosa cumbre hubiese acabado en un acuerdo, aunque de mínimos, o en una amigable fotografía y de aquí a unas semanas ya volveríamos a hablar, Mas habría salvado la cara, pero no ha sido así. La oposición (social, política…) ha salido más distanciada y en algunos casos hasta reforzada y los apoyos del gobierno más debilitados, empezando por el famoso Consell Asesor per a la Reactivació Econòmica i el Creixement (CAREC) que ha sufrido quemaduras de primer grado a las primeras de cambio. Este es el riesgo de fiarlo todo a una carta.

Y es que la cumbre ha sido un error en toda regla. Primero, conceptual. ¿Por qué esperar que salga un acuerdo de la reunión de 7 ó 8 fuerzas políticas, 3 patronales, 2 sindicatos y 17 asesores, si ya de entrada es imposible alcanzarlo en el parlamento entre los políticos? Si finalmente se hubiese alcanzado un punto de vista conjunto en algún documento éste habría sido tan pobre y genérico que su virtualidad, más allá de la tan perseguida y valorada foto, habría sido nula.

Segundo, de desarrollo y preparación. ¿Cómo puede pretenderse lograr un consenso en una reunión en la que los participantes, que no comulgan precisamente con las ideas y objetivos de los convocantes, se enteran apenas 48 horas antes de los contenidos que van a tener que discutir? O por impericia, o por prepotencia, el gobierno de los mejores de Mas no ha trabajado la cumbre como se debería, no ha tenido reuniones previas para limar asperezas, buscar puntos de acuerdo, incorporar propuestas de los más díscolos… Sólo después de haber realizado este intenso trabajo previo, se debería haber convocado la cumbre y se habría tenido unas mínimas, o no, posibilidades de éxito.

Finalmente, de contenidos. El documento del CAREC es poco original y no aporta soluciones novedosas. En muchos casos sus propuestas se mueven en un territorio archiconocido y que ya se ha revelado baldío. Ya dijimos en su momento que creíamos que la composición de este Consell, con una abrumadora mayoría de teóricos, de profesores universitarios con poca experiencia en el día a día de las empresas y la economía, la podría alejar de los problemas reales y más inmediatos de la economía. Quizás desgraciadamente hemos acertado. Su primer informe parece por momentos una disertación académica; en otros, sus propuestas escapan de las competencias de la Generalitat catalana y se convierten en el mejor de los casos en un brindis al sol, salvo que tengan una intencionalidad política, legítima, pero poco efectiva en las actuales circunstancias.

Desde la CAREC se afirma que la principal cualidad de este documento estriba en el diagnóstico, que ya vendrán después propuestas más precisas. Parece una pobre aspiración. Acabamos de salir de unas elecciones y se supone que los ciudadanos ya han votado a favor de un determinado diagnóstico de la situación del país y sus posibles soluciones. No perdamos, por favor, más tiempo en diagnósticos.

El propio presidente Mas era consciente de que el invento de la Cumbre podría salir mal, ya que el día anterior en un almuerzo con la Asociación Española de Directivos (AED) se refirió a ella con un escepticismo que extrañó a su audiencia. En ese acto, Ramon Adell, el presidente de la asociación, le pidió que gobierne; le vino a decir, más o menos, que vaya directo a los problemas, que no busque más consensos de los necesarios, que la situación presenta urgencias ante las que cabe decisiones firmes, aún a riesgo de equivocarse. A la vista de los hechos, deberíamos concluir que esta semana el presidente Mas no ha hecho los deberes, que esta semana ha sido una semana perdida.

Blindar al gobierno con comisiones de asesores, algunos de ellos con pluriempleo en varias de ellas porque al fin y al cabo el país no da para tanto como el caso del brillante Guillem López Casasnovas, no es lo más conveniente en estos momentos. La situación es tan crítica que la erosión del gobierno, y sobre todo del país, no vendrán porque determinadas medidas no vengan respaldadas por la unanimidad, sino ante la falta de determinación de sus élites gobernantes. No es tiempo hoy de referéndums sobre el futuro de la Diagonal ni de cumbres imposibles.

Este semana que acaba, el govern de Catalunya ha aprobado las cuatro cosas que mencionábamos en el primer párrafo y se ha empeñado en un fiasco. Hay que rectificar rápidamente.