Crisis fundadoras
Si la crisis económica del 2006 demostró que el mundo financiero vivía por encima de sus posibilidades, ahora se tomará conciencia de la necesidad de revisar el papel de los Estados ante las crisis
Nadie escatima en utilizar calificativos superlativos para mostrar que avanzamos hacia un futuro inmediato difícil. No hay día en que no escuchemos o leamos con perplejidad y temor noticias o artículos centrados en demostrar que la crisis que estamos viviendo es la más dura de los últimos años o que avanzamos hacia un horizonte político, social y económico extremadamente difícil.
Suele ocurrir que, para ser escuchado, uno debe alzar la voz y hoy alzar la voz implica subrayar los mensajes de la clase política con artificios, tertulias y declaraciones públicas para alertar a la sociedad de que las cosas no van bien y que se pueden complicar aún más. Sin embargo, si se escuchan con mayor atención, las apelaciones públicas para que no se ignoren los problemas que debe afrontar España, entre ellos, la escalada de la deuda del Estado, el aumento de la inflación, la crisis energética, la guerra de Ucrania y la inestabilidad política como consecuencia de que se acerca un intenso ciclo electoral en el 2023, se llega a la conclusión de que se está viviendo una crisis fundadora que nos precipita hacia una nueva realidad.
Se está viviendo una crisis fundadora que nos precipita hacia una nueva realidad
Es un tiempo fundador que obligará a los ciudadanos españoles a realizar nuevos sacrificios económicos, esta vez como consecuencia de ayudar a reducir la deuda del Estado y, sobre todo, evitar que crezca. Implicará abrir debates tan espinosos como decidir si hay que reducir el salario de los funcionarios para reducir así el gasto público. Es un tiempo fundador en el que se deberá abordar el incremento de las pensiones y el aumento de costes para los autónomos. Cualquier debate abierto se podrá ver alterado por la evolución de la guerra, el alza de precios de la energía, la crisis alimentaria en África o los problemas de abastecimiento de productos para las empresas.
Inicia una crisis económica menos agresiva que la financiera que se vivió en el año 2006 pero más compleja porque en la situación actual también hay una guerra y la pandemia aún no ha acabado. Si miramos los problemas que tenemos que abordar en los próximos meses, veremos que el gobierno deberá adoptar medidas para iniciar un ciclo de recuperación económica que estarán condicionadas a evitar los conflictos sociales que pueden retrasar la salida de la crisis. Si la crisis económica del 2006 demostró que el mundo financiero vivía por encima de sus posibilidades, ahora se tomará conciencia de la necesidad de revisar el papel de los Estados ante las crisis que estamos viviendo.