Costes de la no Europa
Estar en la Unión Europea mejora la capacidad comercial del Reino Unido en Europa, da fuerza a la City como centro financiero al tiempo que favorece la inversión extranjera. Son datos sustanciosos y más si se tiene en cuenta que se trata de un Estado-miembro de gran peso y no una de sus partes, como es Escocia.
Ningún país ha discutido a fondo su pertenencia a la Unión Europea más que el Reino Unido. Hace –pongamos- cuarenta años uno miraba las noticias de la BBC y raramente dejaba de haber una referencia a los pros y contras de estar en la UE. Sigue siendo igual, con la diferencia de que el Gobierno conservador de David Cameron sigue proponiendo un referéndum –previa renegociación de los requisitos de permanencia– y que el partido explícitamente eurófobo de Farage ha conseguido 24 de los 75 escaños que representan al Reino Unido en el Parlamento Europeo.
La cuestión divide a los conservadores desde el primer día, pero también a los laboristas. Fue uno de los factores que generó la caída de Margaret Thatcher. Los británicos han exigido cláusulas optativas y rebajas presupuestarias pero también operan con lealtad en las instituciones europeas y cumplen a rajatabla las directrices comunitarias, preservando –claro está– la libra esterlina. El Brexit –el adiós a la integración europea– no sería gratis.
Según las encuestas, la permanencia a la UE divide por la mitad a la sociedad británica aunque en las más recientes tiene una ligera ventaja el “sí” a quedarse. ¿Qué coste podría tener el Brexit para la economía británica? El Centro para la Reforma Europea (CER), un think tank europeísta de Londres, acaba de publicar un estudio sobre las consecuencias del Brexit. De votarse la salida de la Europa comunitaria, Gran Bretaña tendría –como Estado miembro– dos años para ajustar su acuerdo comercial con la UE.
Un dilema: evitar costes siguiendo con las reglas comunitarias o prescindir de esas normas y perder acceso al mercado común. Tan solo este punto ya es realmente significativo para quienes consideran que una Catalunya fuera de España –que es Estado-miembro– podría vivir una existencia paradisíaca fuera de la UE. Es decir, fuera del tratado de libre comercio más extensivo del mundo.
En realidad, según el informe del CER, Londres tendría entonces menos poder sobre su propia regulación del que tiene ahora, siendo precisamente su recelo de la regulación comunitaria lo que fomenta la animadversión hacia Bruselas. Es más, incluso siendo parte de la UE, actualmente Gran Bretaña es uno de los países del mundo con menos regulación –dice el CER– tanto del mercado de productos como del laboral.
Fuera de la UE, el Reino Unido se vería en la circunstancia de que si renegociase su relación comercial estaría en un curioso trance de “regulación europea sin representación”. Sin la influencia, en efecto, que tiene ahora como Estado-miembro. Brexit y Catexit son realidades para nada equivalentes: de hecho, es de suponer que las consecuencias para Catalunya sería mucho más dañinas que para el Reino Unido, como lo pueden ser para Escocia