Costa Brava, material e inmaterial

Acaba de hacerse pública la creación de la Agencia Catalana de Patrimonio Cultural, que quisiera imitar los modelos anglosajones y celtas de gestión de los espacios de patrimonio material e inmaterial. A la espera de leer la letra pequeña y de ver cómo se gestiona en el día a día, sobre el papel, la idea es una buena noticia para la cultura. Y para el turismo.

Los siete años que estuve al frente de la responsabilidad turística de Catalunya sirvieron para poner las bases estratégicas de un turismo sostenible y cultural, el único que tiene largo recorrido por su singularidad y calidad. El Plan Estratégico 2005-2010, el Atlas de recursos turísticos, el plan de implementación de los recursos intangibles turísticos y el catálogo de iconos turísticos de Cataluña, ponían las bases de cómo se podía aprovechar y valorizar el numeroso patrimonio material existente y el importante patrimonio inmaterial, virgen de explotación, que tiene la sociedad catalana.

Paradójicamente, el diamante en bruto del turismo sostenible y cultural estaba en manos de las administraciones de cultura a nivel nacional, de diputación y de ayuntamientos. Demasiadas veces con una visión sólo conservacionista, sin vocación de divulgación de masas rentable y por tanto, sistemáticamente deficitaria. El patrimonio cultural, en el modelo de turismo promovido desde hace años por la OMT y, desde hace poco, por la UE, es lo que singulariza y garantiza pasar de una actividad estacional a una a lo largo del año, y de la marca blanca al producto singular.

Aunque por desgracia hay en la parte de los empresarios y gestores turísticos demasiada poca visión de este hecho, y demasiado fundamentalismo cultural en el lado de los gestores de patrimonio. Como usuario turístico me caía la baba viendo como destinos sin ventajas climáticas como las Islas Británicas eran capaces de atraer por su singularidad y no por su clima. Y tanto en Escocia, Gales, Inglaterra como en Irlanda (lejos del jacobinismo ineficiente de la Marca España) habían habilitado redes públicas de Heritage, pero también redes privadas sin ánimo de lucro como el National Trust for Scotland (fundada el año 1931 y que gestiona 140 espacios cultural-turísticos y de memoria histórica), y redes privadas con ánimo de lucro como la que agrupa todos los propietarios de castillos escoceses, con fantasma o sin.

Y, en todos los casos, había una concepción integral de la identidad: gastronomía, bebida, edificios, arte, pero también paisajes, rutas literarias, espacios de memoria historia basados en patrimonio inmaterial que acaban generando museos, monumentos o centros de interpretación. Y siempre una hábil aptitud por el merchandising. Tiendas de productos y souvenirs, bares y zonas de cata que son la principal fuente de financiación de estas instalaciones. En fin, me paro aquí, deseando que el camino iniciado desde turismo a partir de 2004, sea ahora seguido y multiplicado desde el área de cultura de la Generalitat. Por el bien de todos.

Hago estas reflexiones el día que quería hablar de la Costa Brava, donde a veces hemos visto representantes de la hostelería suspirar por un Parque temático al estilo de Port Aventura, cuando en realidad tienen una densidad patrimonial material e inmaterial que está muy lejos de ser explotada en todas sus potencialidades.

Se han hecho avances en la última década, pero queda camino. En la costa encontramos las grandes concentraciones de turismo de masa que han hecho un esfuerzo de especialización temática que les permite alargar temporada: turismo deportivo, turismo náutico, familiar. Batallando siempre con las tentaciones del todo incluido y turismo reventado que acaban siendo perjudiciales. Y tenemos las zonas de costa de temporada de verano quejosas del adelgazamiento de la temporada, sin hacer esfuerzos suficientes para empaquetar alojamientos con actividades culturales que no dependan de la canícula.

Un ejemplo de lo que digo, explicado por el presidente de la estación náutica de Roses. El año pasado, unos 40.000 turistas europeos circularon por los caminos de ronda del Empordà en temporada baja. Llenaron los hoteles y restaurantes que son capaces de jugar esta partida. Pero las agencias de guías eran todas extranjeras. Tanta crisis de agencias receptivas y este mercado lo han dejado en manos extranjeras.

La Costa Brava tiene el punto de inmersión subacuática más importante del Mediterráneo, que sólo se detiene unos dos meses al año, y el área de paracaidismo más importante. Así, el concepto Costa Brava, el bautizo del aire y del agua, no sé cómo no se utiliza, sin necesidad de suspirar por otro Port Aventura imposible y no recomendable. La concentración de restaurantes con estrella Michelin en Girona y la gran oferta de campos de golf dan nuevas pistas de las potencialidades poco empaquetadas del área. O también la existencia de un importante kilometraje de vías verdes ciclistas y accesibles que circulan por los parajes que van desde el nacimiento del Ter al mar. Y no hablemos de la apuesta fuerte y triunfante de la comarca del Ripoll por el turismo histórico, aprovechando la marca de Pirineo Condal, que es el producto Tierra de Condes, convertido en un atractivo de primer orden. El trazado del primer tramo catalán del Camino de Sant Jaume, desde Sant Pere de Rodes pasando por Vilabertan, da unas posibilidades aún no explotadas. Así como el enoturismo que empieza a rodar de la mano de las bodegas más innovadores que han constituido una asociación en el Empordà para potenciarlo.

La Girona capital ha ido asumiendo un papel de ciudad imprescindible de visita, por su rehabilitación del barrio viejo tematizado en torno al tema judío y por la capacidad de organizar sistemáticamente eventos de tipo cultural (Mayo de flores, por ejemplo) que atraen visitas temporales. Queda recorrido. Girona fue la capital de los condados carolingios por excelencia. El relato de este hecho inmaterial que sería un gran cebo para el turismo francés, prácticamente no se hace. Y Figueras, con un Dalí que se convierte en un polo de atracción brutal puede jugar con otros potenciales inmateriales como el de haber sido la puerta de llegada de las ideas de progreso en la península: republicanismo, federalismo, obrerismo con figuras novelescas como Abdón Terrades y Narcís Monturiol, sin las cuales no se entiende más tarde Dalí. Y hay todavía los parques naturales. Algunos bien gestionados. Otros no. Hablaremos de eso otro día.

En todo caso, la gestión del patrimonio cultural material e inmaterial que esta semana el Gobierno de Catalunya ha puesto en marcha tiene un campo de pruebas de primer orden en el territorio de la marca Costa Brava-Girona.

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