Cosas de las que, en Catalunya, no se habla en serio (y 3)

 

3.1. El topicazo del ‘català emprenyat’

Justo antes de que estallara la crisis, cuando los restaurantes siempre estaban llenos, se acuñó la expresión. Eran tiempos de debate estatutario, de polémica sobre la gestión de Cercanías y de ilusas reivindicaciones de hub para el aeropuerto de Barcelona. La expresión ‘català emprenyat’ pretendía ser transversal. De hecho, fue válida para justificar el cabreo de la burguesía catalana con Iberia por llevarse su gran base de operaciones a Madrid-Barajas y era igual de útil para retratar a los catalanes que se desplazaban a diario en tren soportando retrasos, averías, parones.

El supuesto enfado de los catalanes fue adoptado como bandera por una parte de la intelectualidad orgánica y mediática nacionalista: que si las balanzas fiscales eran una muestra del latrocinio de España, que si el Estatut y el Constitucional nos ponían al borde de la secesión, que si la discriminación en las infraestructuras… Hubo suficiente doctrina para editar un coleccionable.

Pero llegó la crisis, y parece que el enfado del catalán no dista mucho del que tenga el aragonés, el gallego, el portugués o el francés. El cambio propiciado por la crisis económica en la sociedad evidencia que muchos de los debates anteriores eran fruto del mero aburrimiento y que como son hijos de la opulencia se vuelven estériles en tiempos de dificultades.

¿Así no hay català emprenyat en plena crisis económica? Por supuesto que sí. Pero el actual es el verdadero, sin imposturas ni falsos enfados. Había una pequeña representación de ellos el jueves en la plaza de Sant Jaume, frente al edificio de la Generalitat. Son empleados y usuarios de la sanidad pública. Y algo similar sucede alrededor del ámbito educativo. Catalunya empieza a llenarse de catalans emprenyats. Pronto no cabrán en un estadio, mientras que antes se juntaban en una sala del IESE.

Que era necesario ajustar los costes de la administración pública para cumplir con los niveles de déficit que tenemos impuestos es una obviedad. Que la sanidad y la educación públicas deben ser más eficientes también es indiscutible. Pero si Artur Mas no desea que su país se le vuelva en contra en un tiempo récord, debería gobernar mirando a la ciudadanía a la vez que atiende la cuenta de resultados. E, incluso, sería estéticamente recomendable que la respuesta a la manifestación de esta semana no la diera justamente el día después desde un encuentro con 180 empresarios. Ahora que cierran empresas de forma continuada, la gestualidad en la comunicación es también una forma de gobernar.

3.2. Siempre nos quedará España

Nadie ha discutido jamás que la proximidad al administrado es una ventaja competitiva para una administración. Ayuntamientos y gobiernos autonómicos, de hecho, se justifican (al igual que los intermedios como consejos comarcales y mancomunidades de municipios) en ese principio. Cualquier gestión pública cercana a su beneficiario es buena por naturaleza, ¿no?

No, no siempre. Estoy pensando en la lucha contra el fraude y la corrupción en Catalunya en los últimos años. Dentro de poco se sustanciará el llamado ‘Caso Hacienda’ que ha examinado durante mucho tiempo, quizá demasiado, las turbias relaciones que se establecían entre empresas, empresarios y la inspección tributaria en Catalunya. Aquel fue un episodio que difícilmente hubiera aflorado desde la proximidad.

El ‘caso Palau’ es otro ejemplo. Desde el primer anónimo que recibe Hacienda, pasando por la controvertida actuación del magistrado Juli Solaz hasta la declaración esta semana del antiguo tesorero de CiU ha habido muestras más que suficientes. Cuando no hay distancia, hay amiguismo o justificaciones insólitas. Hemos visto como Oriol Pujol acompañaba a Osàcar ante el juez, donde defendió que él es, sólo, un patriota.

Pero hay más en este país repleto de patriotas: sin el juez Garzón, con una justicia exclusivamente catalana, ¿hubiera sido posible destapar la trama corrupta del ‘caso Pretoria-Gramepark’? Permitan que exprese dudas razonables. ¿Quién iba a tener los arrestos de detener al alcalde de Santa Coloma y hacer un paseíllo hasta la Audiencia Nacional acompañado de ex altos cargos de la Generalitat?

Si Hacienda, desde Madrid, no hubiera realizado un informe sobre las dudas que ofrecía la actuación tributaria de la familia Carulla, propietarios de Agrolimen, ¿quién hubiera osado en Catalunya enfrentarse directamente a una familia de mecenas contrastados y algunos de ellos altos cargos de instituciones locales de prestigio?

Permitan que les provoque. Si piensan que eso hubiera sido posible hacerlo con más autogobierno, desde la proximidad, se equivocan. Vean el ejemplo de la Oficina Antifraude de Catalunya. Su director falleció en enero y desde entonces la pagamos sin que nos sirva para nada: sigue bloqueada, paralizada, e inútil para la función que fue concebida.

En fin, si hay que decir que Madrid nos mata, pues eso, se dice y santas pascuas.