Cosas de las que, en Catalunya, no se habla en serio (1)
1.1. Los medios públicos de comunicación
Hacer una radio y una televisión pública no es tarea fácil. Los equilibrios que la ley impone a un medio dependiente de una administración dinamitan en muchas ocasiones la frescura que sería deseable para competir con el sector privado o para el ejercicio libre de la profesión periodística. En contrapartida, esas mismas normas aseguran que no haya excesos doctrinarios en ningún sentido, lo que acaba redundando a favor de la ciudadanía.
Ahora que ya tenemos experiencia en ver cómo gestionan unos y otros partidos políticos los medios de comunicación públicos catalanes parece obvio que, además del sectarismo que se instala en la programación, existe un mal común que trasciende al gobernante de turno. Me refiero al dogma nacional, que tal y como acuñó el socialista Joan Ferran se ha instalado a modo de costra superficial cubriendo todo el espectro de la programación, desde los informativos a los programas de entretenimiento pasando por los guiones de las series de producción propia.
Tanto da que estemos hablando de TV3, Catalunya Ràdio o, en menor medida, de Com Ràdio o las redes locales de radio y televisión que han controlado históricamente las diputaciones socialistas. El problema es el mismo. El imaginario colectivo del dogma nacional se reproduce y amplifica en muchas ocasiones sin posibilidad de matiz.
Desde la anécdota del mapa del tiempo, que sigue ignorando la cantidad de catalanes que diariamente se desplazan a Madrid y otros puntos de España, hasta las peroratas de algunos presentadores estrella, nos hemos acostumbrado a recibir con absoluta indiferencia ese discurso, que por razones de oportunidad estratégica y política también cultivan otros medios privados como los del Grupo Godó.
Un ejemplo lo encontramos en el editorial con el que Manel Fuentes abría a las 8 horas del jueves pasado El matí de Catalunya Ràdio (escuchar – duración 4′). Siempre he tenido una cierta admiración por este periodista, humorista e imitador. Me parecía que su irreverencia era savia nueva, que su estilo inquisitorial de entrevistar rompía con los cánones decimonónicos que prevalecen en nuestra profesión y que, en última instancia, acababa con el estilo rancio anterior que cultivaron dos radiopredicadores de adscripción política diferente (Antoni Bassas y Josep Cuní).
Pero ahí lo tienen, pontificando en su editorial de primera hora de la mañana con afirmaciones políticas que no admiten matices y transmitiendo un mensaje que, en el terreno electoral, no ha contado jamás con mayorías políticas suficientes. Fuentes acusa de irresponsable al presidente del Gobierno español en virtud de unas manifestaciones del consejero de Economía, al que no le atribuye la más mínima sospecha. Por cierto, ¿Zapatero no ha ganado dos elecciones generales gracias al voto mayoritario de los catalanes? Para los medios públicos catalanes eso debe ser un accidente del destino que no hay que considerar. Al contrario, Madrid nos mata; y como dicen en la caverna mediática aquí somos tan estupendos todos que meamos colonia…
1. 2. ¿Acaso a los catalanes nos gusta defraudar?
El 21 de enero pasado falleció David Martínez Madero, director de la Oficina Antifraude de Catalunya (OAC). Desde entonces, los partidos políticos mayoritarios no se ponen de acuerdo sobre quién le sustituirá. Nada nuevo bajo el sol. Estas desavenencias son tan habituales (Constitucional, CGPJ…) que a nadie sorprenden. Lo que es menos justificable es que ese bloqueo entre Oriol Pujol–Núria de Gispert (CDC y Unió, el bipartito) y Joaquim Nadal–Montse Tura (PSC) haya degenerado en la virtual paralización de la institución que debe velar por prevenir, detectar y señalar el fraude y la corrupción.
Perdonen que sea tan mal pensado, pero opino que no es casual, como casi nada en la vida. Tenemos unas elecciones municipales a la vuelta de la esquina y la mayoría de los casos y denuncias que entran en la OAC tiene que ver con cuestiones del ámbito local: ayuntamientos y diputaciones. Es ahí donde el urbanismo se convierte en objeto de codicia y donde los virreinatos son más evidentes. Y, claro, tanto CiU como PSC tienen cadáveres, y no pocos, en el armario.
No hay, ni tan siquiera, un director provisional de la Oficina. ¿Resultado? No se cierra el casi centenar de casos que se han investigado (en un sentido u otro) y no se da curso al medio centenar de denuncias que han entrado desde que falleció Martínez Madero. Ya sé que vienen elecciones, que mejor evitar el escándalo, que Madrid nos mata y ahoga financieramente… pero la estructura de la OAC la financiamos entre todos los catalanes. ¡Y ahora pagamos a sus empleados únicamente por asistir al puesto de trabajo! ¡Qué lujo en un país zurcido por el déficit público!