Corrientes subterráneas en Catalunya
Uno de los rasgos más acusados del laberinto secesionista es que se concibió sin tener en cuenta que en algún momento generaría reacciones. Tras largos meses de fervor predominante, aparecen con toda lógica unos hechos reactivos. Son heterogéneos y al mismo tiempo insinúan alguna forma de dibujo en la mesa del rompecabezas.
Por ejemplo, no se puede enviar al diputado Tardà al Congreso de los Diputados y esperar que todo quede en la máxima calma. Llamarles “nazis” a unos empresarios alemanas es para el asombro del universo. ¿Qué pensará Jordi Pujol, lector de prensa alemana y antes asiduo visitante de uno u otro länder? La preocupación por el proceso secesionista en Catalunya es extensible a la contextura económica de toda la Europa comunitaria.
Los datos reactivos van emergiendo y comienzan a configurar un segmento de opinión pública que hasta ahora se manifestaba más bien poco. Es el caso del efecto en cadena que está teniendo la reciente sentencia sobre el carácter vehicular de la lengua castellana. Esa nueva circunstancia va teniendo una recepción hasta ahora impensable.
En otra dimensión, la claridad con que el Cercle de Economía se ha definido también corresponde a ese conjunto de nuevos indicios. Hasta cierto punto puede decirse que la sociedad catalana va expresando corrientes subterráneas que por ahora el nacionalismo conseguía obturar.
Tampoco puede perderse de vista que algunos de los tabús gestuales y mediáticos, simbólicos, del statu quo nacionalista han perdido fuerza. Es el signo de otra etapa, en la que las ideas y argumentos compitan en régimen de igualdad.
La falta de conexión entre el sentido político y esas nuevas corrientes subterráneas –plataformas, agrupaciones, agitación digital– es un error flagrante de Artur Mas. Parece estar en fase de no sabe/no contesta. Algo va cambiando en los feudos nacionalistas.
Nos aproximamos a un momento de otra pluralidad, de reconsideración de los dogmas. En fin, reductos mediáticos del secesionismo están perdiendo influencia y cada vez más son una caricatura de sí mismos, como ocurre con TV3. Las encerronas en programas soberanistas ahora ya están favoreciendo a las presuntas víctimas –véase José Borrell y Mónica Terribas– y dejan en evidencia a quienes usaban de los medios públicos para mantenerse en la ficción.
Suma y sigue. Artur Mas pide una oferta de Estado para renunciar a la independencia. De nuevo, el todo o nada. Es sabido que en casos de todo o nada lo propio es quedarse sin nada. Lo perciben también los indicadores de esas nuevas corrientes subterráneas. De existir alguna posibilidad de tercera vía, Mas y sus socios de ERC conseguirán hacerla impracticable. La política se hace bien o se hace mal.