¿Quiere usted ser un héroe?

Los sanitarios sólo aspiran a hacer su trabajo en condiciones. Y la pandemia, y quizá un Gobierno ineficaz, les ha colocado en un rol que no querían

Por razones personales, conozco a un buen número de profesionales sanitarios. Una buena parte de ellos están en las trincheras, allá donde se combate al virus día a día. Me consta que ninguno de ellos quiere ser héroe. Nunca lo han querido. Cada noche, cuando oyen los cariñosos aplausos que bienintencionadamente la gente les lanza desde su confinamiento, se sienten halagados pero a la vez dolidos.

Reconforta, claro, el reconocimiento de sus conciudadanos, les recuerda a ellos mismos la importancia de su trabajo. Su día a día ayuda a salvar vidas, y saber eso, comprobarlo, es realmente gratificante. Es hermoso. Les duele por el contrario, y de qué manera, las condiciones en que deben llevar a cabo su tarea. Lo desigual de su lucha titánica contra la pandemia.

Pero ellos no quieren ser héroes. De hecho, sólo aspiran a hacer su trabajo en condiciones. No aspiran a más. Como en otros muchos casos -cajeras de supermercados, dependientes de alimentación, policías…- solo quieren hacer bien su trabajo. Mostrar a sus compañeros, a sus familias, su compromiso honesto con lo que tienen que hacer en su jornada laboral.

Ahora, la pandemia, y quizás también un ejecutivo incapaz de liderar una respuesta eficaz, les han colocado en un rol que ellos nunca quisieron desempeñar. Héroes suena demasiado grandilocuente, sobre todo cuando los sueldos no llegan en muchas ocasiones a los 2.000 euros, y en muchos casos están más cerca de los 1.000.

Pero la vida muchas veces no te deja demasiadas alternativas. Han visto cómo los hospitales se llenaban de enfermos; cómo en algunos casos debían recostarlos sobre el suelo de los pasillos cuando llegaban con fiebre y dificultades respiratorias; cómo caían contagiados muchos de sus compañeros de trabajo; cómo debían enfrentarse a extenuantes jornadas de trabajo sin apenas medios, sin trajes protectores; como se multiplicaban los muertos… Y lo han hecho con una entrega desinteresada, sin esperar otra cosa que haber cumplido con su deber.

Y lo han hecho sabiendo que España es el país que presenta la mayor proporción de sanitarios infectados -más de 13.000- y la mayor mortalidad en relación a su población, aunque de esto se hable poco y se explique menos en los mensajes gubernamentales en los que tanto se les alaba.

Durante estos días no han podido ni han querido pararse a pensar un segundo en si había algún responsable de ese desastre, de esa sanidad desbordada, a la que Adriana Lastra calificaba como la mejor del mundo hace pocos días, tras leer un informe parcial y ante la mirada gozosa de sus compañeros de partido.

Pero estoy seguro de que cuando esto pase, muchos de ellos repararán en esas irrelevantes ruedas de prensa en las que un ministro de Sanidad, Salvador Illa, un burócrata impenitente, se empeña en acallar con borrosas cifras y porcentajes el rumor doloroso de tantos muertos, a la vez que promete que llegarán pronto esos equipos que nunca llegan.

El día que esto pase estoy seguro de que mis amigos seguirán llegando cada mañana a las 8 en su trabajo en algún hospital, CAP o administración sanitaria y serán lo que siempre quisieron ser: unos trabajadores honestos y dedicados y no unos héroes.

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