Convergentes, ¿qué hacemos con la derecha catalana?
El complejo. En Cataluña y en el resto de España existe un complejo sobre las ubicaciones ideológicas. Un estudio elaborado por el ahora gran admirador del President Artur Mas, el sociólogo ex maragallista Salvador Giner, dejaba constancia, hace unos años, de la gran desorientación de la sociedad catalana. Mostraba Giner que los catalanes se consideran de izquierdas, pero que actúan como individuos con comportamientos asociados claramente a la derecha.
Se pudo ver en una de las Diades independentistas, en la de la cadena humana de 2013. Proliferaban los vehículos de gran cilindrada en las cunetas de las carreteras. Los supuestos salvadores del «pueblo catalán», que aseguran que con un estado propio habrá más justicia social, se habían desplazado de un extremo a otro del territorio, con sus grandes coches de marcas alemanas. Eran clases medias, y medias acomodadas, que simpatizan con un estado que, aseguran sus propagandistas, tendrá un fuerte componente socialdemócrata.
El hecho es que, justificado por el pasado histórico –la derecha quedó asociada al franquismo—nadie en Cataluña se declara abiertamente de derecha, o netamente liberal, que no es, precisamente, exactamente lo mismo, pero que también se ha acabado asociando.
Y Convergència i Unió, que ha sido un formidable instrumento político en Cataluña para representar ese espacio electoral, necesario en cualquier país, ha llegado a su fin sin que nadie en CDC, el partido mayor, haya osado cuestionar la deriva hacia ninguna parte. En la noche de este miércoles, la ejecutiva de Convergència dio por finalizada la federación nacionalista, porque Unió, la parte más decisiva de su dirección, ha querido cuestionar ese camino soberanista, y, además, ha advertido de que el adversario es Esquerra Republicana, que busca una alternativa de izquierdas, y que sí tiene claro cuál es su objetivo político.
La pregunta que surge, por tanto, es si los convergentes saben realmente a dónde van. ¿Quieren cargarse un instrumento político que ha defendido, y puede seguir haciéndolo, un espacio ideológico indispensable en Cataluña? ¿O ya han decidido que se lo ofrecen en bandeja a Ciutadans, o Ciudadanos en el resto de España? Ese es el error, el mayor error, tal vez, de la cúpula de CDC, con Artur Mas al frente.