Convergència y el patriotismo de billetera
Siempre pensé que la esencia del nacionalismo es patrimonial. Los nacionalistas piensan que la patria es suya y que ellos son la patria. La identificación de un país con el pensamiento único es esencial a la tensión con el enemigo exterior, gasolina de la progresión nacionalista: España nos roba. Pero el problema es que ellos roban a Cataluña y también a España. El discurso se ha roto. Ha saltado en pedazos.
Dicho esto, la corrupción que ha rodeado a Convergència Democràtica de Catalunya y a sus dos líderes, Jordi Pujol y su familia y Artur Mas, eleva a la literalidad la identificación de patria con ellos mismos al introducir el dinero de Cataluña en sus talegos y en el de sus partidos.
La respuesta que dan a las evidencias de corrupción es también de libro. Se trata de «caza mayor», de una persecución que no tiene su epicentro en la corrupción sino en su patriotismo. El problema es que las dos cosas son lo mismo.
Hace tiempo leí un libro apasionante. «Anotaciones sobre Hitler» es una obra apasionante de Sebastián Haffner, un periodista alemán que se exilió al Reino Unido no por pertenecer a ninguna minoría perseguida, sino para no contaminarse con el sistema.
Sostiene Haffner que, diseccionando la personalidad de Hitler, se pueden establecer categorías diversas, complementarias y contradictorias. El asesino despiadado, el estadista, el estratega militar, el patriota y el loco. El milagro alemán de Hitler consiguió reunir en una docena de años el tránsito desde el agujero alemán de la economía en 1933 hasta ser el país más industrializado de Europa en 1940 y l a destrucción total en 1945. El loco, el asesino, el estadista y el patriota no se anulan entre sí. Y ninguna condición justifica la otra. Pero la resultante es que Hitler era un personaje abominable.
Que nadie se alarme. No comparo a Pujol y a Mas con Hitler. Sostengo que puede haber dislexias de personalidad entre lo sublime y lo canallesco.
Siempre entendí que Jordi Pujol es uno de los políticos más importantes de la transición. Que prestó unos servicios esenciales a Cataluña y al resto de España. Un hombre con méritos sobrados para pasar a la historia. Me quedé consternado cuando conocí su dinero escondido en Suiza y la rapiña de sus hijos a cuenta de Cataluña.
Con lo que conocemos hasta la fecha de las andanzas de Convergencia, ni siquiera el patriotismo puede ser escudo suficiente. El mayor de los fanatismos no puede contener el descrédito de los líderes históricos del nacionalismo catalán.
Artur Mas está acabado. No hay bandera suficientemente grande para envolverle y ocultar su figura del escándalo de corrupción en las tuberías de la Generalitat y de los ayuntamientos controlados por CDC.
La aventura secesionista ha acabado en las alcantarillas de una práctica continúa, cañonera e insoportable.
Cuando el patriotismo es de billetera, los patriotas pierden toda legitimidad. Este asunto está liquidado, el de la secesión, pendiente de que el tiempo haga su trabajo con estos delincuentes.