Contra Arcadi Espada
Casi nunca es recomendable titular una columna de esta manera. En estos tiempos prima la defensa de ideas y de propuestas en positivo. Pero, tras una oportuna reflexión, en este caso es mejor dejarse llevar por la primera reacción. Arcadi Espada es un gran periodista. Escribe con un estilo propio. Y nadie discute su talento. Pero, en ocasiones, y no le ocurre sólo a él, el talento se traduce únicamente en originalidad. En qué gracia, ¡mira qué comentario!
Espada decidió este jueves, en su artículo en El Mundo, cargarse la idea de Ciudadanos, –un partido que él mismo impulsó junto a otros intelectuales en Barcelona– de crear un Silicon Valley en España, de apostar por un cambio en el modelo productivo, que se admite, de entrada, que no podrá llegar de un día para otro, como nada en la vida.
Espada es hiriente, se ríe de que Ciudadanos haya propuesto que la inversión en el AVE se pueda paralizar, para que se canalice en un proyecto ambicioso de transferencia de tecnología desde una red de institutos de innovación a las empresas. Es un modelo que sí tiene, –y es verdad que desde hace muchos años, en concreto desde 1949– un país tan admirado como Alemania.
El proyecto económico de Ciudadanos lo firma Luis Garicano, y esa idea sobre la innovación tecnológica es de Diego Comín, un profesor de economía, formado en la Universitat Pompeu Fabra, y en Harvard, y profesor ahora en la Universidad de Dartmouth, en Estados Unidos.
Da igual si quien ha conseguido esa colaboración es Ciudadanos. Lo podía haber hecho el PSOE, o el PP, o Podemos, ¿por qué no? El caso es que pretende que las empresas españolas sean más innovadoras, porque ese es el problema de la economía española. Y que ganen una mayor dimensión.
Porque resulta que las empresas españolas de gran tamaño presentan una productividad muy similar a las grandes empresas europeas, incluso son más productivas que las empresas alemanas, como se constata en el sector del automóvil. Es decir, un español no es peor que un alemán, como un catalán no es mejor que un extremeño.
El objetivo de Garicano y de Albert Rivera, el líder de Ciudadanos que conoce muy bien Arcadi Espada, es que tengamos todos más ambición, porque España puede competir, y debe hacerlo, sin ningún complejo con los mejores países del mundo.
Pero Espada se cachondea. Y asegura que lo que pasa es que «pervive en algunos españoles un fondo de hidalgo al que repugna el servicio y el comercio». Y es que, según Espada, España está determinada a basar toda su economía en el sector servicios.
Sólo nos queda ser camareros, sin más, esperando a los europeos y asiáticos con posibles. «El principio de la realidad, geográfico, socioeconómico y cultural, es implacable: los españoles, del Rey abajo, están destinados básicamente a servir», asegura. ¡Toma esa!
Nadie con la información suficiente niega que España seguirá siendo muy atractiva para el turismo, y que el sector servicios es el más dinámico. Y que los camareros, con un alto concepto de su profesión, tienen futuro. Pero España, como ya lo ha demostrado en los últimos 35 años, no puede rechazar otras vías de progreso.
Quizá Espada no ha leído un libro de referencia, que seguirá siendo importante en las próximas décadas: Por qué fracasan los países, de los profesores Acemoglu y Robinson (Deusto). Es una obra que le gustará.
Desmonta tópicos, como los determinismos por cuestiones culturales o religiosas. ¿Se acuerdan de Max Webber, de la ética protestante y el espíritu del capitalismo? Pues resulta que en Alemania ya hay más católicos que protestantes, que en Francia también, y que hay estudios que demuestran que los länder alemanes católicos han sido mucho más dinámicos económicamente que los protestantes.
Lo importante no es eso, sino las instituciones jurídico-políticas que se construyen, y que posibilitan el crecimiento económico integrando el mayor número posible de personas. ¿Quieren un ejemplo? Con todas las cautelas, Botsuana. Les chocará. En el libro, Espada encontrará mucha información.
Y ese entorno institucional debe reforzarse en España para lograr un nuevo salto económico, que es lo que propone Garicano, y que expuso de forma magistral en su libro El Dilema de España (Península)
Lo que ocurre es que es más sencillo escribir una idea brillante, divertida, jocosa, con el título de Hidalgo’s Valley. Fíjate, ¡el ingenio de Arcadi Espada!
Quien no lo debe pensar es Albert Rivera, que, por mil razones que ahora no vienen al caso, ha logrado que una buena parte de los expertos económicos que tiene este país, y que imparten clase en el extranjero, se impliquen y aporten ideas y proyectos en positivo. Espero que todos los partidos puedan hacer lo mismo. Será bueno para España.
Así que perdón por el título, Arcadi.