Contando el coste de la emigración: entre remesas y capital humano
El tsunami económico que recorre el mundo dejó a 200 millones de personas sin empleo, desató disturbios en las ruinas antiguas de Grecia, en los zocos de Egipto y en muchos otros lugares del mundo. Una de las salidas que muchas personas eligen o algunos gobiernos promueven para aligerar la presión social es emigrar. Aproximadamente el 3% de la población mundial, unos 215 millones de personas, vive y trabaja fuera de sus países de origen.
Parece que atrás han quedado los días en que la gente del sur emigraba al norte con la esperanza de conseguir un trabajo. Ahora, la inmigración empieza a tomar la dirección opuesta. Tras la lógica del libre desplazamiento de capitales y mercancías, se provoca también el de las personas e ideas. El inmigrante tendría que dejar de ser una persona sin patria, sino una persona de dos o más países.
Esta movilidad humana es en gran parte consecuencia de los desequilibrios territoriales que las políticas económicas han dejado en numerosos países. En España, la emigración ha aumentado el 22%, los españoles que residen en el extranjero suman 1,9 millones personas en 2012.
La economía receptora valora el trabajo humano que recibe como factor para su desarrollo. Aunque para los países emisores los inmigrantes se han constituido en un sector clave para sus economías al generar enormes remesas, también es innegable que para cualquier país, la pérdida de su capital humano, sobre todo el cualificado, es de un valor insustituible no solo por el coste social invertido, sino por las mayores dificultades para reponer este capital.
En las últimas dos décadas, el crecimiento del comercio y la globalización han asegurado que el trabajo se mueva en busca de oportunidades, a pesar la incertidumbre económica y financiera. El Banco Mundial prevé un aumento de la movilidad humana y sus remesas que pueden llegar a superar a sectores claves de la economía de cualquier país.
Las remesas de las diásporas son vitales para el desarrollo socio-económico en muchos países. Alcanzaron los 406.000 millones de dólares en 2012, un 6,5% más que en 2011. Se espera que superen los 515.000 millones de dólares en 2014. Tres veces el tamaño de los programas oficiales de ayuda al desarrollo.
El ranking de los principales países receptores de remesas lo encabeza India con 70.000 millones de dólares, China (66.000 millones), Filipinas (24.000 millones), México (24.000 millones), Nigeria (21.000), Egipto (19.000) y Pakistán (14.000). España empieza a cambiar la tendencia y a recibir remesas que han alcanzando los 8.000 millones de dólares.
Hay que hacer un gran esfuerzo para catalizar el flujo de remesas. Los gobiernos y los reguladores están intensificando la política, la infraestructura institucional y financiera para fomentarlas. Sin embargo, existen preocupaciones reales en muchas partes del mundo sobre las estructuras empresariales monopolísticas, la falta de transparencia y la presencia de canales no organizados que ofrecen gran resistencia
Una de las claves para mejorar el entorno de las remesas es reducir los costos de envío, cuyo coste medio global es del 8,96% del valor de las remesas. Ciertos grupos monopolizan estos servicios en algunos países que aumentan el coste entre el 24% y el 40% del valor. Sin embargo, estos costos pueden reducirse mediante el aumento de la transparencia, la aplicación de innovaciones tecnológicas y la promoción de un mercado abierto y competitivo, lo que implica además generar 15.000 millones en ingresos para los países receptores .
Dicen que el dinero hace girar al mundo. Pero en un mundo que anda como un manojo de nervios, el capital está tomando un nuevo giro. Los responsables públicos deberían tener en cuenta que las remesas no son dinero público.
Son envíos personales que es mejor dejar que remitentes y receptores decidan cómo gastar. Es probable que los esfuerzos por gravar las remesas o por dirigirlas a inversiones específicas resulten ineficaces. Las remesas son más efectivas para generar rentas e inversión cuando están respaldadas por una política transparente y mejor entorno inversor y una buena infraestructura.
En el lado positivo se cree que las remesas reducen el paro y la pobreza. También ayudan a mejorar el rendimiento económico, especialmente si se destinan para financiar la educación infantil y los gastos sanitarios. Incluso cuando se usan para el consumo, generan efectos multiplicadores, especialmente en países con un elevado índice de desempleo.
De hecho, países como en la región del Golfo que se basan en los flujos migratorios, tanto es así que los inmigrantes representan casi el 86% de la población de Qatar o Dubái. Debido a esto, las remesas son de importancia para los países de Oriente Medio independientemente de si son el envío o recepción.
La carencia de políticas eficaces y actuales que aborden de manera eficaz el tema de la movilidad humana ha planteado un desafío a la comunidad internacional, que nos recuerda en primer lugar que el carácter universal de los derechos humanos y libertades fundamentales no debería admitir dudas.