Constitucionalismo o… ¿qué?
A la esperanza constitucionalista hay que inyectarle mucha entrega, un poco de rock’n’roll, ímpetu de futuro, dinamismo y ánimo de lucha y no de derrota
Con pocos, muy poquitos días de diferencia, han tenido lugar en Barcelona dos reuniones reseñables. La primera el sábado 13 de noviembre, la segunda el lunes 15.
Fuego al uno. El sábado 13, en la Sala Francesc Cambó de l’Espai Modernista de Sant Pau, Consenso y Regeneración sumó fuerzas con Societat Civil Catalana para conmemorar los cien años de la España invertebrada de Ortega y darle un par de vueltas a cómo está ahora mismo la gran cuestión.
Yo acudí del bracete del líder de Ciutadans en Cataluña, Carlos Carrizosa. Lo cuento porque para mí no dejaba de tener cierta gracia: resulta que yo conocí en persona a Carrizosa en ese mismo sitio, en esa misma sala, el año pasado, cuando moderé en nombre de Societat Civil Catalana (a la que orgullosamente sigo perteneciendo) un debate entre las que entonces eran las 3 primeras espadas visibles del constitucionalismo catalán: el susodicho Carrizosa, Miquel Iceta (todavía entonces primer secretario y aparente candidato del PSC al 14-F) y el popular o pepero, según el día y el argot, Alejandro Fernández.
¡Carrizosa no se acuerda de que nos conocimos en carne mortal ese día! ¡Hombres! Yo en cambio sí le recuerdo perfectamente a él, así como cierto destello tex-mex de su mirada cuando con mi habitual timidez solté: “Señores, ante ustedes están todos los mimbres que ahora mismo tiene el constitucionalismo catalán. Les gustarán más o menos, pero o hacemos el cesto con esto, o no lo hacemos”
Salvador Illa hace una oposición tan ‘sui generis’ que ya nadie espera ver aparecer al PSC en una reunión de constitucionalistas
Desde entonces, anda que no ha llovido: yo misma estoy con Carrizosa y toda su Caballería Naranja dentro de aquel cesto que tanta gracia me hacía mirar desde la barrera, Fernández bucea como Jacques Cousteau las aguas más abisales del PP de Cataluña, Iceta migró a Madrid y Salvador Illa ha optado por un estilo de oposición tan sui generis, que ya nadie espera ver aparecer a nadie del PSC en ninguna reunión de constitucionalistas. Ni a los que lo son.
Pero les hablaba del acto del pasado sábado, el que conmemoraba el célebre análisis orteguiano de la España invertebrada y aparentemente inconllevable. La verdad es que fue un acto magnífico, repleto de inteligencia y de vigor. Hablaron Jordi Canal, Iñaki Arteta, el diplomático Juan Claudio De Ramón, que nos tocó la fibra más sensible con un discurso de clausura donde llamaba a tomarse los vínculos comunitarios y civiles mucho más en serio. O meramente en serio.
Me falta espacio para enrollarme o extenderme, pero me gustaría destacar también la pasmosa bravura de la empresaria Mónica de Oriol cuando dijo: “No es que la burguesía o el empresariado catalán se hayan quedado callados por gusto ante el procés, es que si abres la boca, te cierran la empresa”. ¿A que se le entiende todo?
Pues eso, que salimos capficats pero a la vez recauchutados y motivados para seguir buscándole soluciones al problema. Al gran problema. ¿O acaso queremos dejar las cosas así?
Después del sábado 13 vino el domingo 14, a continuación el lunes 15, y en el Col·legi de Periodistes de Barcelona se presentó el manifiesto por la unidad constitucionalista que ya lleva 600 firmas recolectadas, algunas tan ilustres como las de Francesc de Carreras y Cayetana Álvarez de Toledo, y que aboga por una candidatura constitucionalista conjunta para las elecciones municipales, entre otras cosas.
Ahí yo no estaba. Sí había representación de Ciutadans -nuestro portavoz en el Parlament, Nacho Martín Blanco-, aunque Ciutadans no es promotor de esta iniciativa. Otra cosa es que allá donde se habla de constitucionalismo, siempre se nos espera y siempre estamos para ver, oír, hablar y escuchar.
Preguntarle a cualquier persona seria si quiere la unidad del constitucionalismo en Cataluña es como preguntarle si quiere salud, dinero y amor
Yo creo que preguntarle a una persona seria, a cualquier persona seria, si quiere la unidad del constitucionalismo, es como preguntarle si quiere salud, dinero y amor. Pues claro. Otra cosa es cómo se consigue, con qué mimbres precisos (otra vez el cesto…), en qué momento y con qué dirección.
Miren, yo he orbitado alrededor de la política durante muchos, muchos años, sin animarme nunca a dar el salto definitivo a meterme en ella hasta hace relativamente poco. Cierto es que una vez decidido el salto, salté con orgullo y pasión. Aprendo mucho cada día que pasa. Por ejemplo, a sentir con cada célula de mi ser, no sólo a pensar, aquello que dije el día que conocí a Carrizosa, y que a él (más que a ninguno de los otros dos, creo…), tanta gracia le hizo: que esto es lo que hay. Que lo que sea, tiene que hacerse con esto.
Los partidos políticos no son perfectos. Ni de lejos. Ninguno. Pero en democracia, son insustituibles y no son banalizables. Todos los demás instrumentos civiles y políticos pueden propiciar, coadyuvar, empujar, impelir, etc. Pero el trabajo, se hace desde dentro, o no se hace. Comprometiéndose. Arriesgándose. Sin ir más lejos, a que el bien común y la salida individual no tengan por qué necesariamente coincidir al cien por cien. A que las más bellas rebeldías queden en nada. A que la más abominable injusticia parezca momentáneamente invencible. Etc.
Yo creo que todos los manifiestos hay que leerlos, enterarse bien de lo que ponen, meditarlos con calma y ver si ayudan a pasar a la acción. Creo sinceramente que es pronto para decir o para saber qué va a pasar en Cataluña y en toda España. Si es cierto que en toda crisis hay una oportunidad, bueno, entonces ahora mismo rebosamos oportunidades. Total, sólo hace cien años desde que Ortega y Gasset se desesperó.
Si a mí me preguntan qué creo que de verdad hay que inyectarle a la esperanza constitucionalista, yo diría: entrega, mucha entrega, todavía más entrega, un poco de gracia y otro poco de rock’n’roll. Ímpetu de futuro. Dinamismo. Ánimo de lucha y no de derrota. Que todo sea posible y nada sea inevitable. Incluso trascender la ensalada de egos y de codazos, el quítate tú que me pongo yo, que tantas veces, en todo tiempo y edad, ha frustrado y atascado el humano esplendor.
Si en el fondo todo está inventado. Y a la vez por descubrir. Un abrazo a todos.