Confesiones de un culé harto del victimismo

El Barça ha sido sancionado por la FIFA. Le han abierto una investigación judicial en la Audiencia Nacional por supuesto delito fiscal. A Messi, su estrella, la Agencia Tributaria le obligó a pagar.

El club se ha encontrado de golpe sin el presidente democráticamente elegido y está gobernado por un nuevo líder, legítimo, pero no votado. Josep Maria Bartomeu y su equipo de cinco vicepresidentes empezaron de forma medio digna: reconocieron errores en el fichaje de Neymar y se conjuraron para continuar con la reducción de la deuda a la par que se mantiene un equipo competitivo y se cimentan, desde lo patrimonial, las bases del futuro.

En los medios, tanto Bartomeu como Carles Vilarrubí coquetearon en los primeros días de la nueva etapa con el asunto de la mano negra del Real Madrid sobrevolando por encima de los últimos males del club blaugrana. Pero Sandro Rosell salió corriendo de Can Barça y, además de lo que algunos de sus próximos consideran inmadurez psicológica, hubo una admisión tácita de que internamente las cosas no siempre se hicieron de manera correcta.

 
Con el victimismo actual, Bartomeu y los suyos acabarán haciendo bueno al presidente Joan Laporta

Admitirlo es difícil para una generación de directivos que pasan por ser primeros espadas de sus respectivas ocupaciones profesionales fuera del fútbol. Pero sí, Rosell y los suyos cometieron un mayúsculo error al diseñar la arquitectura jurídico-fiscal del contrato del astro brasileño. Algunos de ellos lo admiten en privado, aunque frente a los medios de comunicación siguen agitando la bandera del enemigo externo.

Cuando hemos introducido un poco la nariz periodística en las interioridades del club hemos advertido que la institución no estaba tan bien gestionada como parecía y que el presidencialismo había llegado a ser hasta peligroso.Que ahora sea Florentino Pérez, o ves a saber qué enemigo exterior, el responsable de todos los males del Barça puede servir para contentar al aficionado hooligan, pero no debería nublar la vista del culé racional. Y sí, todos sabemos que resulta muy difícil discernir en el fútbol entre lo sentimental y la lógica, pero incluso bajo ese axioma deberíamos evitar las confusiones.

 
Una institución que pretende ser más que un club no puede ser de ninguna manera un mar de lágrimas

Ni Florentino es una milagrosa virgencita, ni el Barça la casa de las virtudes. Por tanto, de seguir con el victimismo actual, Bartomeu y los suyos acabarán haciendo bueno al presidente Joan Laporta, que evitó flagelarse aunque fuera menos brillante como gestor (me refiero a lo colectivo, claro, ya que en lo deportivo y en lo individual parece que le fue mejor).

Una institución que pretende ser más que un club no puede ser de ninguna manera un mar de lágrimas. Ni los persigue Hacienda, ni la Audiencia Nacional, ni la FIFA, ni Floro, a quien seguro que le apetecería mucho más vencer en el terreno de juego que en los despachos. Me da la sensación de que a Bartomeu y a los suyos sólo les persiguen ya determinados complejos. Y resulta muy feo que intenten trasladarlo a la masa social en la antesala de un importante referéndum.