¿Conclusión? Más desigualdad

Ante una catástrofe de las características de la presente, un gobierno tiene dos áreas en las que incidir: las cuentas públicas en desequilibrio y la economía productiva en declive. Eso, un gobierno ideológicamente neutral centrado en su función. Ahora, un gobierno ultraliberal despreciará el segundo factor esperando que la economía cambie de signo por la mano invisible que más tarde o más temprano terminará por actuar.

El gobierno español afirma que la curva dará la vuelta enseguida, que poco queda. Los ciudadanos, por el contrario, no terminamos de ver el fondo del pozo y algunos, los de ánimo más decaído, incluso piensan que la recuperación tardará años en llegar. Una pregunta crítica flota en el ambiente: ¿Hasta cuándo?

Hasta que un póquer de factores no consigan su alineación astral: el descenso del consumo interior hasta el tope de frugalidad, el ajuste del nivel de financiación privado, la consolidación de la expectativa de crecimiento global y el adelgazamiento de la estructura de las empresas hasta su umbral de actividad fija mínima.

Aún queda. Cuando acontezca, habrá dos sectores principalmente beneficiados: el sector público, que verá crecer sus ingresos y reducir sus gastos, y sobre todo las empresas. Según los últimos datos de la economía española, las rentas empresariales acaban de superar el peso de las rentas personales. Por otra parte, la brecha entre los segmentos de altas y bajas rentas sigue creciendo lo que sitúa a España en la cola de los países de la UE en equilibrio social. Son dos datos aterradores. Pues bien, estas cifras no harán sino intensificarse con la recuperación. ¿Por qué? Porque las empresas habrán flexibilizado sus costes al máximo y porque la nueva reglamentación permitirá exprimir las condiciones laborales de los nuevos contratos. Prepárense porque los resultados de las empresas españolas vivirán tiempos de esplendor en los próximos años para mayor gloria de este gobierno amante del capitalismo a ultranza.

¿Y lo que más nos preocupa, el paro? Tardará en reducirse. Con unas familias con los ingresos tan mermados, la demanda interior no volverá a ser el motor de otros tiempos. El desempleo se mantendrá en niveles elevados porque, además, el segundo motor, el de la construcción, seguirá durante años igual de desvencijado. De nuevo apelaríamos al gobierno. A fin de que aplique políticas incentivadoras de la contratación –¿beneficios fiscales para el aumento de plantilla?–, de que tome en serio de una vez el gran asunto del emprendimiento, de que active las reformas imprescindibles en materia de recolocación, y de que incida a gran escala en los cuatro sectores creadores potenciales de empleo: agroalimentario (el rural, ¡claro!), tecnología de las comunicaciones, ecología (incluyendo ahorro energético) y servicios a las personas. Un programa similar o continuar aumentando la desigualdad.