Con la sanidad no se juega, señores corruptos

La corrupción hay que perseguirla con fruición, sin desaliento y con todos los medios. La corrupción que se pueda producir en la sanidad y en la educación, esos dos ámbitos indiscutibles del estado del bienestar, debería investigarse con saña. Quienes ponen en peligro, quienes encarecen, quienes se aprovechan de los servicios públicos básicos deben ser castigados sin compasión, con el código penal en la mano y sus penas más elevadas en el frontispicio de la justicia.

El caso Innova hace demasiado tiempo que colea en el sur de Cataluña. Desde hace mucho tiempo se ha dicho que los dos grandes partidos del país, convergentes y socialistas, mantenían una especie de pacto tácito de no agresión en el entorno de la salud pública. Inaceptable, intolerable. 

Desnúdense a corruptos y a corruptores de una puñetera vez. Salgan los partidos de su letargo identitario y hagan política ya. De la de verdad, de la que esperan los ciudadanos, sin cosméticas ni medias tintas.

La sanidad pública y la educación pública son unas consecuciones del Estado social europeo que deben preservarse más que cualquier otra. Es lo que nos diferencia de otras sociedades menos desarrolladas, y quien juegue con ellas debe ser llamado a capítulo con severidad.

Seguro que Artur Mas dirá, cual un dirigente del PP cualquiera, que este es un tema particular o que no le afecta. Claro, como el del Palau-Millet-CDC, el de los fondos de formación de Unió, los de Prenafeta y Alavedra, las ITV, la herencia de Pujol… Claro, Mariano Rajoy tiene los suyos y así todos igualados en la ciénaga.

Diríase que el hombre que no para de privatizar divisiones de la sanidad catalana tiene mucho más interés en acudir a cualquier acto de exaltación nacional que por informarse ante los jueces y policías que investigan el caso Innova para saber qué pasa de verdad en su país. Qué pasa durante su presidencia; un liderazgo que dejará auténtica huella, pero no la que él espera. Seguro.