Cómplices por acción o por omisión
Que Cándido Méndez estuviera informado de que la Visa black de Caja Madrid en poder de un consejero representante de la UGT se empleaba para pagar asuntos propios del sindicato es otra muy mala noticia.
Frente al aluvión de episodios de corrupción conocidos en los últimos años sólo hay dos actitudes: el rechazo frontal o la complacencia.
Quienes han sido comprensivos con determinadas actitudes son, de facto y en lo moral, cómplices de la actuación corrupta. Tanto da si son empresarios que se arrimaban a Iñaki Urdangarín para aprovechar su red de contactos, como si eran industriales que intentaban aprovechar la desinversión de alguna empresa en Cataluña en beneficio propio. O, por ejemplo, también son responsables quienes pagaban al ladrón de Fèlix Millet (la empresa Ferrovial algún día deberá dar explicaciones de cómo obtenía la obra pública) en busca de provechos coyunturales y específicos.
Si alguien untó al minero y sindicalista asturiano José Ángel Fernández Villa para que acumulara una pequeña fortuna lejos de España es tan culpable como él. No se pueden separar el corrupto del corruptor. El cómplice de quien ha cometido la irregularidad. Hacerlo sólo tiene una explicación inasumible: más complacencia con un fenómeno que lleva camino de aplastarnos como sociedad.
El secretario general de la UGT no puede hacer la vista gorda. Se saben ya demasiadas cosas sobre comportamientos inaceptables en instituciones, organizaciones políticas, sindicales o patronales. Sus líderes no son sólo referencias orgánicas, también tienen un cometido ético y moral sobre el que cimientan la esencia de sus cargos. Y, aunque sólo fuera por eso, Méndez debería largarse sin esperar un minuto.