¿Compensar?
La economía del mercado se comporta por sí sola, siguiendo la lógica de maximización de ganancias. Si no hay ninguna intervención adicional desde fuera con una lógica diferente, los resultados traen algunos excesos con poca justificación y poca aceptación en las sociedades avanzadas como la nuestra.
Los gestores y agentes sociales y económicos basados en sus concepciones ideológicas, de intereses privados, de luchas por el poder, etc, actúan para corregir y equilibrar estos excesos. Por lo tanto, «compensan» los excesos con objetivos legitimados por su idea de responsabilidad social.
Los agentes económicos no son simplemente empresas abstractas o entidades financieras gobernadas por directivos inaccesibles o políticos avezados al mantenimiento de su cuota de poder.
Detrás hay personas que usan su talento, experiencia y capacidades para aplicarlas en sus actividades profesionales. ¿Qué motiva a los gestores? A menudo, la motivación tiene mucho que ver con las compensaciones económicas consideradas legítimas y por tanto aceptadas: nadie pone en entredicho la legitimación del sueldo, o del cobro de dinero como resultado de la venta de un producto, servicio, talento u horas de trabajo.
Así, la conversión del valor en dinero es prácticamente automática, a pesar de que en el mundo de las finanzas hay muchas cosas que decir. Por ejemplo, ¿cuál es el valor del dinero? Visto desde la perspectiva de las divisas o de las políticas que hacen distintos países o zonas monetarias sobre las monedas ya no es tan clara la respuesta.
Hay países, como Japón, que consiguen mejorar sus exportaciones a base de rebajar el cambio de sus monedas (el Yen) y la recompensa o compensación económica es muy importante. Mientras tanto el G20 reunido en Moscú hace declaraciones con la intención de evitar la guerra de divisas apelando a la libertad de mercado y la eliminación de políticas proteccionistas que los gobiernos tienen ganas de imponer por la vía monetaria y de corto plazo.
La devaluación hace más baratos los productos e impulsa las exportaciones, perjudicando a los países que no pueden devaluar ya que su divisa tiene el valor resultante de las negociaciones de la zona integrada que representa, como pasa con España y el euro. Por lo tanto la devaluación sólo puede hacerse por medios no monetarios, y de aquí los recortes y bajadas de costes salariales que tenemos.
La confianza es la base de las relaciones económicas entre las partes. Tanto cuando se compra y se vende como cuando se negocia el pago de la deuda entre prestamista y prestamista. La compensación por el bien o servicio obtenido, demuestra la confianza entre las partes.
Ahora vemos que la confianza del consumidor español sigue siendo de las más bajas del mundo según indica el informe Index global de confianza de los consumidores (4t trimestre 2012) de Nielsen, con datos sobrecogedores: sólo un 15% cree que es buen momento para comprar cosas que necesita, un 46% piensa que no es tan buen momento y un 37% afirma que no es buen momento.
También un 82% reconoce haber cambiado sus hábitos de compra por la crisis tomando medidas para el ahorro. En concreto, un 70% redujo sus gastos de ocio fuera de casa, el 67% ahorra en gas y electricidad, el 63% gasta menos en ropa, un 57% compra marcas más baratas y el mismo porcentaje ahorra en gastos de teléfono. En el resto de Europa el 63% reconoce haber cambiado sus hábitos de compra por la crisis, mientras que en España lo ha hecho el 82% de los consumidores.
Así se explica las pocas posibilidades inmediatas de compensar y volver a animar el consumo. Lamentablemente las noticias cada día nos ilustran con casos de compensaciones obtenidas con un abuso de la confianza. Tendríamos que tener mecanismos automáticos de intervención para compensar también estos desequilibrios. Pero ocurre lo contrario. Un ejemplo en temas de consumo: ahora que hay que favorecer la presencia de organizaciones de consumidores fuertes para contrarrestar el posible exceso de poder, nada de nada: se han esfumado por inanición.