Compensar a los donantes de plasma
España utiliza un modelo anticuado, ineficiente e inefectivo para la recolección de plasma. Esto debe cambiar
Hace unos meses, diez sociedades científicas, asociaciones de donantes y de pacientes firmaban un comunicado conjunto dirigido al Gobierno español para que garantice el suministro de plasma, necesario para la elaboración de tratamientos de los que dependen miles de personas con enfermedades raras y crónicas. En el texto se manifiesta la “preocupación ante la insuficiencia crónica de plasma en España, agudizada por la pandemia, y la escasez actual de inmunoglobulinas y su repercusión en el retraso del tratamiento de muchos pacientes, quienes necesitan estos medicamentos para vivir y mantener una buena calidad de vida”.
Las donaciones de plasma son esenciales para tratar un gran abanico de enfermedades crónicas como inmunodeficiencias, trastornos de coagulación, trastornos cognitivos y neuromusculares y enfermedades hepáticas. Además de los beneficios conocidos, la investigación en el desarrollo de nuevas proteínas y la expansión de aplicaciones a nuevas áreas terapéuticas como el Alzheimer, abren la puerta a una nueva era de la medicina.
La pandemia del Covid-19 ha resultado en una disminución de donaciones de plasma, hasta un 25% en Estados Unidos. El país norteamericano abastece a un 75% del plasma global para la elaboración de terapias. Un grupo reducido de países –Estados Unidos, Alemania, Austria, República Checa y Hungría– permiten en la actualidad la recolección comercial de plasma y la compensación monetaria de sus donantes. Estos cinco países comprenden aproximadamente el 5% de la población mundial, pero contribuyen con más del 90% del plasma utilizado para terapias médicas.
En España se ha reportado escasez de inmunoglobulina ya que las donaciones durante el primero año de la pandemia fueron casi inexistentes. Italia, Francia, Bélgica y Reino Unido también informan de tensiones en la oferta, que probablemente persistirán y por tanto perjudicarán a los pacientes durante mucho tiempo. La posibilidad de futuras restricciones a la exportación de plasma y productos derivados del plasma de Estados Unidos a otros países por razones tales como un incremento en la demanda consecuencia de nuevas indicaciones o la introducción de protocolos requiriendo mayores dosis de hemoderivados, suponen un riesgo importante a nuestra infraestructura de subministro de plasma.
En este contexto, el Instituto Ostrom presentó recientemente el informe «Es la hora de pagar por el plasma: la compensación de las donaciones voluntarias de plasma». El informe, coordinado por el Profesor de la Universidad de Georgetown en Washington, Peter Jaworski, detalla la situación del suministro de plasma en nuestro país y aporta argumentos para transitar de un modelo puramente altruista a un modelo de recolección comercial.
El informe detalla la reciente reforma en la República Checa como modelo a seguir. Pese a tener una población cuatro veces menor que la española, en 2016, la República Checa envió casi el doble de volumen de plasma a fraccionar que España − 613.000 litros, 58 litros por 1.000 habitantes comparado con los 273.276 litros o 8 litros por 1.000 habitantes de España.
España – y Cataluña en particular – a pesar de acoger la sede de Grifols y ser pionera en investigación biomédica y terapias derivadas del plasma, utiliza un modelo anticuado, ineficiente e inefectivo para la recolección de plasma. Esto debe cambiar. Para asegurar la provisión a pacientes de forma más efectiva, deberíamos permitir la compensación de los donantes a través de la reforma del Real Decreto 1088/2005. Actualmente, ya dependemos de este modelo para obtener dos tercios de los hemoderivados necesarios para terapias derivadas del plasma. En otras palabras, a pesar de reivindicar un modelo altruista, el sistema se mantiene a flote gracias a la compensación de los donantes en otros países. España puede ser autosuficiente en plasma y contribuir al suministro global para pacientes de todo el mundo.