Cómo tener poder en la Unión Europea
En la noche de las recientes elecciones europeas uno zapeaba de los comentaristas del plató de TVE a los de la BBC y se hacía difícil soportar la brutalidad del contraste. ¿Es que en España no hay conocedores de la UE como en el Reino Unido? Al contrario, en el plató de TVE pudo haberse convocado a un buen puñado de analistas de la política europea, ex corresponsales en Bruselas y profesores de primer orden.
Para la opinión pública española, tan desnutrida de conocimiento europeo, hubiese sido saludable tener en TVE al profesor José M. de Areilza, y no tan solo porque acabe de publicar Poder y derecho en la Unión Europea. Pero también. Areilza es ahora mismo titular de la cátedra Jean Monnet-ESADE y es secretario general del Aspen Institute en España.
En su ensayo, Areilza sostiene que Europa ya agotó su utopía y que, más allá de una cierta fatiga, hace falta redefinir un europeísmo para el siglo XXI. Pero como algo más inmediato tenemos que la crisis ha hecho ver que la Comisión, con toda su capacitación técnica, ha carecido de visión política. Queda “políticamente débil pero técnicamente fuerte”. Singulares equilibrios del proceso europeo.
En realidad, este reciente período crítico ha puesto al descubierto manifiestos enfrentamientos de poder entre la Comisión y el Consejo Europeo. El eurogrupo también se ha reafirmado. Puede haber más tensiones entre el poder intergubernamental –Consejo– y lo supranacional. ¿Nueva redistribución del poder en Bruselas? Añadamos el nuevo factor de una composición más fragmentada de la Eurocámara, aunque centro-derecha y centro-izquierda preservan su hegemonía central. Aún así, el nuevo voto euroescéptico no ayuda de la dinámica supranacional, sino todo lo contrario.
España ya ha superado la inanidad que significó, en términos de peso en Europa, el zapaterismo. Recupera posiciones. Tras una primera etapa pujante que va de 1985 –años de la integración– a 2004, el declive de la influencia de España en Bruselas fue patente. Y ahora vemos como, siendo en parte Europa el problema, España es también en parte la solución. Eso exige política tan sólida como fina.
Se critica a la Unión Europea porque implica una cesión de soberanía, pero en realidad es soberanía compartida: cedemos soberanía –monetaria, por ejemplo– y a la vez intervenimos en decisiones que afectan a todos. Respecto al secesionismo catalán ahora en ebullición, Areilza plantea la contraposición con una Europa que desde sus inicios optó por sumar y no por restar.
¿Cómo afianzarse? El creciente debilitamiento del eje franco-alemán complica las cosas pero también abre para España la puerta de su propio juego de alianzas, con Alemania en el centro y países como Polonia e Italia en primera fila. Es decir, la UE hace posible que España actualice su propia identidad, su rol en el concierto entre poder y derecho en Europa. Son cosas que TVE debería explicar mejor.