Cómo se valora una empresa
Es obvio que en la vida de un empresario hay una serie de preguntas que aparecen recurrentemente: ¿Cuánto vale la compañía de la que soy accionista? ¿Cuál es el valor de mi competencia? ¿Qué coste tendría comenzar nuevamente la actividad que desarrollo? Estas y otras cuestiones similares no son fáciles de contestar y requieren de un análisis que muchas veces el propio accionista no puede acometer por falta de tiempo, recursos o conocimiento de los factores incluidos en este proceso.
En principio, se puede decir que el valor de una empresa depende del fin para el que se use dicha valoración. Si es una compañía que va a liquidarse, lo que hay que buscar es el llamado «valor de liquidación». Si queremos saber cuánto vale en funcionamiento, el protocolo y las consideraciones para realizar la valoración serán diferentes, ya que la unidad productiva seguirá funcionando. Si la empresa cotiza en algún mercado organizado de renta variable, el analista calculará su valor teórico, para poder recomendar a sus clientes comprar o vender esas acciones a un precio determinado. De esta forma, el valor calculado por el analista se comparará con la cotización al contado, para saber si en un momento dado está barata o cara.
De manera genérica, y como primera aproximación, se puede decir que en todo proceso valorativo hay que considerar unos principios que sirven de base a los métodos tradicionales. En este punto la doctrina es muy prolija, pero a modo introductorio (y a riesgo de olvidarnos de alguno) se puede hablar de los siguientes principios genéricos que deben ser tenidos en cuenta:
i) Objetividad. El valor tiene que responder a circunstancias objetivas. Solidez del criterio. El criterio escogido debe mantenerse durante todo el proceso de valoración.
ii) Temporalidad. La valoración tiene que hacer referencia siempre al momento en que se hace.
iii) Unidad de valoración. El valor global de una compañía tiene que ser único y vendrá determinado por la suma del valor del fondo de comercio y de sus inversiones.
iv) Prudencia valorativa. Debido a que toda valoración contiene un componente de subjetividad, debe determinarse siempre con extrema prudencia.
v) Anticipación. Además de su situación actual, hay que tener en cuenta las expectativas de beneficios futuros para poder determinar el valor.
Por otra parte, hay algunos otros conceptos que deben estar claros para llevar a cabo la evaluación de una empresa o de cualquiera de sus partes. Dentro de este grupo, hay que destacar:
a) La valoración. Es una magnitud objetiva e independiente del objeto valorado. Es el resultado de un proceso que intenta descubrir las cualidades económicas relevantes de lo valorado y su transformación (mediante una adecuada proyección) en unidades monetarias. El criterio fundamental de la valoración tiene que ser la potencialidad de los objetos valorados para generar utilidad. Por ello, se tiene que descartar la valoración en función de hechos pasados.
b) El precio. Es el resultado de una negociación. Es una magnitud subjetiva, e independiente de la valoración previa. Se ve influido por las condiciones de pago. La valoración es únicamente una referencia, una ayuda para aquellos que tienen que decidir sobe lo valorado.
c) La sinergia. Este concepto aparece cuando al añadir a una empresa otra nueva, el valor resultante es distinto al que mostraría la suma de las dos partes por separado. Puede ser positiva o negativa.
En el proceso de valoración se deben tener en cuenta, además de todo lo citado anteriormente, dos clases de factores. Por un lado, los internos, como los comerciales (mercado, posible expansión, evolución prevista, creatividad, etcétera), técnicos (eficiencia del inmovilizado, amortización), humanos (equipo directivo, absentismo, huelgas, adiestramiento de la plantilla), financieros (beneficio y su distribución, cash-flow, PER, endeudamiento, ebitda), administrativos (organigrama, estatutos de la sociedad y consideraciones fiscales, entre otros). Entre los externos cabría destacar la coyuntura económica, la situación sectorial y las incertidumbres normativas.
Vicente Martín Egaña es economista y Socio Director de ZINCAPITAL