¿Cómo nos superó Estonia en PIB per cápita?
Estonia ha pasado de ser un satélite soviético con una economía pauperizada a convertirse en la segunda nación del mundo con más unicornios por millón de habitantes. La clave de su éxito es una agenda de reformas económicas e institucionales orientadas al crecimiento
Estonia alcanzó en 2020 un PIB per cápita en paridad de poder adquisitivo de unos 36.000 euros, superando por primera vez a España. Si bien cabe tener en cuenta la coyuntura determinada por el gran impacto del shock del Covid-19 en la economía española, lo cierto es que la economía báltica lleva tiempo arrojando resultados excelentes en su histórico. Su auge económico no viene propiciado por factores exógenos; es el resultado de méritos propios.
En 1995, solo cuatro años después de su independencia de la URSS, el PIB per cápita de Estonia era prácticamente un tercio del español y en solo 26 años nos han superado. ¿Cómo lo han hecho? Su secreto es una combinación de reformas estructurales para alcanzar una burocracia eficiente, un sistema impositivo competitivo, su apuesta por la innovación y la digitalización y, esencialmente, una política de estabilidad presupuestaria en sus cuentas públicas.
Desde hace años, la república báltica encabeza el ranking de los sistemas fiscales más competitivos del mundo, elaborado por la Tax Foundation. El Impuesto sobre Sociedades de Estonia tiene un tipo del 20% (cinco puntos por debajo del español), y solamente grava los beneficios cuando son distribuidos a sus accionistas, incentivando consecuentemente que éstos sean reinvertidos internamente para incrementar la capacidad productiva de la compañía. De esta manera se favorece la reinversión en bienes de capital, lo que favorece en última instancia la mejora de la productividad y los salarios. La sociedad estonia entendió desde un comienzo que necesitaban atraer ahorro extranjero y acumular ahorro interior para transformarlo después en estructuras empresariales que capitalizaran la nación.
El secreto del PIB de Estonia es una combinación de reformas estructurales para alcanzar una burocracia eficiente
Al atractivo sistema fiscal para las empresas y los inversores, se le suma una administración completamente digitalizada y orientada a la agilización de trámites empresariales y la reducción de cargas burocráticas. De hecho, con la pandemia, el 99% de los servicios gubernamentales permanecieron disponibles online. En el trayecto de camino al trabajo o en la sala de espera del dentista, los ciudadanos de Estonia pueden renovar su pasaporte, solicitar beneficios sociales o registrar una empresa o propiedad.
Las distintas áreas de la Administración están interconectadas a través del sistema X-Road, que garantiza el principio once only (sólo una vez), según el cual el Estado sólo puede reclamar una vez los datos personales de un ciudadano. De esta manera, por ejemplo, el nacimiento de un bebé se registra automáticamente, se activa el sistema de ayudas a los padres y se le asigna al niño una guardería.
Un elemento que ha disparado el atractivo de Estonia para los emprendedores digitales es el programa “e-residency” (residencia digital), creado en 2014. El actual sistema permite solicitar la nacionalidad digital a personas físicas de cualquier país. Una vez aceptada, se emplaza a recoger la tarjeta de identidad digital en cualquier embajada o consulado. Esta tarjeta permite acceder a las herramientas de la nación digital, como iniciar el proceso de constitución empresarial o enviar declaraciones de impuestos.
El programa permite a los e-residentes establecer un negocio con base en la Unión Europea, en menos de 20 minutos. El registro societario dispone de ventajas asociadas a la pertenencia de Estonia a la Unión Europea: por ejemplo, la capacidad de gestionar pagos bajo el estándar SEPA entre una sociedad creada a través del programa e-residency y cualquier otra sociedad constituida físicamente en un país europeo. Con el paso de los años el programa ha alcanzado una fuerza notable. A principios de 2022, contaba con más de 92.000 e-residentes, distribuidos entre 178 países. Considerando que la población activa de Estonia no alcanza las 650.000 personas, ha permitido al país incrementar en casi un 10% su fuerza laboral.
Estonia es el país de Europa con mayor densidad de startups
La agilidad del trámite de constitución, las ventajas asociadas a la pertenencia a la UE y el esquema fiscal de baja presión que caracteriza al estado báltico contemporáneo hacen que el e-residency sea una opción muy atractiva para emprendedores digitales. No es extraño, pues, que Estonia sea el país de Europa con mayor densidad de startups, superando por 4,8 veces el promedio europeo, o que tenga una de las prevalencias de unicornios (startups de alta capitalización) más altas del mundo, con 7,5 por millón de personas, sólo por debajo de Israel (8.5) y superando a Estados Unidos (6,6), Suiza (4,6) o Suecia (3,3), entre otros. Empresas como Skype, Bolt, Pipedrive, Playtech o Wise fueron fundadas en Estonia o por estonios.
El último factor que explica el rápido crecimiento de la república báltica en la última década es la apuesta por la estabilidad presupuestaria. Los gobiernos de Estonia generalmente han perseguido presupuestos equilibrados, incluso consiguiendo superávits, que le permitieron al gobierno evitar endeudarse durante las crisis de 2008 o 2020. Su carga de deuda se encuentra en el 17.6% del PIB, los niveles más bajos de la Eurozona – en España es del 118,3%. Para tiempos difíciles, el Estado ha ido acumulando el superávit presupuestario en una Reserva de Estabilización especial que puede utilizarse en casos específicos y para llevar a cabo importantes reformas a largo plazo, como, por ejemplo, la reforma de las pensiones.
En menos de tres décadas, Estonia ha pasado de ser un satélite soviético con una economía pauperizada, a convertirse en la segunda nación del mundo con más unicornios por millón de habitantes. La clave del éxito del denominado “tigre báltico” es una agenda de reformas económicas e institucionales orientadas al crecimiento. Sin crecimiento, España no reducirá su alarmante cifra de desempleo, no podrá reducir su deuda —pública y privada— y no podrá financiar el Estado de bienestar en el medio-largo plazo, a causa de la caída de la natalidad y del aumento de la esperanza de vida. Ya va siendo hora de apretar el acelerador.